Formas de amar: ¿Existen, de verdad, o es una excusa para autoengañarnos?

Formas de amar: ¿verdaderamente existen?

El amor es un universo en sí mismo. Nos lo han contado en historias, lo hemos sentido en la piel y, en algún momento, nos ha sacudido el corazón de una forma que no esperábamos. Nos enseñan que el amor es absoluto, que cuando llega, simplemente lo sabes. Pero, ¿qué pasa cuando no lo sentimos como esperábamos? ¿Qué ocurre cuando alguien nos dice «te quiere, pero a su manera»? ¿Es una realidad o es una excusa que nos damos para justificar un amor que no nos llena del todo? Vivimos en un momento donde se confrontan dos realidades, como siempre que hay polarizaciones sociales, resurgen los movimientos, reivindicaciones y anhelos contrarios a lo que se pone encima de la mesa o destaca a nivel social, por el mismo principio de equilibrio.

Por un lado, hablamos del amor líquido, un concepto del que habla Zygmunt Bauman en muchos de sus libros (Amor líquido y Modernidad líquida). Bauman comenta, a grandes rasgos que, en un mundo donde todo es volátil y temporal, la idea de amor eterno parece más utópica que nunca. Esto genera relaciones frágiles, con vínculos que pueden romperse con facilidad ante el primer conflicto. La incapacidad de aceptar la incertidumbre y la imperfección del otro lleva a una continua insatisfacción y a la búsqueda incesante de algo «mejor».

Apoyado también por esa idea de amor que se sustenta en el romanticismo de las películas, de los finales felices sin conflictos ni esfuerzos muy grandes, también se busca una relación mágica con esa media naranja. Reforzando esa idea de amor sin esfuerzo, de la persona perfecta, de la magia del enamoramiento que te arrastra sin que tú no tengas que hacer nada, hasta que el bote de purpurina se agota y aparece la decepción: mi persona no es perfecta, no siempre hay fuegos artificiales, el amor cuesta y no es siempre lineal. Y entonces, cambiamos para buscar esa sensación explosiva que nos provoca un encuentro con otra persona o directamente el enamoramiento propio del principio de las relaciones. Saltando de una en otra, buscando esa sensación de mariposas en el estómago constantemente, hasta que vuelve a repetirse el ciclo y vuelve a aparecer el vacío y la decepción.

En contraposición a lo que dice Bauman, generaciones que han crecido con la idea del amor vinculado al compromiso, desarrollan su etapa adulta en una sociedad líquida, donde la inmediatez, el reemplazo y la falta de compromiso están a la orden del día. Esta misma generación busca desesperadamente un amor clásico en una sociedad que ya no lo es. Por lo que, ahora mismo muchos pueden sentirse algo perdidos en el terreno de las relaciones de pareja y se plantean una cuestión que se pregunta: ¿Hay diferentes formas de amar o el amor sigue siendo un concepto universal? Existe gente que te quiere, pero, ¿a su manera? ¿O eso no es amor?

El amor: entre la biología y la cultura

Si bien el amor es una experiencia subjetiva, la ciencia ha intentado desentrañarlo desde diferentes ángulos. Helen Fisher, antropóloga y experta en neurobiología del amor, ha demostrado que el amor romántico activa áreas del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa. En su libro “Why We Love”, Fisher sostiene que existen tres sistemas cerebrales clave: el deseo, el amor romántico y el apego. Todos interactúan de manera compleja para formar lo que llamamos «amor». Sin embargo, cómo interpretamos y vivimos ese sentimiento tiene mucho que ver con nuestra historia personal y el entorno en el que crecimos. En algunas culturas, el amor se basa en la estabilidad y el compromiso antes que en la pasión. En otras, la intensidad y la emoción son fundamentales. Incluso dentro de una misma sociedad, las diferencias son enormes: hay quienes ven el amor como una entrega absoluta y quienes lo entienden como una suma de pequeños gestos. Entonces, ¿cómo saber si alguien realmente nos ama si su manera de demostrarlo es distinta a la nuestra?

Los 5 lenguajes del amor: ¿realidad o simplificación excesiva?

