Coblenza, en la esquina más famosa de Alemania | El blog de viajes de Paco Nadal | El Viajero

Los romanos siempre fueron muy astutos a la hora de elegir lugares para instalar sus asentamientos. Y aquella península formada por la confluencia de dos grandes ríos, en las fértiles pero lejanas llanuras de la Germania Superior, era perfecta para instalar un destacamento militar avanzado. Lo llamaron Castellum apud Confluentes. Fue el origen de la actual ciudad alemana de Coblenza, la tercera ciudad más poblada del Estado de Renania-Palatinado, cuyo topónimo hace honor aun a aquella palabra latina, confluencia, usada para nombrar el lugar donde el Mosela vierte sus aguas en el Rin.

La punta de tierra entre estos dos grandes ríos europeos sigue siendo la zona más concurrida y famosa de Coblenza, conocida como Deutsches Eck (la esquina Alemana). La preside un imponente monumento ecuestre al emperador Guillermo I, erigido en 1897 como símbolo de la unificación alemana. Aunque el monumento original fue destruido por el fuego de artillería en marzo de 1945, la réplica que se alza en el mismo lugar es exacta al original. La Deutsches Eck es uno de los mejores lugares de la ciudad para pasear, disfrutar de las vistas de la fortaleza, ver pasar los alargados cruceros fluviales que surcan ambos ríos cargados de turistas o participar en alguno de los festivales y eventos que tienen como marco esta esquina alemana, como el Electronic Wine Festival, que se celebra en junio.

Y eso que si hay algo de lo que Coblenza va sobrada es de lugares para pasear. La suerte de estar encajada entre dos grandes vías acuáticas hace que también cuente con sendos paseos fluviales a lo largo de cada una, llenos de arboledas, bancos, espacios verdes y zonas para practicar deporte. El que va paralelo al Rin tiene 3,5 kilómetros y pasa junto a la basílica de San Kastor, la iglesia más antigua de la ciudad, y el Palacio Electoral, uno de los edificios palaciegos más importantes del clasicismo francés temprano en el suroeste de Alemania y uno de los últimos palacios residenciales construidos justo antes de la Revolución Francesa.

El Altstadt, el casco histórico, es un compendio de calles y plazas peatonales que son una delicia para deambular. La que podría funcionar como plaza Mayor, aunque no es mucho más “mayor” que otras, es la Jesuitenplatz o plaza del Ayuntamiento, con sus torres y sus magníficos pórticos, llamada así por la orden jesuita que se estableció en este lugar en el siglo XVI. Pasando bajo el arco que se abre en la esquina sudeste, aparece uno de los iconos de Coblenza: Schängelbrunnen, la fuente del niño que escupe. En realidad, es una humilde figura de bronce diseñada por Carl Burger en 1940 que representa a un mozalbete. La gracia es que el chorro de agua sale de forma espontánea cada cierto tiempo por la boca del niño, que parece así que escupiera. Y si no andas prevenido… te moja. Su nombre, Schängelbrunnen, proviene del término Schängel, que se originó durante la ocupación francesa de la ciudad entre 1794 y 1813. Hubo muchos niños nacidos de madres alemanas y padres soldados franceses que golfeaban por las calles. A la mayoría les ponían de nombre Jean. Con el tiempo el dialecto local transformó Jean en Schang y, finalmente, en Schängel.

También hay que visitar el Am Plan, viejo mercado y lugar de torneos; la Münzplatz, donde se celebran conciertos y eventos; o la Görresplatz, con una columna metálica de 11 metros de altura, la Historiensäule, en la que se narra la historia de la ciudad en 10 escenas.

En Florinsmarkt, la antigua plaza del mercado, hay un conjunto de edificios de gran valor histórico porque fue el centro político y económico de Coblenza durante siglos. La torre del emblemático edificio del antiguo Salón de Compras y Baile, construido en 1419 en estilo gótico, que preside la plaza, luce un gran reloj. Si uno se fija, debajo de él hay una placa metálica con el rostro de un hombre. Es el Eye Roller y mueve los ojos y saca la lengua cada 15 minutos. Es un recuerdo un tanto bufo del barón Johann Lutter von Kobern, legendario ladrón de la ciudad ejecutado en esta misma plaza en 1536 y que, según la leyenda, torció los ojos y sacó la lengua a los espectadores en el cadalso.

Las cuatro esquinas que forma la intersección de las calles Am Plan, Löhrstraße, Marktstraße y Altengraben, en pleno centro histórico, están ocupadas por otras tantas casas-torres cargadas de historia. Datan de 1608, aunque fueron destruidas durante la Guerra de Sucesión del Palatinado, y restauradas entre 1689 y 1692. Vueltas a destruir en 1944, durante la II Guerra Mundial, y reconstruidas nuevamente en 1960. Forman parte del patrimonio mundial de la Unesco del Valle del curso medio del Alto Rin desde 2002. De las muchas iglesias de Coblenza, una destaca en particular: Liebfrauenkirche, la catedral de Nuestra Señora, en el punto más alto de la ciudad, que fue su iglesia parroquial principal desde finales de la Edad Media hasta la Revolución Francesa.

En el centro histórico se ven también muchas tiendas y comercios singulares. Una de ellas es la fábrica de caramelos Frl. Diehl, en el número 19 de Firmungstraße. Aquí, la maestra pastelera Jenny Krause hace de manera artesanal unos caramelos suaves y dorados con los más variopintos sabores; los hay de sal marina, de vainilla, de tomillo o romero. La presentación y el envoltorio (también el precio, todo hay que decirlo) son digno de un premio de diseño. Hay otras tiendas curiosas y originales en Kunstgässchen, un pequeño pasaje muy popular cargado de historia y arte, que comunica la Münzplatz con la iglesia Liebfrauenkirche.

Es hora de dejar el centro histórico y también la margen izquierda del Rin (o la derecha del Mosela) para cruzar a la otra ribera y subir al otro gran monumento icónico de Coblenza: Ehrenbreitstein, la fortaleza. La mejor manera de hacerlo es en el teleférico que parte muy cerca de Deutsches Eck, por detrás de la estatua ecuestre del emperador Guillermo. Además de servir de transporte hasta la cima de la montaña, el teleférico permite disfrutar de las mejores vistas del Deutsches Eck, del valle del Rin y de la ciudad, una panorámica que mejora conforme avanza su subida hacia la fortaleza.

El soberbio conjunto fortificado formaba parte del sistema de castillos defensivos del valle superior del Rin Medio y es también patrimonio de la Unesco. Ocupa una colina estratégica que se eleva casi 120 metros sobre la confluencia y se le considera la segunda fortaleza más grande de Europa en extensión. Parte de él es ahora el Museo del Estado de Coblenza, con salas dedicadas a la arqueología e historia de la región y de la propia fortaleza. Hay visitas guiadas al recinto y un pequeño bar-cafetería en la explanada superior donde probar una cerveza y unas salchichas alemanas con las mejores vistas de la ciudad que debe su razón de existir y su nombre a la confluencia de dos ríos.



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