En un verano achicharrante y sin planes a la vista –algo que se está elevando como tendencia– , Cegados por el sol se convirtió en la película que me salvó del tedio absoluto de una rutina que implicaba cubrir una sustitución en la radio. Mis meses de julio y agosto se reducían hace una década a eso y asomarme a este thriller de Luca Guadagnino envuelto en lujo y brillo me animó en cierta medida. Ambientada en la isla de Pantelaria, la cinta cuenta el encuentro de una estrella de rock convaleciente, su novio, un amigo de juventud pasadísimo de vueltas y la hija de este, una joven de la que nadie sabe nada.
En ese enclave al sur de Italia, en una villa con una piscina de ensueño –un elemento recurrente en las películas de Guadagnino– , Marianne Lane, una estrella de rock, se recupera de una cirugía de cuerdas vocales junto a su novio, Paul. La llegada a la casa de Harry, un antiguo novio de juventud de Marianne, trastocará el verano de todos. La incorporación al grupo de Penelope, una hija de Harry de la que no había noticia, terminará de dinamitar una serie de relaciones desde un principio complicadas. Cegados por el sol es una película en la que el calor traspasa la pantalla, también lo sensual y la profunda tensión sexual entre todos los protagonistas. Un verano mecido bajo el canto de las chicharras se convierte en el instante en el que un asesinato convierte a todos los miembros del grupo en sospechosos. Son los celos el desencadenante de este homicidio.
Antes de llegar al fatídico momento, Luca Guadagnino hace un despliegue de todos los atractivos italianos que uno puede asociar al verano. A saber: cenas en mesas desplegadas en viñedos por familias que dirigen restaurantes informales, bailes en la plaza del pueblo durante las fiestas patronales o baños entre lodos curativos a orilla de lagos interiores no masificados. Una fantasía estival con los rostros de Tilda Swinton, Ralph Fiennes, Matthias Schoenaerts y Dakota Johnson, en el que fue uno de los primeros papeles definitorios de su carrera. De hecho, el cineasta italiano y la actriz comenzaron aquí una relación que continuó en la Suspiria de 2018 en la que volvió a coincidir con Tilda Swinton.
Hombre de obsesiones y nombres que se repiten en su filmografía –antes de dar un salto a Hollywood con el que algunos piensan que ha perdido parte de su esencia–, Luca Guadagnino plasmaba aquí esa Italia con la que hace soñar desde que en 2009 dirigiera aquella ilusión burguesa que se llamó Io Sono L’amore, con la que se hizo conocido a nivel mundial. También componía un reparto con rostros evocadores y cierta intelectualidad asociada. Y ofrecía su propia versión libre de La piscina, de Jacques Deray, un título del cine clásico que contó con la belleza de Alain Delon, Romy Schneider y Jane Birkin para dotar de vida a sus protagonistas. Tan grande es el homenaje, que el propio Deray figura como guionista de Cegados por el sol.