Las primeras botas Chelsea que llevé en mi vida duraron el breve periodo en que me apunté a la escuela de equitación. Las llevaba con chaparreras, pantalones de montar y un casco de terciopelo que se balanceaba en mi cabeza mientras trotaba. Mi primer encuentro fue fugaz, ya que tras unas cuantas caídas dije adiós a montar a caballo, pero siempre me gustaron mucho las botas brillantes que acompañaban las actividades ecuestres.
Más adelante retomé mi idilio con las botas Chelsea gracias a unas Dr. Martens con costuras amarillas. Las combinaba a menudo con medias y una falda de tenis de American Apparel, inspirándome en el estilo dosmilero a lo Effy Stonem de Skins que inundaba Tumblr en la época. A los 14 años, mis Dr. Martens eran como una armadura que protegía mi tierno yo adolescente.
En tiempos más recientes, Bottega Veneta, Ganni y Jil Sander son algunas de las marcas que han renovado la cómoda bota, ya sea añadiendo una plataforma gruesa, una hebilla motera o un tono inesperado.
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Definidas (en principio) por su tacón bajo, su caña por el tobillo y la lazada y su panel elástico en el lateral, las botas Chelsea llevan en el mundo desde la época victoriana, cuando las diseñó J. Sparkes-Hall, zapatero de la reina Victoria. Su innovación fue intervenir la piel con panel lateral elástico, detalle que facilitaba enormemente el momento de calzarse y descalzarse. En un principio se llamaban «botas paddock» y estaban pensadas para caminar por el campo y montar a caballo.
Un siglo más tarde, las botas Chelsea resurgieron en el Swinging London. El propio nombre procede de la juventud moderna que campaba por King’s Road en los años 50 y 60, artistas, modelos y músicos que recorrían las calles de Londres con estas botas pulidas. Para cuando los Beatles y los Rolling Stones las lucieron con tacón cubano, la bota Chelsea ya estaba firmemente arraigada en la cultura pop.
Hoy en día, la bota Chelsea es lo bastante elegante como para llevarla con sastrería, lo bastante robusta para los largos paseos del fin de semana y lo bastante resistente para aguantar los cambios de estación. Se calzan sin esfuerzo, pero siempre con clase. Esta temporada se reinventan en versiones muy variadas que presentan desde caña alta hasta la rodilla, suelas gruesas y hebillas moteras hasta piel marrón y ante, ideales para el otoño.