Tiene La vida breve en su reparto a los mencionados Watling, González y Armenteros, pero también a Carlos Scholz, Javier Gutiérrez, Claudia Traisac, Eric Masip, Pepe Viyuela o Jorge Usón. Rodados en algunos de los enclaves más impresionantes de Patrimonio Nacional –Aranjuez, El Pardo o La Granja de San Ildefonso–, los seis episodios que componen la temporada única y que se podrán ver a partir del 13 de febrero han supuesto un reto a muchos niveles, también en el vestuario. “Uno de los condicionantes que se suele tener en estos casos es el tiempo, y yo he dispuesto de muchísimo”, explica Ana Locking sobre el proceso en esta serie que en ocasiones recuerda a La favorita y en otras a The Great. “En moda tenemos muy poco margen para trabajar y tener cuatro meses para hacer tres looks para mí ha sido un sueño”, apunta. “Pude hacer las cosas como siempre soñé. Se encargaron tejidos a Italia o a Francia, a una casa que los pinta manualmente y se dedica exclusivamente a esto”. El nivel de minuciosidad en el acabado es extremo. “Son prendas muy complicadas, con mucho trabajo artesanal detrás hasta el nivel de pintar casi 400 metros de puntilla a mano. Eso ha exigido muchísima dedicación. Me metí en el reto de tratar artesanalmente la materia prima de un modo parecido al que se usa en la alta costura”.
La pasión con la que Ana Locking habla de esta primera incursión en el mundo del audiovisual parece ser algo que se ha extendido a todos los equipos, también al de los actores y actrices. Incluso a la hora de enfundarse en los siempre temidos corsés. “Carlos decía: ‘Apriétame más, nunca me he visto tan guapo’. Le marcaba mucho la cintura, le hacía muy femenino y disparaba la cadera con el volumen. Con lo grande que es él y la presencia que tiene, era increíble. Ya con las plataformas como colofón se le veía majestuoso”, rememora. “Era más complicado para Leonor, que llevaba un miriñaque muy pesado. Esa pieza tenía que soportar las bolas gigantes que yo puse en los laterales. Eran muy grandes, y podían tener 150 metros de puntilla y de tejido. Si lo estiras, lo estiras y lo estiras son muchos metros de tela y pesan. Ese miriñaque se construyó siguiendo las coordenadas de la época con tejido muy duro, una loneta muy resistente, y no se podían meter ballenas de plástico, que son las que se utilizan hoy en día, eran de hierro”.