Caminar 10 minutos después de las comidas para aplanar la curva de glucosa
Justo antes de empezar mis vacaciones de verano, Sara Álvarez, creadora del método Reto 48, y Carolina Toledo, nutricionista funcional del mismo equipo, me recomendaron, para evitar el sedentarismo, que adquiriera el hábito de caminar al menos 10 minutos después de comer. “La científica y divulgadora Jessie Inchauspé habla del beneficio que esto aporta, no solo al gasto energético, sino también al mejor control de nuestros niveles de glucosa”, decían. Dos frases que días antes de mis vacaciones de verano hicieron que las convirtiera en mantra y después de cada comida saliera a pasear 10-15 minutos (incluso 20). Hasta conseguí algunos días arrastrar conmigo a mi madre, siempre bajo la promesa de que así “bajaría el pico de glucosa” y se sentiría mucho mejor. Ya lo dice Inchauspé: la mayoría de la población tiene exceso de glucosa. En mi caso fue fácil cumplirlo durante ese estado de gracia que son las vacaciones de verano, y conseguí mantener la disciplina de salir a caminar justo después de comer los primeros días de rentrée. Pero la vuelta a la rutina, los horarios de invierno de trabajo y una mentalidad estresada, me han llevado por el mal camino y he dejado de ser tan constante con esta práctica. Y las consecuencias no se han hecho esperar. Porque sí, he entrado en esa montaña rusa de subidas y bajadas de glucosa en sangre con la consiguiente sensación de cansancio, estrés y hambre a todas horas que provoca tener ese descontrol.
Los beneficios que tiene caminar o hacer ejercicio moderado tras las comidas
En su cuenta de Instagram (y en entrevistas varias, incluida la que dio a esta cabecera) la experta en bioquímica conocida como ‘la diosa de la glucosa’, ha insistido en que caminar 10-15 minutos después de una comida o hacer algo de ejercicio (sentadillas, hacer la colada, levantar peso..) reduce la intensidad del pico de glucosa en sangre. ¿Los motivos? Al caminar o hacer ejercicio se contrae el músculo y por tanto, la glucosa se dirigirá a ellos y se aplana la curva y esta montaña rusa de subidas y bajadas de azúcar que tiene muchas consecuencias en nuestro bienestar físico y mental. Tras mi experiencia personal cumpliendo a rajatabla durante un mes este hábito, puedo prometer y prometo que estos son los beneficios que he experimentado:
- Estar más tranquila el resto del día y menos cansada. Y no solo por los beneficios mentales que tiene pasear (y nada más) sino por la explicación científica que da Inchauspé: durante los picos de glucosa nuestras mitocondrias se saturan y no pueden gestionar tanto glucosa, lo que se traduce en estrés para ellas, poca capacidad para generar energía y mucho cansancio y fatiga para nosotros.
- Tomar mejores decisiones alimentarias (y no picas entre horas). Las comidas que provocan picos de glucosa no son solo alimentos dulces, sino también los hidratos de carbono de absorción rápida y los alimentos ricos en almidón. Abusar de ellos nos lleva a un círculo vicioso de altos y bajos de glucosa, lo que significa tener hambre en poco tiempo tras comerlos y más ganas de dulce después.
- Controlar el peso. Durante el mes que he practicado este hábito no he engordado. Y eso que estaba de vacaciones y las estadísticas afirman que suele ganarse entre 2 y 3 kilos en ese (divino) periodo de descanso. La explicación está en el libro de Incahuspé, La revolución de la glucosa (ed. Diana). “La insulina, con el exceso de glucosa, se almacena en el hígado, en los músculos y en las células adiposas. Esta es una de las razones por las que aumenta la cantidad de grasa en el cuerpo”, explica. Y cuando entra en juego la insulina “se desactiva el modo quemagrasas.”