Al nuevo Seth Cohen ya nada le abruma, ni siquiera una chica como tú

Todo empezó después de ver Mamífera. Yo estaba con una amiga. Me había invitado al preestreno con posterior coloquio de su directora, Liliana Torres, que en esta ocasión respondería a las preguntas de la periodista, activista y podcaster Nerea Pérez de las Heras. Cuando se encendieron las luces, nuestro primer comentario se lo dedicamos a Enric Auquer o quizás a su personaje en la película, difícil recordarlo. Nos gustaban mucho ambos.

Acabábamos de ser testigos de una relación heterosexual sin demasiadas complicaciones, lo que no quiere decir que no existan. Pero son complicaciones asumibles, lo que no quiere decir que no supongan en último término un dolor insondable. Porque no es el dolor, son las formas. No son las lágrimas, es el cariz de las lágrimas. Y en Mamífera Auquer interpreta al novio que todas querríamos y quizás por eso toda la sala suspiró al verlo ser y actuar durante todo el metraje. No solo porque fuese guapo, divertido o cariñoso, más bien porque no incurría en una serie de comportamientos machistas de sobra conocidos por todas. Una sorpresa que fue compartida en varias ocasiones durante el coloquio. ¿Por qué nos sorprendía tanto que existiese alguien como Bruno aunque fuese en la ficción? ¿Parecía imposible que saliese de la pantalla hacia la vida real?

He dicho que todo empezó entonces, pero en realidad había empezado mucho antes. Llevaba años rumiando una certeza que se venía cocinando a fuego lento. Una certeza que había compartido con mis amigas, cansadas de tener que limar sus tonos, sus gestos o sus anhelos para encajar en el deseo masculino. Unos requerimientos que ya no eran los de Elvis Presley hacia Priscilla allá por los años 60 y que por no ser aquellos, delimitados y demonizados hasta la extenuación, nos parecían menores. Y probablemente lo fuesen, pero no tan menores como para tolerarlos y asumirlos. Estábamos despidiéndonos de la primera década de los 2000 y muchas mujeres empezamos a disociar: se nos exigía que actuásemos como seres muy sexuales al tiempo que se nos condenaba por serlo, tal y como recuerda la escritora Caroline O’Donoghue, que por aquel entonces vivía en Irlanda, en donde el aborto estaba penalizado.

Todavía nos quedaba muy lejos el año 2018 y su cuarta ola feminista, un momento en el que las relaciones heterosexuales empezaron a cuestionarse muy tímidamente. Al menos sobre el papel. Pero no contábamos con demasiados referentes: solo sabíamos que había algo en la interacción habitual entre hombres y mujeres que no nos convencía. Y entonces dimos la bienvenida a esa nueva masculinidad que tan bien performa Josh O’Connor, el trasunto de Auquer en Newbury. Y surgieron otros actores en la ficción y en la vida real: Jeremy Allen White, aunque solo a veces, Paul Mescal o el propio Jacob Elordi.

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