Se inaugura la época de las olas de calor en Madrid y con ella la novena edición de Tomavistas. Aunque la combinación de pulverizador y abanico funcionó, las primeras horas de la jornada sobre el asfalto de la Caja Mágica estuvieron cerca de ser un desafío. También fueron raras: mientras unos celebraban que una nube -la única que había en el cielo- había conseguido tapar el sol brevemente, otros se hacían fotos con el icónico camión de Amaia, que causó sensación. Los fans de Barry B, sin embargo, estaban a lo suyo.
En Tomavistas le tenían ganas al artista arandino, que se encargó de inaugurar el escenario principal el mismo día que debutaba en el propio festival. Este continúa perfeccionando un directo que se rinde totalmente al rock, excepto por la obligatoria ‘ROOKIES’, y que ofrece unas fascinantes versiones alternativas de temas que poco tienen que ver con este género. ‘SWISH’ y ‘Soleá’ son prácticamente dos canciones diferentes a lo que podemos escuchar en plataformas. El final de la segunda, con una inesperadísima guitarra de funk, fue de lo más sorprendente del set. Sin embargo, nada será tan efectivo como ‘Infancia Mal Calibrada’, ‘El efímero arte de perdonar’ y, obviamente, ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’. No hay cementerio que esta canción no pueda animar.
Mientras me dirigía con ganas de escapar del sol al escenario pequeño, me preguntaron si pablopablo era un “moñas”, lo cual me pilló totalmente desprevenido. Ya que le he visto actuar en varias ocasiones, pude dar una respuesta honesta y cercana a la realidad: sí. Es innegable que Pablo Drexler no está preocupado por tocar “música de festival” en sus conciertos. Y, por favor, que siga así, aunque pueda espantar a algunos asistentes sedientos de fiesta. Pues resulta que la salida de ‘Canciones en Mi’ ha tenido un gran efecto en el directo de pablopablo. Después de digerir estos temas en la tranquilidad del hogar, me doy cuenta de que antes tocaba tantas canciones inéditas que el show parecía más “moñas” de lo que era en realidad. Simplemente por el hecho de que nadie se las sabía. Ojo, obviamente las canciones siguen siendo lentas, pero la familiaridad hace mucho. Si encima sumas que este se trataba del escenario con mejor sonido, lo cual puede que tenga o no que ver con que está cubierto, el resultado es uno de los mejores conciertos del día.
‘Canciones en Mí’ y ‘Dónde Estás!’ dieron comienzo a un recital en el que sonó casi todo el nuevo disco de Pablo. Mejor que nunca, además. Los ingredientes son muy simples: una guitarra, una batería, un teclado y un saxofón. Con eso le sobra al artista madrileño para crear unas atmósferas delicadísimas, como en ‘De Vez En Cuando’ o ‘Todavía’, en la que el bajo parecía sacudir la ropa. La brisa se agradecía. El set cobró todo el sentido del mundo en el último tercio, completamente abarrotado de temazos: ‘Sidekick’, ‘Vida Nueva’, ‘Mi Culpa’ o ‘Las Tuyas’. Antes de arrancarse con esta, Pablo confesó que habían venido a verle sus padres. Es decir, Jorge Drexler estaba en la sala escuchando eso de “Papá, toqué mis canciones…”, pero esta vez sí que hubo aplausos. Unos cuantos. El broche de oro fue la aparición totalmente inesperada de Ralphie Choo, que parecía que venía directo de la playa. De Amaia, por otro lado, ni rastro.

Pasamos de la sensibilidad absoluta a la absoluta diversión. La última vez que vi un concierto de Jimena Amarillo todavía sacaba el violín, o sea que ha llovido bastante. Ahora, en el escenario solo está ella, un micro y sus bailarinas de confianza. “Me propuse pasarlo bien en directo porque una banda completa ya me daba pereza”, comentó. Aunque el directo tenga menos elementos en ese sentido, está lejos de ser algo cutre. Un casco de papel maché de ‘ANGÉLIKA’ es el que da comienzo a un concierto inaugurado con ‘Flow deskiciada’ y plagado de coreografías ‘cute’, comentarios hilarantes y creatividad. El puntazo de la velada llegó mientras se quejaba de la prensa y sus preguntas estúpidas: “Estoy harta de que me pregunten si hago música para lesbianas. Yo hago música para todo el mundo. Esto está lleno de calvos”.
La artista camina en todo momento una fina línea entre el humor, el despropósito y la calidad musical. Ella puede estar cantando un tema tan duro como ‘Me lo invento’ que si se le pasa por la cabeza que lo está pasando fatal por el calor y que le va a dar un soponcio lo va a decir. Y es capaz de seguir con el tema como si nada. Al mismo tiempo, también puede ponerse el casco de Angélika para tocar ‘Cuando ya no me quieras’ y crear un momento solemne como ninguno.

Judeline era la artista más esperada de la jornada, aparte de Amaia. Se trataba de su primer festival de 2025 en España, después de “dos meses dando vueltas por ahí en gringolandia”, tal y como ella comentó. Pese a ir sobrada de magnetismo y actitud, Judeline no consiguió sorprender con su concierto, que sí acabó siendo algo monótono. No tuvo nada que ver con los profesionales que acompañaron a la gaditana, que se metieron en el papel de una forma tremenda. En especial, el que hacía de muñeco de trapo kinki de la cantante. Sus desquiciadas caras se quedarán conmigo durante un tiempo. Por otro lado, si las canciones de Judeline no te convencen en las plataformas, su bellísima pero calmante voz no te cambiará el chip.
Si de pablopablo se dice que no hace música para festivales, creo que lo mismo se podría decir de Judeline. Los beats son sutiles, excepto el fiestón de ‘2+1’ que sí que crece en directo, y no presentan una gran variedad entre ellos. Todos estos elementos finalmente alcanzan su mejor forma con ‘zarcillos de plata’, en la que la propia artista se encarga de tocar la guitarra. Qué decir. Es una canción preciosa y en directo todavía más.

Después de 5 años, Amaia por fin actúa en Tomavistas. Originalmente, la artista iba a hacer su debut en el festival en 2020, pero ya se sabe lo que pasó. Los conciertos de la pamplonesa siempre son mágicos, pero me faltaba ver cómo relucía todo de noche. No ha decepcionado. Los brillantes de su atuendo hacen que parezca una muñeca total. Una que viene y te dice a la cara que nos vamos a morir todos: “Viva la muerte, viva la vida y viva nosotros”, suelta antes de la emocionante ‘Despedida’. Y no le falta razón. Basta de tabúes. ¿Quién no está reflexionando sobre su propia mortalidad mientras todo el festival guarda silencio durante ‘Ya Está’? En un momento así, es lo que toca. O, ¿quién no está pensando sobre su lugar de origen y cómo eso le ha moldeado para ser la persona que es hoy en día durante ‘Yamaguchi’? No sé, lo normal. Lo bonito de Amaia es que, aunque puede suscitar meditaciones tan profundas como estas, también se mueve bien en el extremo contrario: “Mirad que bonita está la luna, que es como una uñita, se le ve el contorno y todo”, suelta de forma inocente. Si no tuviera en su repertorio clásicos modernos como ‘M.A.P.S.’, ‘El Encuentro, ‘Quedará En Nuestra Mente’ o ‘Tengo Un Pensamiento’, seguiría siendo increíble. Y por eso la queremos.