Además, defiende, ya está bien de cebar solo las grandes historias de amor. “Las historias más pequeñas, porque no suceden, porque no se materializan, se quedan ahí sin contar, y yo creo que también pueden marcar o significar mucho. Literariamente, ese tipo de historias no llevadas a cabo son muy inspiradoras. El campo de las posibilidades, no solo en lo relativo a lo emocional, es algo que pesa mucho. El trabajo que no cogiste, la decisión que no tomaste… el famoso ‘y si’ con el que tantas veces fantaseamos”, ahonda la también autora de cuentos infantiles.
De los distintos tipos de idilios amorosos que puede haber, algunos de ellos de textura más pausada o racional, el que alimenta las páginas de El accidente es de naturaleza incendiaria. “Hay enamoramientos que son absolutamente químicos, locos, y que se producen de una manera muy poco explicable, muy poco razonable y muy poco buscada. Tú no estabas esperando eso y sucede. Las dinámicas de este tipo me causan un gran asombro, porque te obligan a preguntarte qué te ha pasado y por qué ha ocurrido esto”, explica Blanca Lacasa.
Otra de las cuestiones que la novela trae a primer plano –aunque la autora pide explícitamente que no se destripe mucho la trama–, es la tensión entre la consumación corpórea de una posible infidelidad y su desarrollo en un plano, digamos, menos tangible. “Pienso ahora, por ejemplo, en La Isla de las Tentaciones, donde todo es físico, e igual es más determinante compartir un espacio real de intimidad. Creo que hay mucha confusión con eso. Por algún extraño motivo, sigue pesando más una infidelidad física que una emocional. Parece que solo cuando ‘has cometido el pecado’ o ‘te has dejado llevar’, por usar términos del programa, es cuando surge el problema. Y me parece a mí que el problema surge en muchos otros momentos anteriores. No siempre va de la mano. Habrá gente que habrá cometido una infidelidad yéndose con alguien una noche, y probablemente eso haya tenido menos relevancia en su vida que una relación en la cual ha estado, por decir algo, un año chateando con alguien aunque no haya pasado nada”, argumenta.
Sobre por qué ha decidido no definir más los detalles y consecuencias fácticas de la historia, Lacasa argumenta a favor de la ambigüedad. “En general, nos cuentan historias muy cerradas, muy lineales, en las cuales todo es una consecuencia de lo que pasó antes, y yo creo que la vida no es así. La vida es un cúmulo de circunstancias que van y que vienen, de casualidades, de azares. Entonces, eso de estar siempre intentando entender las cosas buscándoles la lógica o una línea continúa, no funciona. Hay cosas que, sencillamente, no se entienden. Y quizá estaríamos más tranquilos y más felices si hiciéramos las paces con esta idea…No sé, dejarse un poco hacer por la vida”, sentencia.