Verano, calor y mal humor: un mix que pone nuestra irritabilidad a flor de piel
Nos tiramos todo el año deseando la llegada del verano y del buen tiempo, pero, cuando llega, hay un factor que entorpece todo lo idílico de esta estación. Los días de playa, las tardes de piscina, salir a tomar algo o llevar a cabo tareas tan rutinarias como ir al gimnasio o hacer la compra, se ven envueltos en un desafío: el calor. Según el termómetro avanza, nuestros pensamientos se nublan y, muchas veces, lidiamos con un cansancio aparentemente inexplicable, mientras nuestra irritabilidad y, por tanto, capacidad de enfado, se disparan. Si durante estos meses estivales sientes que cualquier mínima cosa te irrita más de la cuenta, Patricia de la Fuente, psicóloga experta en mindfulness, te ayudará a entender por qué. Calor y mal humor forman un cóctel de emociones físicas y mentales que muchos buscamos aprender a gestionar.
“El calor intenso y permanente es un estresor para nuestro cuerpo y, si no lo gestionamos bien, puede acabar provocando irritabilidad”, nos advierte De la Fuente. “El calor agota, es incómodo y nos hace estar más susceptibles”, señala. Y es que el mal humor que nos abruma en verano, además, es un hecho científicamente demostrado. Un estudio publicado por el European Journal of Social Psychology concluyó que el calor excesivo – omnipresente durante la temporada estival– puede aumentar nuestra irritabilidad, además de disminuir nuestra predisposición a colaborar o ayudar a los demás.
¿El resultado? Más enfados, sobre todo impulsivos, con aquellos con los que compartimos tiempo libre o, incluso, nuestras vacaciones. “Los psicólogos muchas veces decimos que las vacaciones son un termómetro para las relaciones de pareja: pasamos todo el día juntos y los roces o inconvenientes de la convivencia se hacen más presentes”, argumenta la psicóloga. “Si le sumamos que en verano hay una mayor irritabilidad debida a la falta de descanso, más estrés por las temperaturas y el malestar mental y físico derivado, estamos creando un caldo de cultivo peligroso que puede favorecer la aparición de roces interpersonales, reproches, conflictos y discusiones”, explica la experta.
Para entender todas estas acciones, normalmente inconscientes, la psicóloga nos explica cómo actúa a nivel físico el interior de nuestro cuerpo cuando el termómetro marca temperaturas tan altas. «El calor activa el sistema nervioso simpático, es decir, la parte que nos pone en alerta y provoca el aumento de la frecuencia cardiaca, además de una mayor sudoración y más tensión muscular», aclara la psicóloga. “Todo unido nos genera un estado de incomodidad que está directamente relacionado con nuestras emociones haciendo que estemos más reactivos de lo habitual”, apunta.
Factores que van más allá del calor (pero que están relacionados)
Probablemente te sientas identificada con este modus operandi típico de las 16:00h de una tarde en pleno agosto: quejarse del calor para, posteriormente, malhumorarse por el mismo. Además del calor en sí, la psicóloga señala otros dos factores que pueden propiciar estas molestias en bucle: la falta de sueño y la deshidratación. “La falta de descanso de calidad también incrementa nuestra irritación. Tenemos más horas de sol, cambiamos nuestros horarios y rutinas y, además, el calor no nos deja dormir bien del todo”, explica. Por otro lado, no hidratarse lo suficiente, más allá de provocar un dolor de cabeza aún mayor debido a las temperaturas, “puede generar fatiga, confusión y mal humor”, recalca.
Así es cómo, debido a toda esta suma de factores, nuestra autorregulación emocional se complica, pero también existe otro componente en la ecuación que está relacionado con las expectativas que creamos frente a la idea de la llega del verano. “Solemos llegar agotados del trabajo después de todo el año, especialmente si los meses anteriores han sido intensos”, cuenta De la Fuente. “Además, muchas veces, sentimos que las vacaciones no son del todo reparadoras pese a las expectativas que habíamos puesto en ellas. Esto genera una gran frustración que acaba derivando en más irritabilidad y disconfort”, explica.
Frente al calor, aumentan los impulsos
La psicóloga nos menciona otras investigaciones que relacionan el calor con la regulación emocional. “Hay algunas que señalan que, frente a las altas temperaturas, disminuye la actividad en áreas como la corteza prefrontal y, sin embargo, la reactividad de la amígdala aumenta”, explica. De la Fuente nos traduce qué significa esto exactamente: “El resultado son respuestas mucho más impulsivas y una mayor dificultad para mantener la calma”. Si alguna vez has notado un aumento de la impulsividad o, por el contrario, una disminución de la paciencia durante el verano, he aquí la respuesta científica. “Después de una noche en la que has estado sudando, no has dormido bien y te levantas cansado, lo más normal es que pierdas los nervios con facilidad”, declara la psicóloga.
Aunque nadie está exento de todas estas reacciones emocionales y consecuencias físicas frente al bochorno, Patricia considera que quienes se ven más afectadas son aquellas personas que se incluyen a sí mismas en el famoso “team frío”. “Suelen gestionar peor todo lo relacionado con las altas temperaturas. Lo mismo ocurre con los niños, adolescentes y ancianos, que suelen ser más vulnerables al calor”, indica. “Por otro lado, también afecta a quienes parten de niveles de ansiedad altos, que tienen problemas de sueño o no suelen llevar a cabo una buena gestión de sus emociones”, añade.
¿Cómo gestionar la irritabilidad en verano?
La base para gestionar los impulsos irascibles en verano, según la psicóloga, están en la comida y en la hidratación. “Cada vez hay más estudios que demuestran la importancia de la dieta sobre nuestro estado anímico”, añade. “En verano, especialmente, una dieta poco nutritiva o pesada puede aumentar el malestar físico y con ello la irritabilidad”, explica la experta. Por ello, recomienda optar por alimentos frescos, ligeros y ricos en agua (frutas, verduras, ensaladas…). Además, nos recuerda la importancia de tomarnos esos caprichos que pueden beneficiar nuestro estado de ánimo:»¿Quién no disfruta de un delicioso helado en verano?».
Beber agua, por otro lado, también es esencial. “No debemos esperar a tener sed para beber, sino mantenernos hidratados antes de que aparezca la sensación”, recuerda. “La hidratación previene el agotamiento, mejora la concentración y contribuye a un mejor equilibrio emocional. Con lo que, nos asegura que “muchas veces, un vaso de agua puede evitar una discusión”.