Anne De Marcken, autora: “Aceptar la inevitabilidad de la pérdida posibilita la belleza”

Puede que el recorrido de Dura una eternidad y en un instante se acaba desde que salió en nuestro idioma, editado por Sexto Piso y traducido por Ce Santiago, haya sido discreto. Pero ha dejado sin duda un impacto profundo en aquellos lectores que han tenido la suerte de llegar hasta el libro. La protagonista creada por la autora estadounidense Anne De Marcken, una zombi que camina siguiendo un instinto soterrado en busca del recuerdo de quién fue en vida, clava sus dientes y deja una marca imborrable.

De Marcken ha creado una historia de zombis capaz de hacer poesía a partir de todas las convenciones del género. En lugar de secuencias de terror previsibles, hay una exploración desde otro lugar que nos lleva a hacernos preguntas sobre la memoria, el sentido de identidad, la percepción del tiempo y la capacidad de ser sensibles a la belleza de la vida. Un intercambio con la autora nos permite descifrar aún más clave de la que es, sin lugar a dudas, una de las mejores novelas del momento.

Anne De Marcken libro Dura una eternidad y en un instante se acaba cubierta

Cortesía de Sexto Piso

Esta no es una historia de zombis convencional. ¿Cuál fue tu aproximación al canon para escribirla y qué cosas quisiste hacer de manera distinta?

Anne de Marcken: Definitivamente no soy la persona a la que pedir recomendaciones de historias de zombis. Me mortifica reconocerlo, pero aún no he leído una sola novela. Cuando me di cuenta, casi accidentalmente, de que estaba escribiendo una (más o menos) sí que me esforcé un poco en conocer la taxonomía del zombi (alienígenas, contagios, contaminados…) Mientras escribía, recuerdo que la Autobiografía de Rojo de Anne Carson estaba presente por la forma en la que recoge la humanidad del monstruo Geryon. También me interesaba la exploración de la cultura haitiana que realiza la cineasta experimental Maya Deren a principios del siglo XX. Crónica de un pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami, funcionó como ejemplo de cómo trabajar con lo misterioso en la narrativa, y la escritura de Sigmund Freud sobre lo siniestro también fue de mucha utilidad. Leí al filósofo contemporáneo Timothy Morton, sus pensamientos en torno a los hiper objetos relativos al cambio climático. En algún punto del proceso de escritura me inspiró la serie de televisión de Damon Lindelof, The Leftovers, por la manera en la que lidia con el duelo de una manera tan cruda, deliberada e inconclusa. Muchos músicos me acompañaron por el camino (Mount Eerie, Sigur Ros, Björk, Elvis Costello…) Hay muchos epígrafes en el libro tomados del trabajo de un puñado de personas que actuaron como una guía al intentar abordar las cuestiones que motivaban mi escritura: Dionne Brand, Toni Morrison, Charles Simic, Judith Butler. Estoy en deuda con todas las personas que han acudido a esos lugares oscuros antes que yo con la imaginación como linterna.

En una voz diferente, esta podría haber sido una historia de terror. ¿Cómo lo hiciste para narrar algo que hablase tanto sobre la belleza del mundo y de la vida?

ADM: Siempre me he identificado con los monstruos (esas figuras en la mitología y la cultura que representan aspectos de nosotros mismos o de la sociedad que queremos repudiar). Medusa, el Minotauro, las brujas, las madrastras malvadas… Creo que es porque soy mujer y queer, dos formas de ser tratadas como abyectas, que requieren modificación o domesticación. De verdad quería comprender lo que este monstruo, el zombi, dice de nosotros, sobre nuestro momento actual, sobre mí. Quería comprender nuestra rabia y nuestro hambre insaciable, aceptar que estos son aspectos de mí misma. Comprometerme a habitar la perspectiva de un narrador no muerto como si ella tuviera las mismas dudas, pensamientos, problemas y alegrías, los sentimientos de cualquier persona, me permitió ser curiosa en sus peores aspectos.
Me di cuenta (o decidí) que la rabia y el hambre del zombi son expresiones de dolor, y fue esto lo que me hizo conectar con aquello a lo que amo, y lo que no me puedo permitir perder. Al escribir sobre lo que verdaderamente encuentro descorazonador, bonito o divertido, fui capaz de conectar con ese sentido inmanente de pérdida que impregna la vida. Creo que aceptar la inevitabilidad de la pérdida posibilita la experiencia de la belleza.

