En la jornada del viernes en Sónar hubo dos platos fuertes y no pueden ser más diferentes el uno del otro. Air presentaron su disco de 1998 ‘Moon Safari’ sumiendo al público en la calma total. Y Jessie Ware lo volvió a levantar ofreciendo un show disco con todas las de la ley, tocando inmediatamente después. Del letargo pasamos a la euforia.
Un letargo muy bienvenido, en cualquier caso, después de un Sónar de Día cada vez más intenso. La propuesta de Air no es inusual en el mundo del pop: los aniversarios sirven a muchos grupos para salir de gira tocando discos muy queridos, y es el caso de ‘Moon Safari’, uno de los discos de moda en el mundo alternativo en el año 1998. En la resaca del trip-hop y el apogeo del chill-out, Air entregaban una pieza sofisticada, futurista y edulcorada que no ha pasado al olvido en veinticinco años.
En Sónar, Air presentan el repertorio de ‘Moon Safari’ en el orden del disco, lo que significa que son exactamente dos los momentos álgidos que se suceden al principio del show, cuando suenan seguidas ‘La femme d’argent’ y ‘Sexy Boy’.
Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin tocan delante de un panel rectangular decorado con luces, los dos vestidos de blanco impoluto, bastante separados el uno del otro, y acompañados de su batería, situado en medio. El panel hace parecer que Air ni siquiera están físicamente entre nosotros, sino aislados en su propia nave. Air crea por tanto una «distancia» con su público que, no obstante, contribuye al misterio de lo que sucede sobre el escenario, y del repertorio.
El sonido es fiel al disco y las canciones se suceden con todo el gusto -y empalague, también- de las producciones originales. En las primeras filas los fans de Air flotan, mientras, en las filas traseras, es cierto que las composiciones instrumentales generan menos entusiasmo. Aún así, la combinación de la música de ‘Moon Safari’ y el futurista escenario juega a favor de las canciones. Me atrevo a decir que todo el que haya descubierto esta noche el downtempo sci-fi de ‘Moon Safari’ se guarda hoy un disco que seguir escuchando, como tantos han seguido haciendo durante veinticinco años.

Casi sin que dé tiempo de asimilar el bonito espectáculo de Air, el otro plato gordo de la jornada de noche inicia su actuación. Jessie Ware ha ideado una escenografía inspirada en los clubes nocturnos de los años 70. Su propio club se llama ‘The Pearl’ -como indica la decoración lumínica- y ella es la estrella de la noche.
Ware está presentando su último disco, ‘That! Feels Good!’. Al principio, el público se le resiste. Nota poca energía. No se sabe exactamente las letras de pe a pa, como su audiencia británica. En otras palabras, se lo va a tener que currar. Y vaya si se lo curra.
Ware, vestida de lentejuelas, ha ideado un show diseñado para su público gay, es decir, para su público, donde no faltan los bailarines haciendo drag y pasos de voguing. No es el colmo de la originalidad, pero el buen rato está asegurado.
En ‘Pearls’ la cosa se va animando. Ware se merienda las altísimas notas del estribillo como quien no quiere la cosa. De hecho, es su voz a la que recurre cuando desea llamar la atención del público, cuando percibe que este no le está entregando el entusiasmo que quiere y merece. Ware canta una nota infinita a pleno pulmón, como diciendo, “aquí estoy y me vas a escuchar”, y se viene el recinto abajo. El vozarrón de Jessie Ware es para ponerle un altar.
Poco a poco, el público está completamente sometido a la reina Jessie Ware. En ‘Spotlight’ su voz es oro. Después, en el show se suceden varias sorpresas. El remix house de ‘Running’ es de las menos agradecidas. La festiva ‘Beautiful People’ da pie al momento más divertido cuando Ware hace al público aprenderse una graciosa coreografía. Pero nadie está preparado para escuchar a Ware cantar, de repente: “No matter how hard I try…”
Una versión de ‘Believe’ de Cher es el momento más coreado del concierto de Ware, el que lleva al público al éxtasis. Definitivamente, el otro ‘I Will Survive’. Cuando Ware termina de cantar su cara de asombro lo dice todo: finalmente el público le ha entregado esa energía que anhelaba. De aquí, el show no puede acabar más arriba con ‘Free Yourself’: un himno con todas las letras.
Próximamente, más crónicas de Sónar de Día y Sónar de Noche.