Ángelo Néstore, autora de ‘Leche cruda’: “Todos podemos depender de otros, hay un valor dentro de la vulnerabilidad”

Tuvieron que pasar muchos años, —una Odisea de varias búsquedas y cuatro reescrituras—, para que Ángelo Néstore arribase en la orilla de la historia que quería contar, y bajo la voz y la textura en la que quería contarla. Un relato que comienza precisamente con Mia, también italiana afincada en España, llamando a la puerta de la casa de su infancia en Lecce, para responsabilizarse del cuidado de su madre enferma y con demencia. Éste es el corazón que palpita bajo las pieles y pelajes mutantes de Leche cruda (Reservoir Books), la novela debut de la poeta autora de Deseo de ser árbol, editora en Letraversal y docente e investigadora en la Universidad de Málaga en el grado de Traducción.

Una madre que ha perdido la capacidad del habla, una hija dispuesta a agotar hasta la última posibilidad de comunicarse con ella y un gata que ha desplazado a esta última como receptora del afecto materno danzan en las páginas de un libro que vibra y se transforma entre las manos de sus lectores. El lenguaje y el amor buscan emerger a la superficie en maneras inexploradas o disidentes en una historia que traza importantes paralelismos con la propia biografía de la autora, también natural de Lecce, y los símbolos y elementos que hacen especial la historia afloran desde una cubierta en la que brillan los colores de la bandera trans y con un título que es una referencia a la fonética de la ciudad italiana.

Néstore se encuentra con Vogue España para hablar de una novela en la que ha volcado todo lo que su propia experiencia vital le ha enseñado sobre la condición de extranjería, no sólo en un sentido geográfico, también de sobre la disidencia de género, así como todo lo que la escritura le ha permitido pensar (y desafiar) sobre voces, géneros y formatos literarios. Lo hace inquieta por el contexto histórico que vivimos, por la injusticia y el dolor infligidos al pueblo palestino, y nos pide recoger este sentimiento para que la conversación sobre el lanzamiento de su libro no reste visibilidad a la urgencia de la causa que conmueve hoy a casi toda la humanidad.

Leche cruda Angelo Nstore novela cubierta con un cordero y plano detalle de una mano con guante azul y una sortija rosa

Cortesía de Reservoir Books

Esta novela nos hace viajar a tus orígenes como autora, no me refiero sólo a Italia, tu país natal, sino también a tu especialización en traducción. Hay mucha traducción en la novela, de italiano a español, de la normatividad del género a lo queer, también de lo humano a lo animal… ¿Cuán importante es el acto de traducir y traducirse en Leche Cruda?

Ángelo Néstore: Yo siempre me siento una persona extranjera en mi propio cuerpo y esto lo he llevado y lo llevo conmigo. A pesar de compartir una lengua, a nivel latente, ha existido un intento fallido de traducción a la hora de comunicarme con mi familia, mi madre, etc. Por otro lado, mi madre y mi entorno, mi amistad de Lecce en Italia, me perciben como persona extranjera, porque de repente empiezo a hablar italiano con un acento español, o creo que estoy hablando italiano y hablo español. Todo esto, al final, me lleva a una cuestión común: probablemente no entendemos todo lo que está ocurriendo. No entiendo cómo habla mi hija o qué quiere decir cuando dice que es una persona no binaria, pero yo la voy a querer igualmente. Es lo que pasa con lo animal. Evidentemente, un animal no habla, pero eso no implica que podamos acercarnos a lo animal desde un lugar de amor y no de posesión.

Y eso nos lleva también a cuestiones mucho más amplias, que tienen que ver con las personas extranjeras. Esta idea de que o te asimilas a mi lengua y mi cultura o realmente tan sólo te estoy tolerando. Fíjate si soy buena que te estoy tolerando, si no ejerzo violencia. La tolerancia también tiene ese revés, porque crea esa distancia vertical y me parece también terrible que nos tengamos que limitar a la tolerancia cuando podemos hacer que lo otro nos modifique en nuestro discurso amatorio. Entonces, para mí, mi objetivo es decir: amémonos desde nuestra diferencia e intentemos hacer que lo otro nos pueda modificar. Y por eso también la cosa de que quizá no lo entendamos todo, porque en el libro hay partes en italiano, pero no pasa nada por no hacerlo.

El amor, por cierto, se plantea en sí mismo en la novela como un elemento que puede ser no binario. ¿Es coercitiva nuestra idea del amor?

AN: Creo que es interesante que hagamos un esfuerzo también las personas que vivimos desde la disidencia. Sé que eso es bastante delicado, pero también creo que es importante. No todo el mundo tiene que conocer a Judith Butler. No podemos exigir esto para amar, porque sería colocar el amor en un lugar elitista, que no me interesa. No le puedo exigir a mi madre, no por su edad sino por su realidad, o a personas que no están en determinado círculo, que me hablen con la E [la terminación más aceptada de las que adopta el género no binario en español]. Yo no entendía el amor de mi padre y lo veía como violento, porque me llevaba a pescar y no me gustaba, pero nunca me había planteado que realmente lo hacía porque no tenía las herramientas. Esto no es justificarle, porque evidentemente debería tenerlas, sino reconocer que si hacemos un esfuerzo, si damos un pasito también nosotres, la otra persona probablemente también lo dé. En la novela, la vulnerabilidad de una enfermedad coloca a Mia en el territorio de dar este paso, y no me gusta la idea de que necesariamente tengamos que exigir un nivel de vulnerabilidad tan grande, o que nuestros mayores se hagan muy mayores, para tener el arrojo de amarnos e intentar traducir nuestra forma de amar.

¿Es el amor lo que subyace en esta traducción o intento de comunicación?

AN: La novela es un homenaje a la traducción, porque las personas que traducimos estamos en tránsito. Al fin y al cabo, el lenguaje es un tránsito, el lenguaje extranjero es un tránsito. No se entiende un idioma extranjero, de la misma manera que no se entiende a un animal, o no se entiende la demencia, pero eso no nos impide estar ahí. No es fácil, pero podemos estar en estos lugares de tránsito. A veces debemos estar en ellos para poder llegar a otro lugar. En los grises, aunque no se nos enseñe, también se puede estar bien. Con la edad, en el sistema neoliberal, hay una exigencia de que a partir de los 30 eres un ser que te has formado y puedes trabajar, producir. Se nos enseña que tienes que tener una idea y agarrarte a ella. La posibilidad de contradicción, que tiene que ver con la posibilidad de fracasar y de jugar, que para mí son dos cosas fundamentales, se pierde cuando aprendemos que tenemos que ser productivas. La posibilidad de contradecirnos es importantísima, implica estar en un gris, en estado de apertura hacia el otro. Desgraciadamente ahora, con el tema de las redes sociales y el yo digital, que es casi más importante que el yo físico, los discursos de la extrema derecha han conseguido agarrarse a esto y, a través de memes, hablando este lenguaje, consiguen penetrar y radicalizar estos yoes con el miedo a la otredad, tildando al otro del malo de la película, como la persona que te va a quitar todo lo que tú y los que son como tú habéis conseguido.

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