Hoy en día es casi imposible pasarse de rosca en cuestión de moda. Después del vestido de carne de Lady Gaga hemos visto cómo distintas celebridades se vestían para la alfombra roja como lámparas de araña, sosteniendo réplicas de sus propias cabezas o llevando mechones de su pelo como si fueran limosneras vanguardistas, ¡y eso solo en la Met Gala!
Pero en la noche del lunes Ivanka Trump se las arregló para hacer algo verdaderamente atroz: se dirigió al Liberty Ball de su padre con un diseño de Givenchy como el que Audrey Hepburn llevaba en Sabrina.
Me explico.
Más que un icono de la moda, Audrey Hepburn era la elegancia personificada. La cosa empezó pronto: al parecer, cuando era adolescente bailaba en secreto para recaudar fondos para la resistencia holandesa. Más tarde, en la cúspide de su fama, rehuyó los focos de Hollywood para criar a sus hijos en Europa, y pasó sus últimos años cultivando un huerto cerca del lago Lemán y defendiendo los esfuerzos de UNICEF para ayudar a los niños que tenían que hacer frente a la guerra y el hambre. Su legado perdurable es un legado de estilo, sí, pero también de significado, lo que exige un homenaje meditado y mesurado, no una imitación.
Al hablar de Hepburn como adalid del buen gusto, los expertos en cultura pop suelen citar otro look de Givenchy: el vestido columna de satén negro que luce en la escena inicial de Desayuno con diamantes (1961). Pero el vestido de Sabrina marcó un punto de inflexión. Tras su gran éxito en Vacaciones en Roma (1953), la diseñadora de vestuario Edith Head la envió a París a buscar atuendo para su siguiente película, Sabrina. Allí conoció a Hubert de Givenchy, que la vestiría en ocho películas. También diseñó el vestido de novia con el que se casó con su segundo marido, Andrea Dotti.
El vestido original de Sabrina consta de dos partes: un vestido palabra de honor de organza y tafetán con unas preciosas ballenas y una sobrefalda rematada con un volante plisado de polvo negro en el bajo. Ambos cuentan con bordados de plumas de pavo real y de ramilletes de flores en hilo blanco y negro. En la película, el vestido representa la transformación del personaje de Hepburn, que pasa de ser un patito feo con cola de caballo a un cisne, resultado de su estancia en París.
Por supuesto, que la controvertida hija mayor de Donald Trump se disfrace de una mujer tan querida por todos es un giro de comedia negra, especialmente teniendo en cuenta que Hepburn casi murió de hambre en la Holanda ocupada por los nazis. Además, salvo por la colocación de los bordados, la versión de Ivanka Trump del vestido Sabrina era casi idéntica: encargó a Givenchy que prácticamente calcara el vestido original. El resultado tenía la profundidad y el ingenio de un tablero de Pinterest de “Estilo Audrey Hepburn”.