¿Qué viste una mujer cuando pasa tantas horas en casa? El confinamiento volvió a poner sobre la mesa una coyuntura bastante interesante: un panorama en el que los leggings y las sudaderas se convirtieron en el estilismo oficial de teletrabajo. En la mayor de las paradojas, Miu Miu le ha dado la vuelta a la tortilla de cara a la primavera 2026 y propone salir a la calle con el uniforme doméstico por excelencia de nuestras madres y abuelas: el vestido tipo batín, pero como una sofisticada pieza que se combina con sandalias o por encima de chaquetas de punto y pañuelos.
Miu Miu primavera-verano 2026.Photographed by Acielle/Style Du Monde
Photographed by Acielle/Style Du Monde
La apuesta en sí no es nueva. En 2020, Bathseva catalogó como ‘House dresses’ una serie de vestidos camiseros con estampado floral y aire muy vintage. Resultaba imposible no evocar en nuestra memoria más reciente a Penélope Cruz enfundada en esos vestidos con los que Pedro Almodóvar recordaba a su madre en Dolor y Gloria. Se trata de un vestido ligado a la esfera más íntima y privada de la mujer, pero también con una potente carga significativa: el símbolo estilístico de la historia vinculada a las amas de casa.
Como los propios vestidos que rescató Bathseva (y que agotaron en seguida), el concepto tiene su solera. Se trata de una prenda en sí misma que llevan vistiendo las mujeres desde siempre, y que ha recibido algún nombre diferente a lo largo de la historia. El boom decimonónico de la moda trajo consigo un estricto protocolo en el que las mujeres tenían un vestido casi para cada ocasión. Al menos, las que podían: las chicas de bien lucían sus mejores ‘tea dresses’ para aquellas reuniones de tarde alrededor de una taza de té. Al no llevar corsé (o uno mucho menos estricto), bajo ningún concepto se usaba para la calle: era una prenda íntima, cuajada de encajes y delicados lazos que subrayaban su carácter extremadamente romántico. Aunque en esa época la producción de encaje se había abaratado, el ‘tea dress’ no estaba ni mucho menos ideado para las eternas horas de rodillas fregando el suelo o zurciendo la ropa de toda la familia.
Vestidos de estar por casa de Bathseva.Bathseva
El vestido Mother Hubbard
La otra cara de la moneda de ese universo íntimo de la mujer radicaba en una prenda mucho más humilde que nació casi al mismo tiempo y sí que estaba pensada para las tareas del hogar. El Mother Hubbard comenzó como una pieza de moda infantil que dio después el salto al armario femenino hacia 1880. Este vestido, que recibe su nombre de una nana inglesa cuya protagonista vestía de forma similar, tenía todas las papeletas para triunfar en el ambiente doméstico. No era estiloso, pero sí práctico: se trataba de un vestido de una sola pieza, con canesú redondo, muy, muy amplio y hasta los tobillos, de mangas largas, que no llevaba corsé, por lo que facilitaba la libertad de movimiento en las tareas. Su silueta XL, además, ampliaba su uso ya que permitía que las futuras madres pudiesen seguir usándolo durante el embarazo. El barato algodón del que estaba hecho era otra de sus bazas: podía llevarlo cualquier mujer, incluso con recursos muy limitados.
Estuvo muy ligado a Estados Unidos, y fue adoptado por las mujeres de las zonas rurales y las que emigraban al oeste, lo que también provocó que uno de sus nombres fuese ‘prairie dress’ (algo así como vestido de la pradera, también muy en línea con otros modelos que lanzó Bathseva en 2018). Sin embargo, en ningún momento perdió su contextualización de ropa para estar por casa. De hecho, sacarlo a la calle podría entrañar cierto peligro: Anita Stamper y Jill Condra cuentan en Clothing through American History que en algunos estados, el vestido Mother Hubbard era considerado indecente, a menos que se llevase cinturón. Su amplitud contrastaba con la ceñida moda de la época, y las mujeres que osaran llevarlo tan suelto podían enfrentarse a grandes multas. Fargo, Dakota del Norte y el estado de Oregón publicaron varias notas a lo largo de la década de 1880 informando de que las mujeres que lo llevasen en público podrían ser multadas: “Asustarían a los caballos y arruinarían los negocios”, recogía el New York Times en octubre de 1884.