Con una pintura de textura y colores terrosos influenciada por los pintores nabis, como Pierre Bonnard o los lienzos de Goya, Calleja nos descubre los espacios interiores, en los que se interroga por las relaciones cotidianas entre las personas y el equilibrio diario entre la felicidad y la melancolía en el día a día. En estos espacios interiores de Calleja, el hogar tiene un lugar preferente como espacio en el que reflexionar sobre las relaciones personales y familiares. Ante todo, las imágenes que pinta Calleja tienen en común que nos resultan cercanas. “Creo que uno de los momentos decisivos en el que comencé a reflexionar más sobre el hogar fue cuando viajé a Inglaterra para estudiar. Pensé que como en Malta hablamos inglés me sentiría como en casa, pero cuando fui allí, enseguida me di cuenta de que por mi acento se podía saber que yo era extranjera. Así que creo que eso cambió un poco mi forma de ver el hogar o la casa. En ese momento me plantee muchas cosas sobre mi identidad y mi procedencia”.
Un proceso que abarca varias capas de significado, como reconoce la propia Calleja, que participó en la Bienal de Malta de 2023 con una exposición llamada Motherlanguages, en la que exploró el pasado de las generaciones anteriores de mujeres en Malta. El proyecto fue todo un descubrimiento. “Me dio también un espacio de reflexión sobre como los derechos que tenemos las mujeres son muy recientes y como de alguna manera se ven amenazados fácilmente. Averigüé cosas del pasado colonial de Malta, por ejemplo, que mi abuela no podía hablar maltés, que solo le enseñaban inglés en la escuela, o que mi madre perdió derechos cuando se casó con mi padre”. Precisamente, un tema que se repite de forma habitual en su pintura, como en sus numerosos cuadros en los que retrata a sus padres juntos, a menudo dormitando en el sofá o mirando el móvil. Creando imágenes que evocan cercanía “A menudo miro a mis padres, mientras están juntos después de un montón de años de casados y me pregunto ¿cómo lo habrán hecho? Es casi un poco como el vivieron felices para siempre. Me intrigaba mucho esa imagen por lo mundana y lo cotidiana que es. Creo que por esa es la razón por la que he llegado a pintarla una y otra vez” relata Calleja.
“Como mujer queer, creo que me interesa también el tema de mis padres porque en ellos reflejo lo que yo anhelo, esa forma de vida en pareja aparentemente tan sencilla”. El poso feminista de su obra puede observarse en la manera en la que Calleja dispone de manera sutil la tensión inherente a las expectativas que constriñen a las mujeres. Como es el caso de uno de sus lienzos más recientes, en el que se pinta apretando con unas tijeras abiertas la palma de la mano izquierda. En este baile de manos la artista entrelaza la tradición intergeneracional de su país –“Cuando pinté este cuadro pensaba en la imagen de mi abuela leyendo la palma de las manos, como solía hacerse en Malta”– con la imaginería católica como ideal de mujer que es imposible de cumplir. “También me inspiré muchísimo en las manos de la Virgen María en La Anunciación de Cestello que pintó Botticelli. Me di cuenta de la atención magnética de esas manos, de como repelían y aceptaban la noticia que le acaban de transmitir, la aceptación de su destino como mujer” explica.