Claro que la receta funcionó tan bien que los adultos no tardaron en reclamar su parte. Primero con la colección de mujer y, tiempo después, con la de hombre. “Esta última hemos tardado mucho más en desarrollarla, ¿sabes por qué? Porque no me apetecía fotografiar a hombres. Una mujer siempre es inspiradora en foto, pero con ellos es más difícil”, justifica divertida. “Me cuesta horrores encontrar a un hombre que encaje con el espíritu. Hay un señor estupendo australiano con una barba increíble que me encanta y otras veces fotografío a Sam, mi marido, pero es mucho más complicado”.
Y es que Bahillo es la cabeza pensante tras cada prenda, pero también tras otra de las grandes piedras angulares del proyecto: la imagen. Sus campañas (como la que ilustra estas páginas) podrían confundirse fácilmente con editoriales de moda gracias a localizaciones, castings y equipos que trasladan todo el potencial de cada pieza a un plano tan aspiracional como inspirador. “Siempre voy trabajando con equipos diferentes, me encanta colaborar con mucha gente, pero, claro, la que está encima de todo soy yo”, apunta. “Lo que pasa es que cada uno se lleva un poco a su terreno la firma y mi labor en Babaà es precisamente que eso no pase. Que todo sea Babaà”. Un objetivo que, tal y como ella misma cuenta, logra gracias a la confianza generada con cada uno de esos agentes implicados. “Cuando hay una sesión de fotos, yo no voy. Doy toda la libertad, porque ya hemos hablado y ya he creado. Luego, si eso no sale, ya es tu responsabilidad. Tengo que confiar en ese equipo. Es la única forma”, reconoce.