Cómo aprender a perdonarnos
Un día, de pronto, te ves pensando en la felicidad, en lo complejo y amplio del concepto y decides investigar sobre los hábitos que se relacionan con este estado vital. Lees: Vivir en el presente, dormir lo suficiente, practicar la gratitud, centrarse en aprender y no tanto en ganar o ser parte de una comunidad próspera. Hasta ahí todo bien, pero, de repente tus ojos se detienen sobre uno de ellos, “cultiva la autocompasión”, y te preguntas si la idea que tienes de la autocompasión será la acertada –no tiene nada que ver con autocompadecerse– y si lo estarás llevando a cabo. Aprender a perdonarnos forma parte de ese concepto.
Y es que esta capacidad, que es una forma de la inteligencia emocional, es muchas veces nuestra asignatura pendiente, ya que tendemos a castigarnos y a exigirnos en exceso. Practicarla supondrá comprenderse, ser amable con uno mismo, tenerse paciencia, acompañarse y perdonarse. Y es ahí, en el auto perdón, donde nos quedamos hoy, una práctica fundamental para vivir en un clima interno de serenidad, comprensión y sana autoestima.
Una dificultad que conecta con emociones profundas
¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos? ¿Por qué no nos permitimos fallar? “El error en realidad forma parte del aprendizaje y vivirlo como algo terrible, nos limita, no solo en el daño que nos autoinfligimos en el momento, sino también de cara al aprendizaje futuro. Nos impide analizar qué ha pasado, buscar nuevas alternativas beneficiosas para nosotros y, en general, nos lleva a vivir con miedo, con temor a repetirlo y volver a sentirnos mal”, asegura Lucía Camín, psicóloga clínica y directora de Alcea Psicología.
Aunque cada persona tiene su propio recorrido e historia, la psicóloga observa frecuentemente en consulta cómo cada persona suele tener un propio censor interno que le limita a la hora de perdonarse mediante tres mecanismos de acción: nos critica o castiga cuando cometemos un error (o pensamos que lo hemos cometido), nos exige ser de una determinada manera y nos asusta sobre las posibles consecuencias negativas que nuestro fallo puede producir en nosotros o en los demás. Esta parte de nuestra personalidad, conocida como el crítico interno, tiene mucho peso en nuestro mundo intrapsíquico; nos guía, nos orienta, pero también nos agota, nos culpa y nos aleja de la posibilidad de perdonarnos, comprendernos y respetarnos.
Lucía tiene claro que esta manera interna de tratarnos tiene mucho que ver con cómo se percibe el error desde nuestra sociedad, “normalmente es considerado como algo reprobable, algo a evitar, algo deshonroso” asegura. Y es que no nos enseñan a perdonarnos. “Por lo general, solemos tener más empatía y benevolencia con los errores de los demás, incluso si nos afectan directamente. Aunque nos hagan daño o nos molesten de alguna manera, somos más proclives a comprender al otro, o tender puentes, a reestablecer la conexión perdida. Sin embargo, hacia nosotros mismos, tendemos a ser más duros. Es frecuente que vivamos con remordimientos sobre lo que hemos hecho mal o sobre lo que no hemos hecho, pero deberíamos tener controlado”, comparte Camín.