Quienes estén familiarizados con los contenidos de esta cabecera conocerán bien el formato de vídeo en el que las entrevistadas comentan, uno por uno, los objetos que llevan en el bolso –cabe recordar aquella grabación con enfoque paródico en la que la cómica Silvia Abril sacaba del suyo una sombrilla, un ejemplar del código penal o una bandeja de canelones caseros–. Pero, todavía más personal que un bolso, es preguntarse qué tiene alguien en su mesilla de noche. Esa sí que es la verdadera radiografía del gusto. Para muestra, un bodegón. El que Belén Aguilera (Barcelona, 1995) ha dispuesto cuidadosamente sobre la suya: el vinilo del mítico segundo álbum de Lana Del Rey, Born to Die (2012); un libro antiguo de cuentos infantiles en francés –del que cuelga lo que parece ser una braga-souvenir de un viaje a París–; una imponente lámpara lila, vintage, adornada con flecos; una concha dispuesta del revés para hacer las veces de joyero; una libreta verde oscuro, de Paperblanks, en cuya cubierta se dibuja un hada en dorado; o una vela en espiral con la cera medio derretida que da muestras de haber sido encendida hace poco.
Todos estos elementos no solo decoran el piso de tres habitaciones por el que la artista se ha hipotecado recientemente en el madrileño barrio de Lavapiés (cuyas puertas le abre a Vogue España tras un largo almuerzo con la periodista), sino que también configuran la base de un imaginario estético y conceptual que se nutre de lo esotérico, lo instintivo, lo sensual, lo tragicómico o lo inesperado. Y, a partir de ahora, en relación a su nuevo disco, ANELA (Sony Music), también de lo filosófico, ya que muchos de los 13 temas que componen el álbum se adentran en cuestiones como la muerte, el propósito personal o el vértigo de asomarse a lo desconocido. “Pensamos en la filosofía como algo que está muy alejado del individuo, pero es todo lo contrario: se encuentra en todas partes. En el día a día. En preguntarte quién eres. De dónde vienes y adónde vas. A veces, parece un concepto muy reservado a las élites y no es verdad. Está al alcance de todo el mundo”, cuenta sobre un trabajo, el de mayor entidad y complejidad vocal que ha abordado hasta ahora en su trayectoria, que verá la luz el 12 de septiembre, coincidiendo con su cumpleaños. Justo un mes después, actuará por primera vez ante un Movistar Arena para el que, al cierre de esta entrevista, quedan pocas entradas.
“Ha habido muchísimos factores, desde la cantidad de productores locales e internacionales que han intervenido a la implementación de un sonido completamente nuevo [que evoluciona de los tintes electrónicos a lo orgánico y sinfónico] o al hecho de que sea la primera vez que trabajamos con una gran discográfica, que han hecho que se tuviera que retrasar mucho la fecha de lanzamiento. Pero para bien. Es un disco que está entendido como obra y, por eso, va también acompañado de una minipelícula, una narrativa visual que enriquece la propuesta”, ahonda sobre un proyecto –en el que se muestra cruda y combativa, sin renunciar a su lado más vulnerable–, que había previsto sacar a finales del año pasado.