Bianca Balti en Sanremo 2025 sin pelo ni peluca –e incluso con una cicatriz a la vista– es un emblema de la belleza auténtica, sincera y honesta
Majestuosa y triunfante, con un impresionante vestido de Valentino y esa gran sonrisa que la define, Bianca Balti apareció en la segunda noche de Sanremo 2025 exactamente como queríamos verla: tal cual es.
Sin peluca ni turbante que cubriesen su cabeza sin pelo, lució orgullosa el aspecto que la caracteriza desde que comenzó la quimioterapia para luchar contra el cáncer de ovarios. Con su cuarto vestido –un Roberto Cavalli con cut-out en el abdomen–, dejo incluso a la vista una cicatriz postoperatoria. Su catártica decisión de liberarse de cualquier parafernalia que modifique u oculte su verdadera imagen es un ejemplo para todos. Mostrarse tal como uno es, sin disimulos, en un escenario tan importante como Sanremo, es la mayor celebración de la belleza auténtica, sin dictados ni filtros, y en general de la vida misma.
La imagen de Bianca Balti en Sanremo adquiere un significado universal muy poderoso: el de ver la belleza a través de las dificultades, reconocerla en la dignidad de una sonrisa, en la audacia de elegir no compadecerse a sí misma, sino, muy al contrario, deshacerse de pelucas y complejos y bajar con alegría las escaleras del Ariston, enfundada además en un vestido impresionante. En la rueda de prensa en torno a su participación en el festival, Balti declaró: “No vengo a hacer de enferma de cáncer. No quiero hablar de dolor. Podría haberme quedado en la cama lamentándome, pero en lugar de eso quiero hacer de esta noche una celebración de la vida”.
Ante un cambio vital tan impactante, Bianca Balti no ha querido dejar que la enfermedad ocupe el centro hasta el punto de marcar un antes y un después, sino poner el foco en lo que hay de bello en lugar de en lo más duro. En la biografía de su perfil de Instagram, escribe: «Lo que no me mata me hace amar la vida aún más». Para las miradas poco atentas, podría parecer una forma superficial de tratar un asunto muy serio. Sin embargo, en estos casos, la risa y la autoironía no suelen alimentarse de la frivolidad, sino que nacen de un lugar muy profundo que traza el mejor rumbo a seguir: celebrar la vida, disfrutarla al máximo, ver el vaso medio lleno, dirían algunos.