Beber agua: un hábito imprescindible
“Be water, my friend”, dijo el artista marcial, Bruce Lee, en 1971. El mítico actor se refería a otras cuestiones cuando pronunció su frase más popular, pero nos sirve al caso: como bien recalcaban nuestros libros de texto en secundaria “se estima que el 65% del peso corporal es agua, variando entre el 50% y el 70% según la etapa vital en la que nos encontremos”. Somos agua, sí, pero no siempre nos hidratamos como deberíamos, y esta mala costumbre genera una serie de consecuencias en nuestra piel, cuerpo y mente. “Si hablamos de la piel, hidratarnos correctamente no solo la mantendrá más flexible y suave, también acelerará la cicatrización y mejorará la elasticidad, lo que a su vez reducirá la aparición de arrugas”, comienza explicando la Dra. Clara Lacasta, especialista en dermatología médico-quirúrgica y medicina estética y capilar en IMR.
Eso sí, con esta premisa, es importante aprender a diferenciar entre una piel deshidratada y una piel seca; dos condiciones que se suelen confundir y a menudo tratar erróneamente. “A la piel deshidratada le falta agua, ya sea por una carencia de aporte o por una pérdida excesiva de la misma, y puede darse incluso en pieles grasas. Normalmente es temporal y mejora al aumentar la ingesta de líquidos y usar productos hidratantes. La piel seca, en cambio, carece de aceites naturales. Esta condición suele ser más crónica y requiere productos que aporten emolientes y lípidos para restaurar la barrera cutánea”, puntualiza Lacasta.
Por suerte, nuestro cuerpo es sabio y su maquinaria se pone a funcionar cuando siente esta falta de hidratación para avisarnos de que no estamos aportando la cantidad de agua que necesita para funcionar con normalidad. Esto puede traducirse en síntomas más claros, como directamente un aumento de la sed, pero también en otras señales más difíciles de interpretar, como mareos y falta de concentración o un aumento del antojo de azúcar. La dermatóloga Lacasta y la nutricionista y dietista Reme Romero nos dan, respectivamente, las claves para interpretar cuándo nuestra piel y nuestro cuerpo no están recibiendo la cantidad de agua que deberían.
Señales de nuestra piel de que no estamos bebiendo suficiente agua:
- Piel opaca: “La falta de hidratación puede hacer que la piel presente un tono opaco y pierda luminosidad”.
- Líneas finas y arrugas: “La deshidratación puede acentuar las líneas finas y arrugas, ya que la piel pierde elasticidad”.
- Textura áspera: “La piel puede sentirse rugosa, debido a que la falta de agua dificulta la renovación celular”.
- Rojeces o inflamación: “La deshidratación aumentar la sensibilidad de la piel, provocando irritación y enrojecimiento”.
- Descamación: “En casos severos, la piel puede descamarse o agrietarse debido a la falta de agua, igual que ocurre con el terreno en los desiertos”.
Señales de nuestro cuerpo de que no estamos bebiendo suficiente agua:
- Boca seca y aumento de la sed: “Es la señal más lógica y fácil de interpretar; todo se basa en escuchar a nuestro cuerpo y darle lo que demanda”.
- Disminución de la masa muscular: “Esta está compuesta mayoritariamente por agua y si, durante la actividad física no bebemos suficiente, aumentará la inflamación de los músculos además de provocar dolores en las articulaciones y otras áreas del cuerpo que están compuestas en su mayoría por este líquido”.
- Orina oscura: “Esto es debido a que el riñón retiene más líquido para llevar a cabo sus funciones. Además, iremos menos al baño y sudaremos menos de lo habitual, consecuencia de esa carencia de líquidos”.
- Mareos y falta de concentración: “Al no obtener la cantidad de líquido necesario, las células desaceleran sus actividades y generan menos energía. También disminuye la presión arterial y pueden observarse dolores de cabeza, fatiga, cambios de humor o calambres”.
- Aumento del antojo de azúcar: “Ya que el estar deshidratado interfiere en la capacidad que tiene el cuerpo de obtener energía a través de la glucosa”.
¿Cuánta cantidad de agua se recomienda beber al día?
“La cantidad de agua recomendada dependerá de la actividad física, los hábitos alimentarios y el grupo de edad en el que nos encontramos. Para mantenernos hidratados basta con dejarse llevar por la sensación de sed y llevar una dieta rica en hortalizas y frutas, ya que nuestro cuerpo no solo recibe agua únicamente cuando bebemos, también la extrae de los alimentos. Sin embargo, sí hay que tener en cuenta que, por ejemplo, cuando realizamos una actividad física ya sea esta moderada o no, debemos aumentar la ingesta de líquidos por la pérdida de agua a través del sudor. Se trata de adaptarnos a las necesidades de la modalidad deportiva y las personales, así como de las condiciones meteorológicas (humedad, temperatura..). Se suele recomendar alrededor de 2 litros (8 vasos) al día, por lo que un buen truco sería incluir dos vasos en cada comida y mantener una alimentación en la que predominen frutas, verduras y hortalizas”, argumenta Romero. Por su parte, Lacasta añade dos recomendaciones clave para complementar esa hidratación interna con otros consejos que podemos llevar a cabo también externamente: “optar por cremas que contengan ingredientes como ácido hialurónico o glicerina, que ayudan a atraer y retener la humedad” y “evitar duchas largas y calientes, ya que las altas temperaturas pueden despojar a la piel de sus aceites naturales”. Recuerda: be water, my friend.