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Llevo siendo fan del universo creado por Neil Gaiman desde hace años y reconozco que también me encantan sus adaptaciones televisivas. Especialmente ‘Sandman‘ y ‘Good Omens‘. Me atrevo a decir que sus historias no solo son una parte importante del género de la fantasía, sino que terminaron convirtiéndose en lugares seguros a los que volver cuando la realidad se vuelve un poco gris.
Por eso, me causa mucha tristeza y me duele lo que está ocurriendo con ellos por culpa de la polémica que rodea a su creador.
Es difícil pasar por alto lo que ha ocurrido recientemente con Neil Gaiman. Desde que salieron a la luz las acusaciones de agresión sexual por parte de varias mujeres hacia el escritor, su implicación en las dos series se ha reducido y aunque esto sea para perjudicar lo menos posible a la obra en sí, no deja de haber un elefante en la habitación cada vez que se habla de ella. Porque la sombra de Gaiman sigue estando ahí.
Y esto es algo que me duele como fan, pero también como alguien a quien le cuesta separar al autor de su obra. Porque lo que admiramos de estas historias no es solo su trama o su estética: también es, en gran medida su mirada. Y cuando esta se enturbia, acaba empañando lo demás.
No volverá a ser lo mismo


No es la primera vez que pasa algo así y empieza a ser algo frustrante ver una serie que antes te apasionaba cuando sabes lo que hay detrás. Ya no se trata de caer en la llamada cultura de la cancelación, sino en pensar que ya no podrás ver igual algo que antes te fascinaba. Y también en decidir cómo actuar a partir de ahora con sus obras.
Hay personas que creen que lo mejor es separar la obra del autor y que lo que importa es el resultado, no quién está detrás. Pero a mí me resulta imposible no relacionar ambas cosas. Porque estas creaciones no tienen que ver solo con un guion: tienen sensibilidad, un humor raro, referencias y las obsesiones de alguien muy concreto.
Si me emocionaba con cada capítulo era porque sentía que esa visión era genuina y ahora me chirría porque ya no confío en la voz que construyó el relato.
Sé que es injusto para el resto del equipo que hay detrás, pero no puedo fingir que no ha cambiado nada. Al final, si te tomas en serio lo que consumes, también tienes que tener en cuenta el lugar de dónde viene.
¿Qué hacemos ahora?


Teniendo en cuenta que el caso de Neil Gaiman no es el primero ni tampoco va a ser el último, cuesta saber qué hacer a partir de ahora. Se puede dejar de ver la serie o de leer la novela gráfica o cómic en el que se basa, pero es muy difícil renunciar al impacto que estas historias han tenido en nuestras vidas o borrarlo de un plumazo.
Y tampoco es tan sencillo seguir como si nada. Cuando una obra está tan íntimamente ligada a su creador y cuando la voz del autor resuena en cada diálogo, y cada rincón de ese mundo, resulta imposible no sentir que algo se ha roto.
Da rabia porque quien está detrás importa. Especialmente en el caso de ‘Sandman’ o ‘Good Omens’, porque Neil Gaiman, con su aura de autor accesible, irónico y comprometido con los fans y con la diversidad y las minorías, era parte del encanto que tenía la historia. Y es un bajón tener que mirarlo de otra manera. Es agotador y muy triste.