En tu libro, la acción tiene un ritmo muy especial que ayuda al lector a experimentar todo de la forma en la que lo haría alguien con todo el tiempo del mundo por delante (un zombi). Los paisajes son poesía, belleza. ¿Por qué decidiste detenerte en estos capítulos y remarcar la lentitud que tanto echamos de menos en nuestro día a día?

ADM: Gracias por reflexionar así sobre el libro, me genera esperanza. El sentido de dilación del tiempo es algo que busco en mi vida, y me cuesta. Me empeño en hacer y terminar cosas, incluso con el lamento sentir que se me escapa la vida. Es muy difícil detenerse. De alguna manera, el libro medita sobre el lamento de no poder parar, no tomarse el tiempo que necesitan las cosas. Supongo que me gustaría vivir más, como los no muertos, más consciente de la fugacidad de la vida… O tal vez lo contrario, cautiva de la mortalidad, menos constreñida por la ilusión de un progreso o una conclusión. Los ritmos del libro son muy orgánicos, más estacionales y espaciados que narrativos. Algo ocurre. Después pasa otra cosa, después, otra, y la carretera conduce de un lugar a otro. Un sueño lleva a un recuerdo, a una idea. Me interesan las historias que actúan de la misma manera que la vida, como una serie de puertas trampa y agujeros de gusano, en lugar de una secuencia causa-efecto que acaba en una conclusión. Creo que la escritura fantástica se puede permitir esta posibilidad, es una manera de seguir la imaginación y la intuición en lugar de un esquema o plan. Es el plan lo que me hace sentir que siempre llego tarde a algo, o que debería estar en otro sitio. Pero, cuando presto atención a lo que siento, el tiempo se percibe más como un espacio, no tan definido por lo que tiene que pasar sino por lo que ya está aquí.

Disculpa si voy muy lejos con esta conexión, pero la amnesia de los zombis, esa ausencia de identidad, les lleva a caer en discursos supremacistas. ¿Querías reflejar algo de los discursos extremos que vemos hoy en día dentro y fuera de internet? ¿Crees que las ideas extremistas se benefician de las crisis de identidad y los tiempos de incertidumbre?

ADM: ¡Lánzate! Las conexiones están ahí para encontrarlas. Desde el totalitarismo y el autoritarismo a los impulsos xenófobos y supremacistas, del dogmatismo a los cultos a la personalidad. Desconfío de la noción de identidad y de aquello a lo que puede conducirnos su búsqueda, también de cómo las certezas y el deseo de dar con ellas puede confundirnos. En el libro, exploro la fragilidad de la identidad y cómo algo más esencial, más estable. El yo es, en realidad una red descentralizada de relaciones. Me interesa mucho esto. Recientemente he pensado mucho sobre cómo somos capaces de albergar, al mismo tiempo, una experiencia profundamente privada de lo que significa la vida y una relación inextricable con el resto de personas y cosas. Me pregunto si aquí, en Estados Unidos, dedicamos demasiado a pensar en el individuo, (privilegiando los duelos, logros, opiniones o certitudes personales) y malinterpretamos lo colectivo como una extensión o amplificación del individuo. Como si fuera una especie de delegación electoral de la identidad, en lugar de una consciencia ecológica más compleja. Tal vez padecemos la soledad y el hambre de ser vistos porque confundimos quiénes somos con la experiencia de presentarnos ante los demás (validación, éxito público, likes o seguidores). ¿Preferimos ese reconocimiento efímero y superficial a conectar? Esto nos hace vulnerables a ser explotados por líderes que actúan de mala fe y hace posible que explotemos a otros. Me pregunto si la identidad y la certitud funcionan como una especie de moneda no oficial en un sistema de transacciones a punto de colapsar. Para ser sincera, creo que en realidad ya ha colapsado, sólo que su coste no está distribuido de manera equitativa, algunos todavía no lo hemos pagado. ¿Demasiado oscuro?

Las historias de zombis normalmente presentan algún tipo de justificación de ciencia-ficción que origina la pandemia. Como lectores, estamos entrenados en la búsqueda de esta explicación, y tú nos la niegas una y otra vez, señalando que no es lo importante. ¿Cómo navegaste las expectativas del lector convencionales para llevarnos a otro lugar?

