Cuán grandiosamente masivo puede llegar a ser un grupo de pop en la era de la música global, aún no lo hemos comprobado del todo, pues queda mucho siglo XXI por delante. Pero el alcance de BLACKPINK da una idea muy cercana. El girl group surcoreano, compuesto por Jisoo, Rosé, Jennie y Lisa, es junto a BTS el gran embajador del k-pop en el mundo y su concierto en el Estadi Olímpic de Barcelona de este sábado se celebra con todo agotado. 50.000 personas acuden al Deadline Tour en una de las pocas paradas europeas de esta gira de BLACKPINK que también es, de alguna manera, una gira de reunión, pues es la primera tras las incursiones de sus integrantes en solitario.
El concepto del Deadline Tour es sumamente inusual para un concierto de un grupo de pop, aunque quizá no tanto dentro de su contexto específico, donde es común que grupos con decenas de integrantes se dividan en proyectos subalternos. Jamás vimos a los integrantes de Take That, Spice Girls, Backstreet Boys o ‘N SYNC desarrollar carreras solistas exitosas mientras las formaciones originales seguían activas, sin haberse separado temporal o definitivamente. BLACKPINK es un triunfo del márketing, por esta y otras razones.
El Deadline Tour ni siquiera es un show especialmente impactante a nivel visual. Una gigantesca pantalla rectangular, que se curva en su parte inferior -y que ha sido reestructurada por problemas técnicos- preside el escenario, el cual se bifurca en dos pasarelas que se juntan en la punta, formando una especie de V.
El espectáculo no escatima en efectos especiales -fuegos artificiales, chorros de fuego y explosiones de confeti- ni en bailarines, pero sus ideas escénicas (bailes con sillas, marcos a lo Beyoncé) son básicas. La pista se inunda con un océano de luces rosas, ya que al público se le ha entregado una especie de mazo de juez con los cabezales con forma de corazón. Como ese corazón que las integrantes de BLACKPINK reproducen continuamente con las manos, enviando su amor a los fans. Las interacciones con el público abundan, y Rosé dedicará un minuto a pedir calma, dado el calor, y que los asistentes eviten dar golpes y empujones.
El concierto del Deadline Tour se divide en cinco actos y un bis. De esas secciones, la 2 y la 4 se usan para que cada integrante de BLACKPINK presente su material en solitario: Jisoo y Lisa actúan en el Acto 2 y Jennie y Rosé en el Acto 4. Cada solista está integrada conforme el peso de su propio repertorio: Lisa, que canta ‘Thunder’ y ‘Fuck Up the World’, pero no ‘New Woman‘ -no puedo ser el único que fantasea con una aparición de Rosalía-, equilibra la actuación de Jisoo, cuyo setlist en solitario es el más flojo; Rosé, que se trasladará al escenario comiendo churros con chocolate desde la pasarela inferior, se presenta sola la última porque ‘APT‘ es la canción más masiva de todas.
Aunque, de las propuestas solistas, la de Lisa es -junto a su misma figura- la más ovacionada de todas, la de Jennie es la más sorprendente y mi favorita personal. En BLACKPINK no se hace notar demasiado, incluso hay momentos en que parece distraída. Sin embargo, cuando le toca salir sola con chaqueta de cuero y gafas de sol, lo peta. Las canciones en solitario de Jennie, sencillamente, son las mejores de todas; y la mezcla de ritmos urbanos y coreografía convierten ‘Handlebars‘, ‘Like Jennie’ o ‘In the IE (way up)’ en tres momentazos.
El resto de actos se dedican al catálogo conjunto de BLACKPINK y absolutamente todas las canciones son recibidas con gritos ensordecedores. Lo mismo cada vez que la pantalla proyecta el rostro de una de ellas, o el nombre.
Casi más ensordecedores que la propia música de BLACKPINK, porque si algo son canciones como ‘Kill this Love‘, ‘Pink Venom’, ‘Shut Down’ o ‘Jump‘, es chillonas a más no poder. El éxito de BLACKPINK reside también en que sus canciones están diseñadas para producir un impacto inmediato: apelan a las emociones de manera directa e implacable; incluyen drops épicos, estribillos pegadizos y producciones estruendosas que tiran de pop, hip-pop y EDM y letras que transmiten una actitud confiada y envalentonada, de chicas que se comen el mundo.
El «producto» detrás de BLACKPINK, sin embargo, es evidente en directo y expone que en BLACKPINK importa, sobre todo, el todo. Aunque Jisoo, Rosé, Lisa y Jennie han triunfado en solitario, es obvio que ninguna de ellas es una cantante o bailarina extraordinaria. Las coreografías se ejecutan de forma bastante rutinaria, las voces alternan pregrabados e interpretaciones en vivo, como las de Rosé, que canta las baladas, correctas aunque mejorables, y tampoco son las cuatro grandes oradoras: Jisoo directamente no habla inglés. Jennie reconoce no saber «qué decir». Rosé dejará una frase para la posteridad: «Barcelona siempre es Barcelona». ¡Claro!
Y, sin embargo, el pack completo de BLACKPINK funciona gracias a una combinación de factores: es la marca más poderosa, junto a BTS, porque mezcla una imagen impactante, canciones pegadizas diseñadas para un público masivo, cuatro integrantes con personalidades bien definidas y un proyecto que llega en el momento justo, en 2016, cuando los gustos culturales empiezan a consolidar la presencia del k-pop en el mundo. Este mismo 8 de agosto se han cumplido nueve años desde el lanzamiento de ‘Whistle’, el single de debut de BLACKPINK, presente en el repertorio, y las chicas lo celebran dándose un tierno abrazo proyectado en las pantallas.
Spice Girls a los 6 años ya estaban separadas, pero la perfectamente engrasada maquinaria del k-pop no iba a permitir que peligre la integridad de BLACKPINK. No sé cuál es el futuro de BLACKPINK o si pueden llegar a ser incluso más masivas de lo que ya son. Pero en esta parada del Deadline Tour en Barcelona, estos cuatro iconos surcoreanos ofrecen una celebración sin pausa de la unidad y un ideal de lo que el k-pop puede ser, cuando se hace bien.