La noche ha sido, es y será escenario de ficciones que aprovechan la oscuridad para dejar salir las pasiones ocultas del ser humano, desde los pensamientos que imaginamos en los silencios de los protagonistas de las pinturas de Hopper a la metáfora que envuelve la espantosa dualidad que caracteriza a los personajes de Stevenson o Stoker. Ficciones que existen porque la noche representa ese momento en el que nos distanciamos de la realidad y habitamos ese otro mundo onírico en el que todo es posible. Sin embargo, el acelerado ritmo vital contemporáneo conquista a la carrera el reino de Morfeo y el insomnio se afianza como un estado colectivo, como una patología que se contagia con la velocidad de un mensaje viral.
Ana Penyas ha demostrado siempre una especial sensibilidad y acierto en la elección de sus temáticas, por lo que pese a no contar con un elevado elenco de títulos publicados, todas sus obras constituyen acontecimientos que hacían esperar su nueva creación con expectación. En vela (Salamandra Graphic), su tercera novela gráfica, se adentra precisamente en esa incapacidad creciente para no dormir, en la imposibilidad de realizar esa acción tan normal y cotidiana. Y, al igual que en sus obras anteriores, opta por una coralidad de personajes desde la que analiza causas y consecuencias para trascender la mera descripción de un problema. Penyas presenta así diversas situaciones de insomnio, en las que aparecen elementos comunes, como la sobremedicación de ansiolíticos o los efectos en la relación con los compañeros, desde las que traza una cartografía que revela cómo no solo se trata del síntoma de una enfermedad que afecta al individuo, sino a toda la sociedad.

La autora se introduce en las mentes de los insomnes en ese preciso momento en el que el sueño se escapa de sus posibilidades y deja paso a una sucesión de intrusivos pensamientos, plasmados en una metáfora visual en la que las viñetas se pierden en una barroca composición que transmite una sensación de creciente opresión. Los simbolismos gráficos varían, pero esa sensación de imposibilidad, de inquietud, culmina con la llegada del nuevo día sin haber podido gozar del descanso nocturno y lo convierte en un cruel castigo. La precariedad laboral, las dificultades de acceso a una vivienda propia, la convivencia en sociedades despojadas de relaciones personales o la evasión a través de la pantalla o las redes sociales como únicas vías de escape constituyen algunas de las causas que Penyas desgrana en su radiografía del insomnio, de una colectividad que ha perdido la capacidad de soñar y, con ella, la esperanza.
Los ojerosos protagonistas de En Blanco no sonríen, ni tan siquiera poseen una identidad propia, subyugada al rol laboral como único identificador, al nombre que aparece en la brillante pantalla de la aplicación de mensajería. Las risas provienen solo de la publicidad, de esa mercadotecnia que anuncia el placer consumista como única expresión de felicidad posible, pero que solo está al alcance de los que pueden dormir y soñar. La mirada de la autora de Todo bajo el sol resulta demoledora: el insomnio es el resultado de un proceso de deshumanización donde el futuro ha desaparecido, donde el pasado ya se olvidó y solo existe un angustioso presente aceptado con la resignación de saber que ni el escape del sueño existe.