La exposición reúne obras que recorren toda su carrera: sus primeras composiciones con imágenes y textos (paste-ups), mensajes impresos en vinilo a gran escala, videoinstalaciones y piezas site-specific creadas para el museo. Un completo corpus que provoca que uno salga transformado de la exposición debido a la pertinencia de los mensajes y a la fuerza comunicativa –no siempre tan poderosa y evidente en el mundo del arte contemporáneo– que Kruger imprime a su obra. “Es una persona muy atenta a los mensajes que recibimos todos los días a través de la televisión, la radio, las redes sociales, los periódicos y la publicidad. Ella entiende que la clave es ser muy claro y directo. Rara vez encuentras mensajes largos, a veces es un juego de palabras, pero sobre todo son declaraciones muy escuetas que yo creo que llaman la atención rápidamente”. Los archiconocidos lemas I shop therefore I am o Your body is a battleground son fruto de este poderoso ejercicio de síntesis. Imposible no sentirse interpelado.
Ben Westoby / Cortesía del Museo Guggenheim
Robert Wedemeyer / Cortesía del Museo Guggenheim
Sin embargo, esta claridad meridiana en la que la americana milita activamente con su producción creativa no es casual. La comisaria lo atribuye a dos hechos: “Primero, Bárbara viene de clase obrera, es algo que destaca mucho cuando habla de sus orígenes. Y, aunque tiene 80 años, ella sigue sintiendo que es una figura que siempre ha estado un poco en los márgenes del mundo artístico. Y, además, creo que la idea de producir arte democrático le gusta mucho”. Ese afán por conectar con la mayor cantidad de público posible explica que, con motivo de la muestra del Guggenheim, la artista haya adaptado alguna de sus obras más famosas al castellano y al euskera. “Creo que es una cosa muy bonita que también refuerza esta idea suya de que una obra puede llegar a cualquier persona”. Esta vocación de permear hasta el último escalafón posible entronca con la inclinación de la artista a sacar su obra de los museos para llevarla a espacios públicos: los mensajes de Kruger se han visto en un skatepark de Nueva York, por ejemplo, y también se verán en un tranvía de Bilbao con motivo de la muestra.
Kruger dota a sus piezas de una intencionalidad difícil –por no decir imposible– de esquivar para el espectador. Hileman lanza un ejemplo: “Hay una obra que estamos montando ahora que se llama Verdad. Parece muy sencilla: la palabra está impresa en un vinilo enorme cuyo color va oscilando del negro al blanco. Para mí esta obra es una metáfora de cómo cuestionamos los datos y la información que nos llega. Sinceramente creo que va a ser una experiencia muy impactante para el público”, concede la experta. Ojalá así lo sea.
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