Hace justo cien años, el genial zoólogo Ángel Cabrera (Madrid, 1879-La Plata, 1960) tomó un barco para marcharse de España a Argentina y no volvió jamás. Ahora, el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) estrena una exposición para recuperar la figura de este gran naturalista y responder, entre otras preguntas, a por qué se fue y cambió tanto su vida. En el momento de marcharse tenía ya 46 años, su trabajo en el MNCN y sus expediciones a África contaban con el reconocimiento de la élite científica del país, en particular, de Santiago Ramón y Cajal, y como mastozoólogo, especialista en mamíferos, había conseguido un gran prestigio internacional. Sin embargo, dejó todo esto y el 13 de octubre de 1925 desembarcó con su familia en Argentina para empezar una nueva carrera científica como paleontólogo en el Museo de la Plata. La explicación, como asegura Alberto Gomis, historiador de la ciencia, profesor emérito de la Universidad de Alcalá y uno de los dos comisarios de la exposición, muestra una paradoja que sigue siendo muy actual: “Aunque era el mejor en su área científica, se marcha porque aquí es licenciado en Filosofía y Letras y no puede acceder a puestos elevados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde lleva 25 años trabajando con distintos contratos, siempre como ayudante o auxiliar”.
A pesar de cambiar por completo la zoología de mamíferos en España y colaborar de forma habitual con algunas de las universidades más prestigiosas del mundo, este también pionero de la conservación ambiental no contaba con ningún título universitario de Ciencias, lo que no solo le cerraba las puertas a puestos importantes en su ámbito profesional en el país, sino que le obligaba a multiplicarse en otras muchas tareas para ganarse la vida. Aparte de su ingente producción científica, Cabrera debía realizar otros trabajos, como periodista en la revista costumbrista Alrededor del Mundo, de la que llegó a ser director, así como ilustrador para encargos de todo tipo, como cuentos infantiles, o traductor. “Traductor no de obras científicas, sino de novelas”, detalla Isabel Rey, investigadora del MNCN y la otra comisaria de exposición, que cita ejemplos de libros traducidos El Robinson suizo o Los insectos invasores.

Como incide la investigadora, la obra de Cabrera resulta inabarcable. “Hemos encontrado más de 750 documentos entre artículos científicos, libros y artículos de divulgación, pero somos conscientes que hay muchas cosas que no hemos localizado, por eso la exposición se llama Ángel Cabrera, el naturalista infinito, porque es infinito. Es increíble, no comprendemos como en una vida pudo hacer tantísimas cosas”.
Según detalla Gomis, es el reconocido matemático Julio Rey Pastor el que llega con un encargo de Argentina para buscar en España un profesor que se haga cargo del departamento de Paleontología del Museo de la Plata. “Tanto Santiago Ramón y Cajal, que entonces es el presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), como Ignacio Bolívar, el vicepresidente, además de director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, dicen que no hay otra persona tan preparada como Cabrera”. “Fue un gesto elegante de Bolívar que prefiere que se vaya fuera para que tenga el reconocimiento que merece”, recalca.
Allí en Argentina puede por fin dedicarse por completo a su labor científica, lo que le permite no solo seguir creciendo como especialista en mamíferos, sino empezar toda una nueva carrera como paleontólogo, llegando a desenterrar los fósiles del primer dinosaurio jurásico de todo América del Sur, Amygdalodon patagonicus. “Esto explica su marcha y que no regrese; es la opinión que tenemos los comisarios, que hemos leído su correspondencia”, detalla el profesor emérito de la Universidad de Alcalá. “En las cartas dice a los colegas españoles que en Argentina encuentra unas condiciones mucho mejores y puede centrarse en su trabajo”.
Hoy en día, Ángel Cabrera está considerado el especialista en mamíferos de habla hispana más importante del siglo XX. Su obra resulta extraordinaria, no solo por describir más de 200 organismos, sino también por sus dibujos de animales, los cuales realiza con gran precisión a pesar de que en muchos casos no ha visto antes a estas especies. Además, también es uno de los primeros zoólogos en España en advertir que algunos de estos seres vivos están amenazados.
Su gran preparación tiene mucho que ver con su familia, muy culta. El padre de Cabrera, que fue el primer pastor protestante de la Iglesia Anglicana en España, instruye a sus seis hijos en el conocimiento de los idiomas y el dibujo, dos destrezas que resultan claves en su trabajo.
Si bien no hay que ser un especialista para apreciar la belleza de sus acuarelas, su obra cobra otra dimensión en los ojos de los estudiosos de los mamíferos, como es el caso de Rey. Como recalca la investigadora del MNCN, “en el momento en que Cabrera se pone a trabajar con mamíferos, ningún investigador en este país había hecho más que cositas pequeñas. Él consigue compendiar muchísima información repartida por cientos de museos a los que escribía en sus idiomas, pues nos consta que hablaba francés, portugués, inglés, incluso alemán, o por lo menos los leía y lo escribía”.
“Fue el primero que creó una fauna de mamíferos a nivel de España con unos dibujos excepcionales, pero además sacó dos tomos que denomina Genera mammalium que suponen una tarea inmensa y que siguen siendo citados hoy en día”, explica Rey. “El primero es de monotremas y marsupiales, y el segundo de insectívoros, aunque se quedó ahí, no continuó por circunstancias de la vida, solo con esos dos volúmenes ya adquirió una fama internacional”. Para la investigadora, “si Cabrera no se hubiera ido a Argentina, ahora en España en vez de tantos ornitólogos habría muchos más mastozoólogos”.