Por otro lado, resulta interesante el análisis que propone la psicóloga Gema Sánchez Cuevas, donde reconoce perfiles muy distintos a la hora de perseguir ese cambio constante. “Por un lado, están aquellos que lo hacen para mejorar a nivel laboral (puesto, salario, condiciones, etc.) y cuando consiguen sus objetivos, se estabilizan y dejan de hacerlo. Luego están quienes se enfrentan a la vida como una sucesión de retos constantes y de superación, siempre quieren más y más, y cuando alcanzan algo necesitan otra cosa mejor o más difícil. Suelen ser personas que se miden por sus éxitos. También están aquellas personalidades más conflictivas que no saben trabajar en equipo, son muy confrontativas o generan muchos problemas a nivel laboral, entonces se van porque no están cómodas cuando las cosas como ellas quieren. Suelen ser muy rígidos, egoístas y agresivos en cuanto a comunicación”.
Sánchez hace especial mención a la insatisfacción crónica que afecta a nuestra sociedad. “Es una inconformidad con lo que tenemos en el presente, que genera malestar con la vida cotidiana”, aunque señala que no debemos confundirla con la ambición, que es más un deseo de superación orientado al futuro, que no se asocia con ese malestar. “De hecho, quien tiene insatisfacción crónica, nunca va a estar contento con sus logros y metas, mientras que el ambicioso sí puede disfrutarlos”.
En un mundo cambiante, debemos abrazar el cambio
Para Sierra no cabe duda de que, al igual que en lo personal, “cada experiencia laboral nos expone a diferentes estilos de liderazgo, perspectivas profesionales, metodologías de trabajo y culturas organizaciones, lo que nos permite tener una visión mayor y más completa que podemos aplicar a cada nuevo trabajo o equipo al que entremos a formar parte”. Bajo su experiencia, esta adaptabilidad nos da herramientas para enfrentar nuevos retos y habilidades clave a la hora de adaptarnos a un entorno cambiante como el que estamos viviendo con la llegada de las nuevas tecnologías.
“Yo soy un claro ejemplo de ello: estudié psicología, pero cuando empecé a ejercer me di cuenta de que ese no era mi camino, así que emprendí con una empresa y cuando ya estaba bastante rodada, decidí venderla para irme a aprender inglés a Londres, donde estuve un tiempo trabajando en una zapatería. Una vez vi que había adquirido las habilidades necesarias para dar el salto, conseguí un trabajo en Google allí y después quise trabajar en LinkedIn cuando abrieron sus oficinas en España, convirtiéndome en la primera mujer que formaba parte de esta empresa en nuestro país”.