Lunes: una carta de amor
La vida está llena de inicios y finales. Así ocurre con los trabajos, las relaciones, los cambios de casa, una amistad, un viaje o una celebración. Duelos, algunos más profundos y largos que otros, que nos empujan a reflexionar y seguir hacia adelante. El calendario es también una prueba clara de todos esos ciclos que comienzan y terminan constantemente, ocurre con el año, el mes y la semana. Por eso el domingo tiene mucho de melancolía y recogimiento, y el lunes de nervio, de reinicio y, en algunos casos, de temor; es un “volver a empezar” que puede tener dos connotaciones muy diferentes. Como afirma Mireia Cabero, psicóloga, psicoterapeuta y coach, y profesora en la Universidad Oberta de Catalunya: “Cuando mi momento vital me resulta satisfactorio, comenzar la semana es un volver a empezar en lo bueno, lo que me motiva, me ilusiona o disfruto, pero cuando no es tan positivo, me pesa, me desmotiva, me es indiferente o incluso me genera dolor o estrés”.
Hay multitud de circunstancias personales y profesionales que pueden provocar que el lunes no sea como nos gustaría: la desmotivación profesional, la desvinculación interna con nuestro trabajo, organización, equipo o mánager, una crisis de propósito (sentirse perdido o con la necesidad de replantearse la vida), semanas o retos exigentes, rutinas que nos desagradan, inseguridad, estar en un proceso personal difícil o vernos en una etapa de cambio. En estos casos en los que la inestabilidad emocional es mayor, suele ser habitual sentir, por un lado, el fin de semana como ese momento de oasis y protección que nos aleja de una realidad dolorosa, y por el otro, el regreso al trabajo con excesiva apatía, como una travesía por el desierto que nunca termina. En esos casos habrá que analizar bien cuál es la situación. Mientras tanto, nos hemos propuesto sacarle al lunes todo el jugo posible.
Querido lunes
Comenzamos a escribir esta carta de amor al día menos popular de la semana desde la perspectiva del comienzo, como indica el origen romano de la palabra, “el primer día de la Luna”. Esas primeras horas de la semana representan la oportunidad, tanto para detectar aquellos aspectos que no nos sirven y que no nos hacen bien con el objetivo de eliminarlos o modificarlos, como para reafirmarnos en continuar por ese camino que ya recorremos y que percibimos muy beneficioso. Es la celebración de lo nuevo –rutinas, retos, reflexiones, planteamientos–, pero también es el cuidado de lo que ya existe y queremos que se quede. Y es que valorar un lunes cualquiera supone honrar la rutina como ese orden perfecto que nos recuerda que todo marcha, avanza y sigue su curso, en un ritmo constante que nos aporta seguridad y confianza.
Según una reciente encuesta realizada por los expertos en empleo de Robert Walters, casi la mitad de los profesionales (46%) considera que los lunes son el día más importante de su semana laboral, ya que les ayuda a establecer el ritmo para los días siguientes: poner en orden la semana, repasar objetivos y celebrar las reuniones presenciales con el resto del equipo para estar coordinados y alineados. Además, casi la misma cifra (42%) considera que empezar la semana en la oficina les ayuda a ser más productivos, aunque esto dependerá de lo que cada uno necesite para engancharse al ritmo de la semana y, por supuesto, de lo que le permitan en la empresa para la que trabaja. Así, aquellos que rinden más con menos distracciones externas y que necesitan empezar poco a poco, con orden y foco, teletrabajar será la mejor opción. Por el contrario, “si necesito empezar un lunes de forma más social, organizándome con el equipo, relacionándome con ellos o con otros departamentos, la presencialidad será la vía para estar y rendir mejor”, apunta Mireia.
¿Qué estrategias podemos llevar a cabo para empezar la semana con buen pie? Una buena idea será, en contra de lo que nuestra costumbre nos manda, reducir la carga de trabajo, tomando el lunes como un calentamiento para el resto de la semana o para trabajar en ese proyecto que nos ilusiona especialmente. Todo dependerá de las necesidades, circunstancias, de nuestros ritmos biológicos –todos los tenemos y estudiarlos nos puede aportar muchas respuestas– o niveles de energía –el fin de semana ha podido ser de descanso, o todo lo contrario–. Para lograr dosificar la energía, la psicóloga cree que nos puede ayudar ser conscientes de que la semana debe ir in crescendo más que descrecendo, así como marcarnos objetivos semanales en lugar de diarios, para dosificar y neutralizar impulsos. Además, como un ejercicio anticipado de planificación que nos puede aportar tranquilidad, el viernes, antes de apagar el ordenador, podemos anotar las prioridades, los objetivos a cumplir en esos cinco días, gestionar el tiempo para las reuniones y organizar el calendario.