Tolerancia al cortisol: cómo hacerle frente
¿Estás siempre agotada? ¿Tienes niebla mental? ¿Duermes mal? ¿Te dan picos de hambre de cosas dulces o saladas? ¿No eres capaz de parar, ni en tu tiempo libre? ¿Tienes migrañas, contracturas musculares, molestias digestivas o cambios menstruales? ¿Estás irritable o sientes que estás ‘al límite’? ¿Y acaso tienes grasa abdominal resistente a la dieta y el ejercicio? Si crees que te hemos hecho un retrato robot, lo más probable es que hayas desarrollado tolerancia al cortisol.
Es posible que no lo percibas así, pero si te has sentido identificada todo apunta a que tu cuerpo ha aprendido a funcionar en modo alerta constante. Una adaptación con costes para el sistema nervioso y hormonal, que se agotan, dando lugar a esos síntomas de cansancio profundo que caracterizan la tolerancia al cortisol.
¿Qué es la tolerancia al cortisol?
Se trata de una expresión no médica que describe cómo el cuerpo se adapta al estrés crónico produciendo niveles elevados de cortisol, lo que a largo plazo puede hacer que los receptores hormonales se vuelvan menos sensibles. “Al acostumbrarnos al estado de hipervigilancia, desarrollamos tolerancia al cortisol, convirtiéndolo en nuestra nueva mal llamada zona de confort, haciendo que el rendimiento se estanque. Esto significa que necesitaremos más presión (mayor carga de trabajo) para producir más cortisol y rendir más”, nos dice Laura Villanueva, psicóloga y fundadora del centro Psicologodemadrid.
La desensibilización derivada de su tolerancia puede provocar los síntomas mencionados, e incluso desembocar en una bajada funcional del cortisol. En esencia, el cuerpo ‘se acostumbra’ al estrés, pero a costa de su equilibrio fisiológico, energía y bienestar general.
En qué se diferencia de la adicción al cortisol
La adicción al cortisol es conductual y emocional –la mente lo busca compulsivamente porque se siente mejor bajo presión– mientras que la tolerancia al cortisol es fisiológica: el cuerpo se acostumbra a niveles altos de cortisol y responde cada vez menos. Al no responder igual frente al estrés, se necesita más cortisol para funcionar, igual que con la tolerancia a una droga: hace falta más estímulo (más estrés, más actividad) para obtener el mismo efecto (energía, enfoque, motivación).
Con el tiempo, la tolerancia al cortisol puede llevar a disfunción: fatiga, insomnio, problemas digestivos, bajada de defensas… Entonces quizá haya llegado el momento de reaprender a sentir placer, calma o incluso aburrimiento.
Cómo combatir la tolerancia al cortisol
“Cuando vivimos mucho tiempo con niveles altos de cortisol, el cuerpo normaliza la alerta. En ese estado, la calma se percibe como pérdida de control, el placer sutil se vuelve invisible y el aburrimiento se experimenta como vacío, en lugar de como un espacio creativo”, explica la directora del Spa de 7Pines Resort Ibiza, Sandra Martínez. “Desde la psicología, esto se conoce como desensibilización hedónica: perdemos la capacidad de disfrutar lo simple. Pero la buena noticia es que se puede revertir. ¿Cómo? A través de experiencias seguras, corporales y sostenidas en el presente. Un masaje, una sesión de spa o un baño consciente no son un lujo superficial: son formas de enseñarle al cuerpo que puede estar sin exigencia”, añade.