Así cambiaron mi mente y mi cuerpo cuando dejé de comer alimentos ultraprocesados durante una semana

Probablemente estés harta de oír hablar de los alimentos ultraprocesados. Probablemente, también, hayas empezado a hacer oídos sordos, al igual que con palabras como ‘microbioma’ y ‘antiinflamatorio’. Porque veamos, ¿qué quiere decir ‘comida ultraprocesada’? Probablemente, una vez más, te lo hayas preguntado varias veces (¿o solo he sido yo?). ¿Acaso no están procesados todos los alimentos? ¿Por qué importa hasta qué punto o cuántas veces? Un sándwich siempre será un sándwich, ¿no?

Eso mismo pensaba yo hasta la semana pasada. Fue entonces cuando me detuve a analizar más detenidamente la palabra de moda, y me di cuenta de que quizá me se me estaba escapando algo. Los alimentos ultraprocesados (en España, el porcentaje de compra de ultraprocesados casi se triplicó entre 1990 a 2010 –del 11% al 31,7%–, según un estudio publicado en Nature en 2017) se han relacionado con todo tipo de enfermedades y perjuicios para la salud, desde la demencia hasta el cáncer y pasando por la depresión o la diabetes de tipo 2. Sin embargo, seguimos engulléndolos como el Candy Crush. Yo creía que estaba comiendo todos estos alimentos, pero en realidad me estaba comiendo ellos a mí. Solo había una forma de comprobarlo: suprimirlos durante una semana y ver si cambiaba algo.

Pero lo primero: ¿qué son los alimentos ultraprocesados y por qué son tan nocivos para la salud? La definición no es muy clara, pero el doctor Chris van Tulleken, autor de Gente ultraprocesada, se refiere a ellos así: «Si está envuelto en plástico y tiene al menos un ingrediente que no se suele haber en la cocina de una casa, es un alimento ultraprocesado». En otras palabras, si hay un ingrediente que no se reconoce como alimento normal, es probable que se trate de lo que Tulleken denomina «una sustancia comestible producida industrialmente» (aditivos, emulgentes y almidones modificados). ¿Y por qué son tan malos para la salud? Aún no lo sabemos del todo, pero no resulta descabellado pensar que el cuerpo humano no está hecho para consumir aditivos químicos industriales a cascoporro. Todo esto es muy interesante, pero ¿en qué se traduce esto en la práctica? Vayamos a mi experimento.

Días 1 a 3

Podría parecer que es fácil prescindir de los alimentos ultraprocesados, que basta con dejar las gominolas y los tranchetes, que es pan comido para una mujer preocupada por su salud como yo. Qué equivocada estaba. Los tres primeros días fueron especialmente difíciles. Nada de pan de molde, ni muesli, ni sándwiches envasados a la hora de comer, ni pasteles de arroz con chocolate para la merienda. En un momento dado, una compañera me ofreció los restos de su bollo congelado y la miré como si intentara asesinarme, lo cual no estaba tan lejos de la realidad.

Cuando dejas los alimentos ultraprocesados ocurre algo extraño, y es que también suprimes mucho azúcar. Normalmente comía una galleta por la noche mientras veía mi serie favorita, o me tomaba una Coca-Cola para tener un chute de cafeína a mediodía. Al prescindir de ese azúcar lo echaba muchísimo de menos, así que le ponía al té muchísima miel (que es procesada, no ultraprocesada) y comía plátanos como una yonki. «Por favor, ¿me das un suplemento vitamínico masticable de esos que tienes?», le pedí a mi abuela el fin de semana, que me los arrancoó de las manos porque contienen «citrato de sodio» (sea lo que sea) y «cera de carnauba», que se usa para abrillantar los zapatos.

Días 3 a 5

Mis antojos de azúcar empezaron a bajar alrededor del tercer día (no porque no estuviera comiendo azúcar, sino porque descubrí que el chocolate negro no era un alimento ultraprocesado y así podía conseguir mi dosis). Comía principalmente arroz, verduras, pescado, carne y pan de masa madre. Los almuerzos fueron complicados porque no es muy cómodo llevar todos los días el tupper a la oficina, pero había otras opciones, como algunas cremas y sopas ecológicas. Pero lo mejor, sin duda, es cocinar antes para evitar tener que pasar 72 horas eligiendo un wrap ‘saludable’ que no contenga emulsionantes.

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