Así es cómo conseguí acabar con la indecisión y empecé a ir a por lo que quiero

Acabar con la indecisión: un paso hacia tus prioridades

Al principio me parecía gracioso. Llegué a pensar que era un rasgo propio, uno de esos que creemos que nos definen y que hacen que nos identifiquemos tanto con ellos, que nos resistimos a dejarlos, aun a costa de nuestro propio bienestar. Con el tiempo, la indecisión se fue convirtiendo más en un lastre que en ese gesto simpático con el que la gente me asociaba, y lo que antes provocaba comprensión y sonrisas, empezó a ser motivo de vergüenza y de ansiedad.

¿Qué nos hace indecisos?

Para Rebeca Cáceres, doctora en psicología y directora de Tribeca Psicólogos, la indecisión responde a una combinación de factores psicológicos, emocionales y situacionales, entre las que destacan el perfeccionismo o el miedo al error. “Las personas que tienen estándares muy altos, pueden tener dificultades para tomar decisiones, puesto que siempre buscan la opción perfecta, llegando a caer en lo que conocemos como parálisis por análisis”, explica la experta.

Este perfil es común a gran parte de la población que, abrumados por los altos niveles de exigencia de una sociedad en la que la productividad se ha convertido en la brújula que nos guía, asumimos más responsabilidades y elevamos las expectativas, buscando esa perfección tan poco deseable como imposible. Aunque, como explica Cáceres, no es el único motivo, ya que la falta de confianza en uno mismo, también puede dificultarnos la toma de decisiones, al igual que un historial de experiencias negativas y fracasos que pueden hacernos dudar de nuestra capacidad para tomar decisiones.

¿Cuáles son las consecuencias de la indecisión?

Ser indecisa puede afectar tanto la vida personal, como la profesional, y la psicóloga comparte algunas de las consecuencias más habituales:

  • Ansiedad: la incapacidad para tomar decisiones puede generar ansiedad, especialmente cuando se enfrentan situaciones importantes o urgentes que requieren una elección rápida.
  • Procrastinación: las personas indecisas tienden a posponer las decisiones, lo cual puede llevar a la acumulación de tareas y responsabilidades, que la abruman aún más y lo hacen más complicado a la vez (para poner solución a esto ya hablamos de la matriz de Eisenhower).
  • Pérdida de oportunidades: no ser capaces de elegir puede hacer que seamos incapaces de establecer relaciones significativas por el miedo a vivir nuevas experiencias, o a dejar ir grandes oportunidades.
  • Afectación de la autoestima: la indecisión hace que se genere una imagen de dependientes, inseguras e incapaces.
  • Impacto en relaciones: si alguien necesita la aprobación o dirección de otros, esto puede provocar tensión en los vínculos (de ahí el síndrome de la impostora).
  • Estancamiento personal: la indecisión continuada, el miedo a dar pasos que se convierten en acción, puede provocar que la persona no avance en su vida.
  • Vacío: vivir por inercia, sin tomar decisiones, causa una sensación de arrepentimiento por no haber dado pasos vitales.

Lo que la indecisión esconde

Más allá de esa rigidez mental o el miedo al fracaso que subyace detrás de la indecisión, hay quienes la utilizan a modo de evasión para no enfrentar ciertas realidades o responsabilidades, “es más fácil fingir que no sabemos lo que queremos, que afrontar las implicaciones de nuestras elecciones”, señala Rebeca Cáceres, quien también destaca una falta de claridad emocional cuando nuestras emociones y motivaciones no se corresponden con lo que pensamos.

Añade que, en momentos de indecisión, podemos seguir estas 5 pautas que pueden ser de gran ayuda para tomar decisiones de manera más efectiva:

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