Belén Aguilera cumple hoy 30 años. Se da la circunstancia de que cae en viernes y un 12 de septiembre, a finales de verano y con olor ya a otoño, es un momento idóneo para un álbum como ‘Anela’. La artista ha podido viralizar en el pasado canciones bailables de distinto tipo, del hyper pop al pop de los 2000, pero siempre fue una compositora de melodía clásica, al margen de divas y divos. El resultado de su amplia cultura musical es este álbum que a veces roza lo lírico y al mismo tiempo es 100% ella.
‘Anela’ es un acrónimo de «Aunque No Exista La Arcadia», una frase que aparece en este trabajo haciendo referencia a la felicidad del ahora, en contraposición a la búsqueda de deseo constante. Las composiciones de Belén Aguilera se han caracterizado muchas veces por llevar reflexiones muy necesarias y emocionantes sobre salud mental a un lugar muy parecido a la pista de baile, y este álbum no es una excepción.
En el estreno de ‘Anela’ en la Real Fábrica de Tapices, interpretó todo el disco en orden y entregó un programa de mano con un «track by track» de su puño y letra. Por supuesto cada canción es un auténtico viaje, con frases que son pura terapia: «siempre nos enseñan a evitar lo malo, pero es una parte más del ser humano», dice ‘Ático’. «Siempre elegiré lo que menos me conviene, da igual que me dé miedo», dice ‘Dramático’.
Las más sobrecogedoras son ‘Soledad’ y ‘Salvamento’. La primera incluye la frase «A veces me destruí», y en verdad está dedicada a su abuela, ya fallecida y llamada así, Soledad, intentando a la vez resignificar las connotaciones negativas que suele tener este nombre común. Y ‘Salvamento’ es el tema que más rubor le ha dado cantar, y por eso quizá ha puesto un filtro extremo a su primera mitad. «No sé hacer el amor, sé hacer penitencia», confiesa, condenando formas arcaicas de amor romántico. En la segunda parte del tema, en cambio, se quita la careta, el filtro, acaso aceptando esa parte oscura de sí misma.
Es extraño que un álbum de letras tan ricas, interpretadas por una cantante tan solvente, presente la voz en un plano tan secundario que dificulte la comprensión. La artista dice haber buscado esa mezcla adrede, en un disco que ha querido que fuera «frío» y, viendo los videoclips, yo añadiría que «fantasmagórico». Hay gitanas que leen el futuro, menciones a la muerte, y las bandas sonoras de John Carpenter parecen una influencia en el gran hit del disco, ‘Laberinto‘, lo cual nos lleva a otro de los grandes pros del álbum.
Que este sea un trabajo de coros operísticos, cuerdas, pianos y detalles rococó onda ‘Lubna’ de Mónica Naranjo, elaborado con co-productores como Puche, Naisgai, Nusar3000 y Lionel Castra, no ha impedido que en él aparezcan ritmos R&B (‘Bruja’), techno (‘Atico’), drum&bass (‘Eclipse’) o trip hop (‘Dama en apuros’). Al servicio del mensaje, las canciones van de un género a otro, casi sin que lo notes: he tardado varias escuchas en darme cuenta de que la segunda estrofa de ‘Laberinto’, prácticamente está rapeada.
‘Anela’ termina con un tema llamado ‘Ahora que estoy bien’, medio electrónico medio new-age, con ese sentido de aceptación que se había propuesto este proyecto. Puede parecer obvio, pero es que lo que queda por el camino es el álbum más enriquecedor, poliédrico y confesional que se ha hecho en este país desde ‘PUTA‘. ‘Dama en apuros’ es una reivindicación de la sensibilidad femenina («no soy dama en apuros (…) déjame llorar para mañana ya no llorar»); ‘Mutantes’ habla de cambiar para encajar, de representar «el verbo ser de mil maneras»; ‘Cómo puedo volver’ habla de idealizar algo que ni siquiera ha pasado… y así podríamos seguir. Belén Aguilera te introduce en un laberinto de espejos, solo que a través de su tenebrosidad, de su belleza, de sus contradicciones y finalmente a través de su mensaje positivo, te muestra también un camino de salida.