En su caso, trabajaba a la vez. Había montado dos expendedurías de pan en Valencia con solo 19 años. Pero decidió hacer las maletas y ver mundo. Y se marchó a Países Bajos. Allí comenzó a trabajar en la cocina de una cadena hotelera. Cuando su madre y tías la visitaban, las trataban tan bien que creían que Begoña dirigía el hotel. Tardó en revelarles la verdad. Por entonces, la figura gura del chef no formaba parte del imaginario popular. Como dice, nadie soñaba con ser cocinero. “Todo empezó a cambiar con la revolución de El Bulli en 2004. Surgió un interés por construir una carrera culinaria. Hasta entonces, en los restaurantes mandaba el maître y a las cocineras, la mayoría mujeres, nadie les hacía caso. Y así siguió durante un tiempo”. Cuando volvió a España, recuerda que le sorprendió que todavía “se fumara y bebiera” en la cocina.
Silvia Retana
Con su pareja, Jorne, de origen holandés, abrió las puertas de La Salita en Valencia. Un local donde había wifi, quien llegaba podía leer un libro mientras se tomaba una copa y, decían, la comida estaba rica. “Pero siempre nos comentaban que no parecía un restaurante. Nos sentíamos incomprendidos. Estaba pensando en irme de nuevo de España cuando una amiga me recomendó presentarme a un nuevo concurso culinario que sería Top Chef–, y allí me fui con mi termomix y un hijo de diez meses. Me seleccionaron y a los pocos días estábamos grabando. No me dio tiempo ni a pensarlo. De repente, 5 millones de espectadores, ganadora… Fue una auténtica locura. Me ayudó mucho tener 38 años, un proyecto y responsabilidades. Me centré en mi casa –como llama a su restaurante– y evité convertirme en un producto televisivo o meterme en la farándula. Eso me hubiera destrozado a los tres días. Solo quería que me tomaran en serio como cocinera, especialmente en mi casa, Valencia”, concede. Asegura que durante muchos años había luchado sin suerte por ser reconocida dentro del circuito gastronómico de su tierra. Con el éxito televisivo, se ganó el respeto de la profesión o, al menos, la atención. “Al segundo finalista, le dedicaron una calle en su lugar de origen. Yo salí en alguna noticia local y ya. Pero lo mejor era que La Salita empezó a estar completamente llena”.