ADM: Me parecía innecesario pasar tiempo trabajando en el trasfondo de la historia. Los zombis están en el aire, podríamos decir. Todo el mundo comparte tropos e imágenes populares, así que tampoco tenía que explicar lo que es un zombi. Y tampoco es que me interesara mucho por qué los zombis. Estoy más interesada en la manera en la que se percibe algo que en por qué ha ocurrido. Encuentro en el cómo una cuestión más atractiva que el por qué. Para mí, los zombis y los monstruos son solo una representación exagerada, absurda y literal de las cualidades que tememos en nosotros mismos. No hay una sola historia de origen zombi separada de la nuestra. Sin embargo, sí que pasé mucho tiempo intentando comprender el predicamento zombi, que no va tanto de un experimento de laboratorio fallido, sino más bien de buscar en mí, (un ser humano corriente), el origen de un hambre rabiosa, asesina, incapaz de compasión, la sensación de separarme de mi propia vida. Todas las convenciones del género fueron muy útiles para cobijar ese proceso. Presté mucha atención al interrogante físico del zombi pero, en lugar de imaginar una premisa que explicase el monstruo y su comportamiento, me imaginé a mí misma en esta experiencia. O imaginé al zombi en mi experiencia vital. ¿Cómo sería lo de ser vegetariana y de pronto sentir un deseo abrumador de comerme a alguien? ¿Cómo sería que la muerte no fuera nunca más algo inevitable? ¿Cómo sería no tener que respirar? ¿Seguiría fumando? Para mí, lo inexplicable del monstruo es lo inexplicable que hay en nosotros. Se siente como un error intentar explicar lo inexplicable. Sería como echarle sal al agua y decir que es océano. Prefiero, simplemente, prestar atención a lo inexplicable, lo inefable, misterioso e incomprensible, y describirlo con precisión.

¿Cómo piensas un final para la historia de un personaje que nunca desaparecerá del todo?

ADM: Supe que el final de esta historia no tenía por qué tener nada que ver con zombis, ni tampoco con que la protagonista alcanzase su destino, sino con su habilidad para sentir el dolor que experimenta al principio del libro como rabia y hambre. Quería que la historia se sintiera completa, pero no resuelta. Para mí, el dolor no termina. Cambia de estado, como el agua, pero es irresoluble. Más bien perseguía un sentido de plenitud. Quería que la historia acabase tal y como había arrancado, como si el final fuera sólo la siguiente cosa que le pasaba, pero también la última cosa que tenía que pasar. Al acercarme al final, puse más atención en marcar el ritmo que en ninguna otra cosa, para que la historia pudiera descansar tras haber agotado toda su energía, como una piedra que descansa en la base de una pendiente. Quería agotar el imaginario, el lenguaje, no malgastarlo pero sí agotarlo, para traducir la fuerza cinética de la historia en una plenitud emocional para el lector comparable a la de la protagonista. Quería dejarla despojada de todo, o lo que es lo mismo, quería que se sintiera amada.

También eres editora en tu propio sello, The Third Thing. ¿Qué tipo de historias y voces te interesan y cuáles crees que necesita el mundo de hoy?

ADM: Me encanta cuando un artista hace algo que sólo elle puede hacer y lo ha llevado hasta el final, con todo su corazón. Aprecio una idea inteligente, pero me importa más el corazón, la ferocidad en la dedicación del artista a la hora de llevar a cabo esa idea. Este tipo de obra requiere una vulnerabilidad y toma de riesgos que emerge en forma y lenguaje, no sólo como concepto abstracto. Me encanta cuando la escritura se pone al servicio de la historia, ya sea una historia contada en forma de poemario, novela o algo que desafíe los géneros. Me refiero a que me gusta cuando los movimientos de quien escribe son esenciales para el proyecto, no astutos o llamativos, ni experimentales sólo por el gusto de experimentar, (aunque me gusten los experimentos). Y me entusiasma cuando no soy capaz de categorizar la obra. Creo que necesitamos (y que queremos) libros que expandan nuestro sentido de lo posible, tanto en literatura como en la vida. Quiero publicar y leer la obra de artistas que hayan encontrado una salida de la convención y las expectativas del mercado. Libros que nos abren un pasadizo a una forma más salvaje de existir en relación con los demás y con nosotros mismos.

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