Arde Bogotá y Amaia, el ying y el yang de un emocionante final de Sonorama – jenesaispop.com

“No ha pasado nada y eso es lo que mejor que puede pasar”, aseguró Javier Ajenjo, director del festival, durante la rueda de prensa de Carolina Durante el pasado viernes. Efectivamente, Sonorama Ribera ha estado libre de incidencias. Las grandísimas aglomeraciones no han dado problemas, los aseos y las barras han funcionado con normalidad y, como cada año, no se le ha escapado nada a la organización del festival. De hecho, nos regaló uno de los momentos que recordaremos de cara a futuras ediciones y que paralizó el festival por unos instantes.

Unas extrañas luces aparecieron en el cielo de Aranda de Duero. De repente, entraron en formación dibujando los logos del festival en lo alto ante la mirada de las decenas de miles de asistentes. Los drones pintaron la noche de importantes mensajes, como la denuncia del genocidio en Gaza, con el símbolo de la paz y la bandera de Palestina por igual, o el precioso recuerdo de un amigo y compañero que ahora tiene alas. Tampoco pudieron faltar las copas de vino Ribera del Duero o el adelanto del concierto más esperado del festival, con el logo de Arde Bogotá llenando la noche de rojo. Había una energía especial en el aire que fue abordada por Dorian durante su concierto, con Marc Gili asegurando que tanto él como sus compañeros estaban convencidos de estar viviendo una noche emocionante. En este sentido, los conciertos de Arde Bogotá y Amaia fueron de enmarcar.

El grupo de Murcia fueron tratados como el gran evento del festival, con una intervención de más de una hora y media de duración y un escenario especial construido solo para ellos, con pasarela incluida. Después, esta sería aprovechada de gran manera por la rave de Delaporte. El show estaba diseñado para tocarte la fibra y brilló totalmente en los momentos más lentos y acústicos. ‘Los Perros’ o ‘Antiaéreo’ son de las canciones más icónicas de la banda, pero anoche hubo un clímax emocional maravilloso que se desvaneció al sonar estos temas.

No soy especialmente fan de la banda murciana. Esto ha quedado claro en crónicas pasadas, pero es imposible sentirse atrapado por la pasión de sus fans, que tampoco son pocos precisamente. No es solo el mar de gente que congregan, sino cómo lo vive cada una de estas personas. ‘Virtud y Castigo’ y ‘La Salvación’, canción insignia de la banda, se hicieron inmensas gracias a un refrescante conjunto de cuerdas. Esta última emocionó al vocalista, Antonio García, y era difícil no querer formar parte de ese momentazo. La vena sofisticada le sienta como un guante a su icónica voz y creo que también son las canciones que sus fans más sienten. Las más energéticas, por otro lado, recuerdan tanto a otras bandas que se quedan un poco vacías. De todas formas, anoche Arde Bogotá dio seguramente el mejor concierto de su carrera. Al menos, que yo haya visto. La fotografía de ellos visitando la Plaza del Trigo por primera vez parece un espejismo. Antonio no tenía el pelazo que luce ahora y el resto de la banda parecen recién salidos de la universidad. Imposible no emocionarse, aunque sea un poquito, sabiendo que unos años después esos chavales, tan normales y anodinos de apariencia, cumplirían todos y cada uno de sus sueños.

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Lo de Amaia, por otro lado, es casi inexplicable. ¿Cómo es posible ver tantas veces el mismo show y que cada vez te guste más? Al igual que en los mejores discos, te vas dando cuentas de los pequeños detalles, o de momentos que no recordabas con tanta belleza. El final instrumental de ‘Auxiliar’, que Amaia se disfruta sentada en los escalones del escenario, es uno de ellos. Al mismo tiempo, fue un concierto de sorpresas. ‘Nanai’ empezó con complicaciones técnicas en el solo de piano de la artista pamplonesa, así que empezó a tararearlo ella misma. De repente, las pantallas se partieron a la mitad, con la parte inferior proyectando un clip de un videojuego de conducción, al puro estilo brainrot. Es lo mismo que esos reels en los que aparece un clip de un podcast y debajo un gameplay del Temple Run, por ejemplo. El objetivo es que la gente preste atención, pero con Amaia basta.

‘Ya Está’ y ‘Despedida’ siguen siendo las canciones más emocionantes del set. La primera siempre calla cualquier recinto en el que se toque, aunque a Amaia le guste hacerlo de forma explícita. La segunda fue acompañada por una de las lunas más bonitas que yo haya visto en un concierto suyo, naranja a rabiar y justo por encima del horizonte. Hablando de lunas, últimamente Amaia ha estado cantando ‘Nuevo Verano’ a petición de sus fans y en Sonorama tampoco faltó. Sí que es verdad que en esta ocasión se extendió un poco más. Ella avisa que no la va a cantar entera, pero es fácil dejarse llevar por un tema tan bonito.

GloriaNM

De las estrafalarias coreografías de Amaia pasamos al body horror de Judeline, que fue capaz de llenar los dos escenarios intermedios. Entre hits como ‘INRI’ o ‘mangata’, las bailarinas de la gaditana se contorsionaban a más no poder, a la vez que se proyectaban haciendo caras totalmente psicóticas en la pantalla. El show incluye unos pasajes totalmente únicos en este sentido, como en la parte durante ‘TÚ ET MOI’ en la que una de las bailarinas envuelve el cuello de Judeline con las piernas y se queda suspendida sobre su cabeza mientras ondea los brazos. Totalmente acorde a la sensualidad de la propia canción. A mitad de show, sin embargo, sientes que llevas viendo lo mismo demasiado tiempo. No es hasta el final del set, con ‘zarcillos de plata’ y ‘chica de cristal’, cuando vuelves a ser incapaz de despegar los ojos de la tarima.

Judeline, seguramente, podría haber llenado alguno de los escenarios principales. Lo mismo con Maestro Espada y Gara Durán, relegados al stage más pequeño del festival, pero merecedores de mucho más. La artista madrileña es uno de los nombres que, de seguro, irán escalando escenarios en los años venideros. La presencia de Ajenjo en el concierto lo corrobora. El pop ensoñador de Durán, combinado con su dulcísima voz, es una alegría para los oídos. Si además lo combinas con grandes canciones, como son ‘Robot’ o ‘Salvavidas’, el resultado solo podría quedar empañado por cuestiones técnicas: unos bajos un poco pasados y un escenario que no estaba preparado para albergar un show así. De fondo, y por desgracia, se podía oír ligeramente al grupo de Jordi Évole, Los Niños Jesús, que se ciñeron a versiones de temas tan trillados como ‘Escuela de Calor’ o ‘Pacto Entre Caballeros’. Esto contaminaba lo suficiente como para que las canciones más íntimas de su último EP no pegaran con la fuerza necesaria. En el futuro, seguro que se hace justicia.

La última jornada de Sonorama Ribera 2025 ha sido una despedida a la altura. El sorpresón de los esperadísimos Alcalá Norte en la Plaza del Trigo, que también ha dado lugar a infinidad de memes, adelantó una jornada perfecta de un festival que va creciendo cada año un poquito más y que, independientemente de lo que haya programado en el cartel o de la imposibilidad de conseguir alojamiento en Aranda, es siempre una experiencia que merece la pena.



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