La mayoría de estrellas emergentes de Hollywood debutan en la alfombra roja sin mucha fanfarria y en eventos relativamente pequeños. No es el caso de Angelina Jolie, que, a la tierna edad de 10 años, llegó a los premios de la Academia de 1986 con un vestido de encaje blanco a lo Madonna y un collar de perlas: «¿Estás nerviosa por lo de tu padre esta noche?», le preguntó un reportero a pie de alfombra, haciendo referencia a su padre, Jon Voight, el oscarizado protagonista de Cowboy de medianoche y El regreso, que ese año optaba al premio al mejor actor por El tren del infierno. «Más o menos», respondió tímidamente, soltando una risita y mostrando un adorable hueco entre los dientes.
De hecho, ni siquiera era su primera aparición pública: la actriz de Los Ángeles, de 49 años, ha estado en el ojo público desde que nació, al principio junto a su familia y luego por derecho propio. Después de debutar precozmente en la gran pantalla a los siete años, acompañando a Voight en la comedia de Hal Ashby Intento de fuga (1982), fue una presencia cautivadora en varios vídeos musicales; consiguió un papel en Hackers: Piratas informáticos junto a Jonny Lee Miller –con quien se casaría poco después, a los 20 años–; obtuvo un Globo de Oro y fue nominada a un Emmy por la serie ambientada en los años 50 George Wallace; y luego irrumpió a lo grande con Gia, en 1998. Pronto llegó otro Globo de Oro, un premio SAG y un papel secundario en **Inocencia interrumpida **que le valió un Oscar y la convirtió en una auténtica estrella.