Como niña, crecer con una madre significa proyectarte en ella, imaginarte a su edad, eso sí, sin soltarle de la mano –“mamá, yo nunca te dejaré, siempre viviré contigo”–; rebuscar furtivamente en sus cajones, de accesorios, de joyas, de libros, de lacas de uñas. Intentar que no se note. Que ella finja –a veces– que no se ha percatado de que un “ratoncito” ha pasado por ahí.
En el Día de la Madre 2024, Armani beauty invita a dos escritoras de Vogue España a compartir aquellos recuerdos que hoy, convertidas en mujeres, siguen conectándolas a sus madres. Un olor, un gesto, un objeto. Susana y Pilar. Patricia y Amparo. Ahondamos en la memoria de dos dúos generacionales que serán eternos, también en este artículo.
Susana Molina: “Para recordar a una madre no hace falta hacer memoria ni esfuerzo”
“Todo comienza con un hecho cotidiano que, repetido en el tiempo, queda grabado a fuego en nuestra memoria de hija. No es elegido. Las madres tan siquiera son conscientes de esos momentos, objetos, aromas, sabores o sonidos que inmediatamente nos devuelven —en un viaje mental pero muy real— a sus brazos. Porque para recordar a una madre no hace falta hacer memoria ni esfuerzo. El recuerdo llega a través de los sentidos sin previo aviso y sin ninguna duda: ‘Esta es mi madre’, confirmará nuestro cerebro cuando perciba su perfume, pruebe su bizcocho o escuche su canción. Por eso cuando Armani beauty me pidió dos objetos o escenas que me recuerdan a ella, al instante y sin pensarlo, me introduje en su cocina, en la que siempre la música se oye un poco regular —Pilar no se lleva bien con la tecnología—, y huele de maravilla: a un postre de pera que hace cuando hay visita o a la bergamota del té de la merienda, dos ingredientes presentes en My Way Eau de Parfum Nectar. Y también viajé a una foto de los 70, en la que mi madre lleva un maquillaje con acabado bronceado al que tanto recurro hoy con los polvos bronceadores Luminous Silk”.