Netflix vuelve a hacer de las suyas estrenando sin aviso previo Bailar para el diablo: La secta de 7M en TikTok, uno de los documentales más potentes del año. La historia de un grupo de bailarines que exponen su trabajo en la red social china y son captados por una secta disfrazada de agencia de representación empieza como un thriller, sigue como un drama y acaba como una película de terror en forma de docuserie que demuestra que algunas cosas nunca cambian.
¿Qué?
Todo arranca con la historia de las hermanas Wilking, dos aficionadas al baile famosas por su trabajo en esa plataforma llamada TikTok, dedicada a los videos en formato breve. Cuando una de las hermanas, Miranda, se marcha a Los Ángeles para intentar lanzar su carrera como bailarina profesional, se enamora de otro bailarín y de repente se ve metida en las tripas de una secta que a su vez ejerce como agencia de representación de artistas. Entonces, su familia tratará de recuperarla. Bailar para el diablo arranca con el video viral de los padres y la hermana de Miranda denunciando los hechos en el propio TikTok.
¿Quién?
La agencia, llamada 7M, la capitanea un siniestro personaje llamado Robert Shinn que ejerce de representante, mentor y predicador de un grupo de jóvenes bailarines a los que capta a través de TikTok para primero desconectarlos de sus familias y después usarlos en infinidad de negocios para todo tipo de marcas y quedarse con las ganancias de estos. Y, lo que es peor, en Bailar para el diablo se acusa a Shinn no solo de manipular y explotar a un colectivo enormemente permeable a las influencias externas sino también de abusos sexuales a varias de sus representadas. Acusaciones que, de momento, no han conseguido que se presenten cargos penales contra el mencionado Shinn. Por el momento, solo una demanda civil presentada por varios exmiembros de la iglesia de Shinn ha llegado a los tribunales estadounidenses. Hasta 2025 no se decidirá si la misma sigue su curso o es rechazada por el juez.
¿Cómo?
Con la misma dinámica que nuestra especie ha usado desde los albores de la humanidad para embaucar al prójimo: prometiéndoles la vida eterna y un pasaje directo al paraíso. Eso sí, los patrones han cambiado y ahora el predicador no necesita gritar a la muchedumbre desde su púlpito o salir a buscar feligreses un día cualquiera. Al elegido le basta con tener un ordenador, conexión a internet y un discurso apto a los tiempos que corren, en lo que todo pasa a mil por hora y todos quieren ser alguien, aunque sea durante un rato. La agencia 7M pesca en TikTok a jóvenes ansiosos por triunfar, por lograr un sueño. Cuando ya los ha conquistado, introduce en el coctel la presencia de su iglesia. Después, les convence de que sin el favor del Altísimo es imposible llegar a la cima y que, de hecho, él habla en nombre del mismísimo Dios.
¿Dónde?
En la sede de la iglesia de Shekinah en Los Ángeles, fundada en 1994, acusada numerosas veces de actuar como una secta y en la cual confluyen bailarines y pastor. Un lugar blindado al que las familias de las víctimas no pueden acceder y que le sirve a Shinn como un cuartel general en el que celebra sus misas con clientes a los que –queda claro durante el metraje– despoja de todos sus bienes con la excusa de que deben donar dinero la iglesia, a Dios y a él mismo.
En resumen:
Una docuserie excelente, de realización impecable, que no cae en el amarillismo y que explica de forma rigurosa un caso espeluznante, ayudado por los testimonios de varios de los afectados y, sobre todo, de la familia Wilking. Tres episodios de cincuenta minutos que explican con claridad diáfana lo sencillo que es acabar siendo presa de un depredador cuando menos te lo esperas y lo peligroso que resulta creer que eso es algo nunca podría pasarte a ti.
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