Un cartel puede tener sus más y sus menos, pero siempre se puede arreglar. Lo difícil es conseguir que, pese a todo, haya magia en el ambiente. Sonorama Ribera siempre lo hace. Puede que venga en forma de sorpresa, como la de Antonio García (Arde Bogotá) y David Ruiz (La M.O.D.A.) en el concierto de Sanguijuelas del Guadiana en la Plaza del Trigo. Puede que tome la forma de un clásico que hacía años que no escuchabas, como ese ‘Tenía Tanto Que Darte’ con el que Nena Daconte comenzó su set, directa al grano. O puede que venga en forma de un sentimiento inexplicable. Uno que incluso te puede invadir en los momentos menos pensados. Por ejemplo, durante un concierto de La Raíz.
La banda valenciana se encuentra en mitad de una gira de reencuentro después de 6 años que a la vez conmemora sus 20 años como formación. Esto los ha llevado a protagonizar el primer macroconcierto de la jornada del viernes, que a la vez se trataba de su primera vez en el festival arandino. Ellos mismos no se creían el llenazo que estaban presenciando, comparable a lo que había ocurrido con Viva Suecia la noche anterior: “No podemos explicar lo que estamos viendo”. Sin quitarle mérito a La Raíz, pero esto también prueba que la magia muchas veces la pone el público y, en concreto, el de Sonorama debe ser uno de los mejores que haya. Disfrutan lo que sea, a la hora que sea, y lo hacen saber. Lo hacen saber bailando, cantando cada palabra, formando grandes pogos de amor y aplaudiendo lo que hay que aplaudir. Como las palabras que pronunció Panxo de Zoo Posse: “Tenemos las redes y las calles llenas de cryptobros, nazis y subnormales de todas las clases”, aseguró.

El mismo describió el grupo como “orgullo de barrio y pueblo”, que es lo mismo que decir que La Raíz es para todo el mundo, sin exclusiones. Yo mismo pensaba que no era para mí, pero me equivocaba, porque fue uno de los conciertos que más disfruté en toda la jornada. Tiene mucho de experiencia colectiva, pero también de viaje musical. El ska, el rap, el rock, el reggae y hasta el jazz se mezclan en el escenario gracias a una gran banda en la que los vientos y los coros reinan, sobre todo. Los estados de ánimo también fluctúan, pasando de la fiesta ebria de ‘Borracha y Callejera’ a ese sentimiento inexplicable que mencionaba previamente con ‘El tren Huracán’. Mientras me movía al escenario contiguo, intentando sortear el mar de gente que tenía por delante, solo encontraba personas que, o estaban bailando, o estaban ensimismadas de alegría. Lo mismo no ocurrió con Franz Ferdinand. El «mood» de los escoceses era lineal: hits.
La jornada del viernes era de pillar un buen sitio en los escenarios principales y no moverse en toda la noche, porque todo lo que venía merecía la pena. Después de una impresión un tanto fría en el Warm Up, Franz Ferdinand consiguieron remontar en Sonorama. El público del festival siempre recibe bien a cualquier artista, pero también tiene una tendencia a volcarse más con los nombres nacionales que con los internacionales. Ya lo vimos con Wilco hace dos años y ayer mismo con Supergrass. Para los fans de estos grupos, genial. Para la energía del show, no tanto. Sin embargo, los de Alex Kapranos sufrieron esto a medias y en parte se debe a su propio frontman, que desde luego sabe mover una multitud: “Me encanta el sonido que estáis haciendo esta noche”, apuntó. Así que sí, el público cumplió, pero no tanto como en Carolina Durante.

Diego Ibáñez dijo dos cosas importantes en la rueda de prensa que dio unas horas antes del concierto, en el mismo recinto del festival. La primera es que se encontraba un poco resfriado. No se notó. La segunda iba dirigida a la energía del público: “No me apetece ver al elenco de ‘The Walking Dead’”, aseguró. Al principio, parecía que La Raíz iba a mover más a los asistentes que el terremoto Carolina, pero las revoluciones fueron subiendo poco a poco durante todo el show hasta convertir todos los recovecos de la pista en una jungla, incluso la periferia.
El grupo madrileño tiene una facilidad brutal para convertir la imperfección en un motivo para quererlos. Ya ocurrió en su último Movistar Arena. Y volvió a ocurrir al empezar la canción ‘San Juan’, en la que claramente algo iba mal. “A veces, la primera sensación que te da una persona no es la mejor y esos es lo que ha sucedido con esta canción. Vamos a empezar de nuevo. Mario no había afinado la guitarra… Es nuestra primera vez en el Sonorama y estamos un poco nerviosos”, contó Ibáñez. Una trola piadosa en toda regla. Los chavales estuvieron tanto en el Trigo en 2018 como en el recinto principal en 2023, cuando compartieron cartel con Jorge Drexler y Vetusta Morla. Los fallos técnicos aparecen frecuentemente en sus shows, sí, pero las canciones son tan buenas que compensa.
Se puede señalar la canción exacta con la que el público empezó a volverse loco, y es claramente ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’. Anoche, sonó dos veces, en dos escenarios diferentes. Ibáñez propuso una batalla contra Barry B para ver quién la hacía mejor. Para cuando llega el final del redondísimo show de Gabriel Barriuso, estaba muy claro quién había salido ganador. Y estoy seguro de que Diego también estaría de acuerdo después de ver la pista partiéndose en dos.

Primera vez del artista arandino en uno de los escenarios principales de Sonorama. Probablemente, el concierto más importante de la carrera de Barry, al menos a nivel personal. Es algo que no llega ni muy tarde, ni muy pronto. ‘Perfect timing’. El público sigue estando familiarizado con los temas del principio de su carrera, de los que no se olvida, tales como ‘Taj Mahal’ o ‘Soleá’. Esta y ‘SWISH’ son revitalizadas con un toque de funk que ya vimos en la Sala But, pero que aquí cobra otra magnitud. Barry también tiene a su disposición las canciones más grandes de su carrera. Nunca pensé que una canción con Aitana quedase tan bien en su set, pero ahí está ‘TRANKIS’. A la vez, temas como ‘Chocolate Axe’ o ‘Monster Truck’, recién salidas del horno, son recibidas por los presentes con los brazos abiertos. El cóctel perfecto para que surja la magia.
Mencionaba antes que esta era algo inexplicable, pero no en el caso de Barry. Estás viendo a alguien cumplir un sueño en tiempo real, que no se puede quitar la sonrisa de la cara y que está tan suelto que frases como “esta es la mejor ciudad del mundo y este es el mejor festival del mundo” no le parecen una exageración. Estás viendo a una pareja, artística y sentimental, cantar una canción que escribieron en memoria de un amigo fallecido. Por supuesto, me refiero a ‘El lago de mi pena’ y a Gara Durán, que siempre es aplaudida a más no poder en los conciertos de Barriuso. También estás viendo uno de los momentazos de lo que llevamos de festival, que a la vez se trata de una necesaria reivindicación. Barry lo anuncia como un “paréntesis”. “Hace un año, mi prima salió del hospital, por leucemia, y esta canción le hace ilusión porque la cantaba siempre y ahora la va a cantar conmigo”. La letra de ‘40K’ dice que “la vida son etapas diseñadas para crecer”. Al terminar, Barry ya ha hecho magia: “Todo en favor de la investigación. Aquí está ella”.