Fan o no, ya conoces los compases básicos de la historia de Victoria Beckham: sus comienzos de ‘clase trabajadora’ (ejem… Rolls-Royce aparte), su ascenso como Spice Girl, los años sin sonrisa y persecución de los paparazzi, su incursión en la moda y posterior consagración. Durante todo este tiempo, en el que ha pasado del «LBD de Gucci sí o s» a presentar sus propios diseños en París, su matrimonio de 26 años con David Beckham ha sido una constante que sigue fascinando a la opinión pública.
Sin embargo, lo que se revela en su nuevo y sincero documental de Netflix –a través de entrevistas con personajes como Donatella Versace y Tom Ford, y algunos cortes sexys de David con la cabeza afeitada en sus días de estrella futbolística– es la ardiente ambición de Victoria y sus repetidos golpes maestros de autopromoción. La joven Victoria Adams era una chica «rara y cero cool» que amaba el teatro musical. A los 19 años se presentó a una audición para una banda que llegó a definir su época, reivindicando la fuerza de la amistad femenina por encima del runrún de la mirada masculina. Es imposible, por supuesto, cuantificar el impacto sísmico de las Spice Girls, rompiendo el techo de cristal de los años 90 con sus zapatillas de plataforma. Y aunque lo del Girl Power parece un poco trillado hoy en día, no lo está tanto. Cambió la forma en que las jóvenes miraban hacia el futuro. Después, el brillo cegador del gran foco mundial se desvaneció y las Spice Girls se separaron: «En un momento estoy difundiendo la filosofía ‘girl power’, y al siguiente soy una esposa en un piso de Manchester».
Lo que más se percibe en la docuserie en tres capítulos es el hecho de que, desde su época de Spice pija hasta hoy, Victoria nunca ha dejado de influir en las aspiraciones de su público, ya fuera empoderando a preadolescentes sin voz en 1995, forjando tendencias con su forma de vestir o formando una familia con el futbolista más sexy del mundo. Como mujer de David, la estrella del pop modernizó el modelo de WAG (mujer de deportista): extensiones largas, shorts diminutos. Y entonces, en el momento en que su look fue adoptado por las masas, ella se transformó.
La ambición rubia de sus primeros años en Los Ángeles fue otra obra de ingeniería de las relaciones públicas –en mi opinión, hizo sus mejores trabajos de branding en las llegadas al aeropuerto de Los Ángeles–, mientras que la famosa campaña de primavera de 2008 de Marc Jacobs, fotografiada por Juergen Teller, subvirtió la imagen de VB como una princesa rodeada de paparazzi. Si nos remontamos más atrás, sus looks solo parecen pasados de moda porque vestir a la última implica alcanzar siempre la vanguardia… y a otra cosa.