Nicholas Matthews/Cortesía de Filmin
Uno de los tabúes con el que también se contextualiza al gibraltareño es la presión a la que están sometidos los diseñadores, cuya productividad tiene que ser tan creativa como beneficiosa para los ingresos de la multinacional que lo contrata. En el filme se citan las más de 30 colecciones al año que tenía que hacer, incluyendo las diferentes temporadas de Dior, su Alta Costura y las propias propuestas de su marca homónima. “Creo que una de las partes más interesantes del documental es escuchar a Sydney Toledano [CEO de Dior cuando Galliano estaba al frente de la maison] decir que John eligió hacerlo así. Es correcto, pero al mismo tiempo, como persona creativa y obsesiva, no iba a decir que no al control que pudiese tener. Supongo que ahí radica el deber de diligencia, como lo llaman, que una compañía tiene con su empleado”, señala el director escocés. En este punto la trama se hace eco de la muerte de Alexander McQueen, un caso con el que Galliano reconocía sentirse identificado. “Es un problema en la moda. Ser creativo no es como presionar un botón, que puedas comenzar o detener. Es un intangible poco fiable que varía y exaspera. Cuando intentas conectar eso a un modelo de negocio o una industria, a menudo recibes mensajes de error”, opina McDonald.
Los incidentes en París fueron el desencadenante de una bomba de relojería que ya no podía pasar desapercibida entre esas excentricidades perdonadas por su genio indiscutible. Cuando le preguntamos al director cómo fue la experiencia de revivir con Galliano esos vídeos, reconoce que al diseñador le costó al principio hablar, pero que luego lo agradeció. “Fue muy traumático para él. Al mismo tiempo, John dijo que fue el peor momento de su vida, pero también el que le salvó, porque si no hubiese sucedido, probablemente habría muerto semanas después por el alcohol y las drogas que estaba tomando”, comenta. No era la primera vez que pasaba el trance: ya en 2013, en la primera entrevista que concedió tras el despido de Dior, reconoció que era lo peor que había hecho en su vida y que acabó vomitando cuando le enseñaron las grabaciones. Tras el juicio, la pena estimada en unos 22.000 euros quedó reducida a una multa de 6.000. Además, pasó unos meses en un centro de rehabilitación, en Arizona. El hiato creativo le duró tres años: el empresario Renzo Rosso, fundador del grupo OTB, anunció a bombo y platillo su nombramiento como director creativo de Maison Margiela. Aunque el fichaje era polémico, también fue de lo más lucrativo, ya que en los cinco primeros años del cargo consiguió doblar los ingresos de la marca.