Uno de los enfoques más populares para comprender las distintas formas de amar es el de los Cinco lenguajes del amor, desarrollado por el consejero matrimonial Gary Chapman, un clásico para el mundo de las relaciones. Según su teoría, las personas expresamos y recibimos amor a través de cinco formas principales: palabras de afirmación, actos de servicio, tiempo de calidad, contacto físico y regalos. La clave, dice Chapman, está en reconocer cuál es el lenguaje principal de nuestra pareja para poder darle amor de una manera que realmente lo perciba. Esta teoría ha sido abrazada por muchas parejas y terapeutas como una herramienta útil para mejorar la comunicación y la conexión emocional. Sin embargo, también ha sido criticada por ser reduccionista. De hecho, la psicóloga Bella DePaulo argumenta que «el amor no es una lista de categorías fijas, sino una construcción dinámica que cambia con el tiempo y las circunstancias«. Y no le falta razón: el amor no es un test de personalidad ni un conjunto de casillas que debemos marcar.

El mito de ‘te quiere a su manera’

Nos lo han dicho tantas veces que casi lo creemos. «Es que no es de expresar mucho, pero te quiere a su manera». «No te dice que te ama, pero lo demuestra con pequeños gestos». ¿Y si en realidad no nos está queriendo como necesitamos? La psicoterapeuta Esther Perel, autora de Mating in Captivity, plantea que «el amor no solo es lo que sentimos, sino lo que hacemos«. Si alguien nos ama pero no es capaz de demostrarlo de una manera que nos haga sentir bien, ¿realmente es amor o es solo una interpretación conveniente?

Esto no significa que debamos esperar que nuestra pareja nos ame de la misma forma en que lo hacemos nosotros. Hay diferencias individuales, heridas emocionales y maneras de demostrar afecto que pueden no coincidir con las nuestras. Pero el amor, cuando es sano, siempre busca encontrar un punto medio en el que ambas personas se sientan vistas, valoradas y queridas. Ese punto medio implica conversaciones en las que el esfuerzo por entender lo que necesita el otro o cómo percibe que nos importa, debe estar presente. De nada sirve que alguien demuestre hacia el otro a través de algo que no entienda ni valore. Un ejemplo: a uno le encanta regalar flores pero al otro no le gustan. Por eso es importante entenderse en ese lenguaje: ¿cómo puedo hacer sentir amado a la persona que quiero? ¿Cómo se siente valorado por mí, visto y escuchado? Hacerse esas preguntas es clave para saber cómo hacer sentir al otro que le queremos.

Diferentes formas de amar, pero no todas son suficientes

John Gottman, uno de los mayores expertos en relaciones de pareja, ha identificado lo que él llama «los cuatro jinetes del apocalipsis» en una relación: la crítica destructiva, el desprecio, la actitud defensiva y la evasión. Si estos factores están presentes de manera constante, no importa cuántas formas de amor existan: lo que hay no es amor, sino una relación disfuncional. Podemos aceptar que cada persona tiene su manera de amar, pero eso no significa que debamos conformarnos con menos de lo que necesitamos. Una relación en la que no nos sentimos valorados, escuchados o acompañados no es saludable, sin importar cuántas excusas le pongamos.

Cuando el amor no nos basta

Decir «cada uno ama a su manera» es válido, pero solo hasta cierto punto. Porque sí, puede que nuestra pareja no sea de grandes gestos o que no se exprese como nos gustaría, pero si sentimos que algo nos falta, hay que prestar atención. ¿Nos sentimos realmente queridos o solo nos estamos convenciendo de que es suficiente porque “nos ama a su manera”? La diferencia entre un amor saludable y uno que no lo es radica en la disposición a comprender al otro y en el esfuerzo mutuo por construir una relación equilibrada. Si somos los únicos que ceden, justifican o intentan adaptarse, quizás sea momento de cuestionarnos si realmente estamos en el lugar correcto.

Amar no es justificar

No hay una única forma de amar, eso es cierto. Pero sí hay algo que todas las relaciones deben tener: respeto, atención, reciprocidad y cuidado. Si constantemente nos encontramos justificando la falta de estos elementos con la frase «me quiere a su manera», es posible que estemos negando una realidad difícil de aceptar. Las diferencias en la forma de amar pueden ser reconciliables si ambas personas están dispuestas a comprenderse mutuamente y a comunicarse. Pero si sentimos que nuestro amor no es suficiente para que el otro se esfuerce por hacernos sentir bien, quizás no sea amor, sino miedo a estar solos o a perder a esa persona, entonces nos conformamos con lo que no queremos, rebasamos nuestros propios límites y silenciamos las alarmas que nos dicen: ahí no es.

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