Con tan solo 14 años, una vidente anunció a Christian Dior que triunfaría gracias a las mujeres. Apasionado de la astrología, aficionado a la numerología y atraído por las artes ocultas, fue protagonista de una profecía cumplida que le hizo erigirse como el modisto más deseado de París. Sin embargo, la ironía quiso también que, pese a lo espiritual de su carácter, fuese la naturaleza la encargada de devolverle los pies a la tierra, gracias a una pasión por la jardinería que lo movió durante toda su vida y que todavía hoy continúa inherentemente vinculada a los diseños de la maison.
Ahora, Brigitte Richart, conservadora del Museo Christian Dior y comisaria de la exposición Dior: Jardins Enchanteurs, da a conocer esta fascinación como nunca antes. Ocurre en esta muestra y en Enchanting Gardens, un nuevo libro que publica la casa, donde se destaca el papel de los jardines y las flores en la vida (y en la obra) del modisto, así como en la de los sucesores que han dado forma a Dior tras su muerte.
Desarollado a la par que la exposición y con una introducción escrita por Richart –que puntualiza que no se trata del catálogo de la misma, sino una pieza independiente que continúa su estela–, el volumen recopila algunos de los momentos más ilustres que unen a la firma con la botánica. Así, con motivo de su lanzamiento, desde la casa del diseñador en Granville, Richart compone para Vogue España una imagen mucho más cercana del couturier de lo que muestran los libros de historia de la moda. El que diera forma a la elegancia durante el siglo XX con el New Look contó con las plantas como fuente de inspiración para múltiples creaciones, desde la línea Corolle hasta la creación de su primera fragancia, Miss Dior. Pero hay mucho que desgranar más allá de las rosas presentes en todo esto.
“Sabemos que Christian Dior era muy aficionado a la jardinería y que durante la Segunda Guerra Mundial tuvo que cultivar verduras, además de venderlas en los mercados, para ganarse la vida. Era un hombre que amaba poner sus manos en la tierra, además de ser una criatura que adoraba las flores”, recuerda la conservadora, que incide en que ese contacto directo con lo terrenal se traslada a insectos como la abeja, cuyo significado reflejó en sus memorias: “Comparaba su taller con una colmena y se refería a este espacio como un panal atareado. No sorprende el símil, ya que se trata de un insecto bastante pequeño pero muy poderoso. Probablemente le gustase vincularse a él por el trabajo que realizaba, para señalar que su equipo estaba unido y organizado a la hora de crear”.
Junto al insecto, flores sencillas como las margaritas, que no pasan desapercibidas para Richart, tienen también una importancia clave en la obra de monsieur Dior: “Puede que otras flores, como los tulipanes, destaquen más a nuestros ojos, pero en el caso de las margaritas hay variedades cotidianas que podemos ver repetidas en diferentes ocasiones a lo largo del tiempo”. También, en la misma página, hay espacio para el lirio del valle que, como cuenta la experta, en Francia está vinculado a la felicidad y a la fortuna. “A veces esta planta se coloca en el interior de las prendas para dar suerte a quien la viste y fue una idea que recuperó Maria Grazia Chiuri en el desfile de primavera de 2017, donde insertó flores entre varias capas de tela”, apunta, señalando que no se trata de un ejemplo aislado. “Todos los directores creativos han estado influenciados por la naturaleza. No es algo puntual y eso es exactamente lo que queremos mostrar”.