Paddington Aventura en la selva (2025) opinión – funciona, pero ha demostrado que las trilogías perfectas son una anomalía al enfrentarse a un cambio de equipo del peor modo posible


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Cuando entré en una sala de cine hace ya más de una década —concretamente en el año 2014— para ver a ciegas y sin tener prácticamente conocimiento previo sobre el personaje la ‘Paddington’ original, lo que menos esperaba era terminar llorando a lágrima viva, hecho una bola en la butaca y con el corazón calentito ante semejante despliegue de ternura, buen hacer cinematográfico y mimo en todos y cada uno de los aspectos formales y narrativos de la producción.

Tres años después, al estrenarse su secuela, se antojaba impensable que su director pudiese llevar al osito devorador de mermelada creado por Michael Bond aún más lejos. Aún así, Paul King obró un auténtico milagro con una carta de amor al séptimo arte que rezumaba magia y cinefilia en todos y cada uno de los fotogramas de la que, simple y llanamente, es una de las mejores películas familiares de la historia.

Pero, desgraciadamente, las trilogías —casi— perfectas, lejos de habituales, son una anomalía que sólo se ha dado un puñado de veces en toda la historia del medio. Por ello, cuando trascendió que la saga tendría una tercera entrega que no contaría con King ocupando el asiento del director —además de otros cambios en el equipo artístico e interpretativo—, la desconfianza hacia el proyecto fue casi instantánea.

Lo esperado

‘Paddington: Aventura en la selva’ ha terminado siendo, en líneas generales, lo que cabría esperar de ella y, al mismo tiempo, lo peor que podría aspirar a ser: un intento por replicar el trabajo y el estilo con el que el anterior máximo responsable de la franquicia impregnó su obra que funciona perfectamente en términos generales, que tiene su encanto y sus virtudes —la mayoría legadas—… pero que llega a nuestros cines tras perder una buena cantidad de magia por el camino.

No me cabe la menor duda de que, como entretenimiento como todos los públicos sin pretensiones, el viaje del úrsido a Perú no sólo cumple con creces, sino que puede llegar a situarse por encima de la media en buena parte de su metraje. Es sobradamente entretenida, sus gags visuales y su comedia en clave slapstick arrancan sonrisas sin demasiado esfuerzo y su surtido de personajes continúa siendo tan encantador como de costumbre.

Pero en el fondo —o no tanto—, pese a la intención de repetición en un escenario diferente y sus interesantes lecturas sobre la experiencia migrante veladas entre peripecias blancas, el conjunto se antoja mucho más convencional. Es muy complicado no echar de menos esos momentos capaces de estrujarte por dentro hasta que las lágrimas comenzaban a aflorar a golpe de la más sincera sensibilidad y la belleza que habitaba en las dos primeras cintas.

Paddington In PeruPaddington In Peru

Este declive no sólo se percibe en la esencia de ‘Paddington 3’, sino en su acabado visual, que también ha perdido enteros entre chromas escandalosos y una falta de imaginación a la que Dougal Wilson, el nuevo capitán del barco, consigue enfrentarse a golpe de oficio, mostrando un buen nivel en lo que a planificación y puesta en escena se refiere.

Por suerte, las notas positivas también hacen acto de presencia, estando centradas en su tono agradable y muy necesario en los tiempos que corren y, principalmente, en un reparto en el que Antonio Banderas, desatado en el mejor sentido posible de la palabra, y Olivia Colman, que termina siendo la gran estrella de la función, brillan robando no pocas escenas con carcajadas aseguradas.

Probablemente, lo peor que podemos hacer cuando nos enfrentamos a ‘Paddington: Aventura en la selva’ sea utilizar la excelencia de la segunda parte como baremo. De no hacerlo, disfrutaremos aún más de la más que decente epopeya peruana del oso del gorro rojo y el abrigo azul… aunque sin dejar de echar muchísimo de menos a Paul King.

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