Andar descalzo: una práctica con múltiples bondades
“Se hace camino al andar”, escribía Antonio Machado en su poema ‘Caminante no hay camino’. Uno de los versos más famosos de la literatura española que tiempo después traduciría en canción Joan Manuel Serrat, y que hoy sirve de introducción al tema que ahora nos atañe: andar. Andar mucho, andar bien y, más concretamente, andar descalzo. “La práctica de caminar descalzo, también conocida como earthing o grounding, conecta físicamente a las personas con la tierra, permitiendo la transferencia directa de electrones libres desde la superficie terrestre al cuerpo humano y reequilibrando nuestras cargas eléctricas. Estos electrones actúan como antioxidantes naturales que neutralizan los radicales libres, reduciendo la inflamación y mejorando el estado de ánimo”, argumenta María Calle, psicóloga de Sanitas.
Beneficios físicos a los que, como adelanta la experta, se suman otras bondades para nuestra mente. Aurora Vallejo, psicóloga del centro madrileño Psicolink, lo explica: “Caminar por entornos naturales con una baja tasa de estímulos auditivos y visuales aumentará nuestra conciencia corporal y conexión con el entorno. Si, además, lo hacemos descalzos y prestando atención a nuestros pasos y las sensaciones del contacto de estos con el suelo, entraremos en un estado de atención plena que tendrá como resultado una reducción de los niveles de cortisol”. La bajada de la ‘hormona del estrés’ a la que hace referencia Vallejo viene dada como consecuencia directa del aumento en los niveles de endorfinas –las ‘hormonas del bienestar’– que se genera con el grounding, y que consecuentemente reduce los niveles de estrés y ansiedad.
Pisar con consciencia
Eso sí, aunque descalzarse pueda resultar liberador para nuestro cuerpo y mente, deberemos hacerlo atendiendo a nuestra pisada y condiciones del entorno. “Caminar descalzo en terrenos naturales, como la arena o la hierba, fortalecerá los músculos del pie y mejorará nuestro equilibrio y propiocepción. Sin embargo, debemos hacerlo con precaución en suelos planos y duros, ya que pueden generar un mayor impacto en las articulaciones que nos provoque molestias, o incluso lesiones más importantes”, aconseja María Cristina Caballero Fernández, podóloga del centro médico Sanitas Montecarmelo. Una recomendación a la que Enric Vila, experto en biomecánica y fisoterapeuta de Talus Sport, añade: “Comenzar de forma progresiva y sobre una superficie blanda, con el consecuente período de adaptación de las estructuras del pie a andar sin un soporte entre este y el suelo, sería lo ideal”.
Un consejo que, en el ecuador del verano, cobra si cabe todavía más sentido: la arena es el medio ideal para iniciarnos en el earthing. Caballero Fernández lo atestigua: “Caminar por la arena blanda ayuda a fortalecer los músculos debido a la resistencia que ofrece al ser un terreno irregular, pero puede ser más cansado y provocar molestias si se hace en exceso. La arena dura, como la de la orilla, proporciona un terreno más estable y es más fácil para caminar largas distancias sin tanta fatiga”. Conclusión: alternarlas podría ser la mejor estrategia para obtener los beneficios de ambas superficies sin sobrecargar los pies.
Terapias complementarias: la reflexología
Aun así, si tus pies se resienten tras el verano y el uso continuado de calzado sin amortiguación, como las chanclas, existen terapias complementarias con demostrados beneficios. La más conocida: la reflexología. “Es una de las terapias manuales más antiguas que existen”, comienza contando Liliana Prieto, quiromasajista de Clínica Palasiet, a propósito de esta antiquísima práctica que ya se realizaba en la India o en China hace más de 5.000 años.
“A través de los siglos esta sabiduría nos ha dejado un gran legado, que es hoy la reflexoterapia o reflexología podal. Nuestros pies están conectados con nuestra mente; el mapa de nuestro cuerpo se refleja en ellos y por medio de estos se puede llegar a saber mucho sobre el estado físico y emocional del paciente”, cuenta. Así, aplicar presión en puntos específicos de los pies conocidos como zonas reflejas –aquellas que corresponden a diferentes órganos y sistemas del cuerpo–, puede contribuir a aliviar el estrés, disminuir ciertos dolores y promover la relajación. Una presión que conseguimos también al caminar. “Cuando andamos descalzos, los pies reciben un estímulo directo sobre los puntos reflejos que puede desbloquear y agilizar el proceso de sanación, o simplemente calmar las emociones”, añade Prieto a propósito de una conversación que no se entiende sin mencionar las bondades de aceites esenciales. La manteca de karité, el aceite de jojoba o el de camelina, por ejemplo, resultan de lo más aconsejables para mejorar la circulación y aliviar tensiones musculares tras la caminata.
“Es importante mantener una correcta hidratación del pie, tanto en verano como en invierno, con productos que penetren de forma eficaz para mantener la elasticidad y flexibilidad de la piel, y evitar grietas y lesiones”, concluye Caballero Fernández. Descalzarse siguiendo estos consejos se traduce así en una terapia holística con probados beneficios físicos y mentales. Nunca ‘tener los pies en la tierra’ tuvo más sentido.