La inteligencia artificial generativa (GenIA, en su denominación en inglés) está abriendo nuevas posibilidades en la formación para los trabajadores, ayudándoles en el desarrollo de habilidades que suponen un claro potencial transformador para las empresas y, por extensión, para la economía española.
Esta revolución tiene implicaciones directas. Las estimaciones de Goldman Sachs para las economías avanzadas indican que la adopción generalizada de la GenAI podría elevar el crecimiento de la productividad laboral en torno a 1,4% al año durante una década y añadir así un 7% al PIB global. “Un salto que podríamos comparar al de la llegada del motor eléctrico o el PC”, estima Toni Roldán, director de EsadeEcPol, el Centro de Políticas Económicas de Esade, institución que recientemente ha inaugurado su nuevo campus en Madrid.
Para Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y senior fellow de EsadeEcPol, aunque su fase actual no es primordialmente la de reciclar profesionalmente o mejorar habilidades en el entorno formativo, la IA “sí tiene un potencial evidente como aliada en estos procesos. Puede funcionar como un asistente personalizado o un mentor virtual que guíe al trabajador en el aprendizaje de nuevas competencias”.
No obstante, “hoy por hoy, su mayor impacto está en ser una herramienta de productividad que impulsa la actividad económica y facilita la adaptación del trabajador al liberar su tiempo para tareas de mayor valor”, recalca Hidalgo, autor de, entre otros libros de El futuro del trabajo.
Este experto cree que a medida que la IA generativa se integre en un abanico cada vez más amplio de tareas y sectores, su efecto agregado en la economía se hará notar. “No obstante, al igual que otras tecnologías de propósito general a lo largo de la historia, este impacto será difuso en el tiempo. Es posible que el cambio sea imperceptible en el día a día, pero continuo y acumulativo. Dentro de 20 o 30 años, al mirar atrás, podremos constatar un aumento sustancial de la productividad, quizás de un 20% en una década, que habrá sido el motor de un crecimiento económico sostenido”.
El caso de la función pública
Un buen ejemplo de las repercusiones de utilizar la IA en el trabajo lo tenemos en el ámbito de la función pública. El análisis de Esade en colaboración con Google El impacto de la IA en el sector público español estima que, tras diez años de adopción, la GenAI puede elevar la productividad media del empleado público nacional hasta un 9% y liberar unos 7.000 millones de euros anuales. El potencial se concentra en tareas intensivas en texto: licencias, inspección, elaboración de resoluciones o atención ciudadana. En opinión de Josetxo Soria Checa, analista de Asuntos de Gobierno y Políticas Públicas en Google, la inteligencia artificial “no solo hará al profesional público más productivo, sino que también le ayudará a centrarse en las tareas que más requieren su atención, es decir, las más humanas”.
“La buena noticia es que la curva de adopción ya ha empezado: un 54% de los funcionarios declara usar IA al menos ocasionalmente y dos tercios perciben que cambiará su trabajo. La mala es que casi el 60% cree que su organismo no está listo”, lamenta el responsable de EsadeEcPol.
Pero para Josetxo Soria Checa, todo el potencial de la IA para impulsar la competitividad, la productividad y el bienestar social de los españoles sólo llegará con su adopción generalizada en todos los sectores, y lo principal será aprender a usar esas herramientas. “Gemini, por ejemplo, el asistente personal de IA de Google, es una herramienta que pueden usar desde estudiantes a trabajadores de la salud para optimizar tareas. Pero luego hay también ejemplos como AlphaFold, un modelo de Google DeepMind capaz de predecir la estructura y las interacciones de todas las moléculas de la vida con una precisión sin precedentes, que exige una capacitación mucho más enfocada en el uso de la IA para la ciencia”, explica.

Brechas y sesgos en el uso de GenAI
Los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre si la utilización de las herramientas derivadas de la IA puede tener un efecto perverso y ampliar las brechas formativas entre diferentes perfiles laborales.
En opinión de Toni Roldán, director de EsadeEcPol, en entornos escritos, repetitivos o muy estructurados, la evidencia apunta a un efecto igualador. “La IA impulsa sobre todo a los que parten de un desempeño más bajo. Es lo que vemos en el experimento de atención al cliente que hicieron Brynjolfsson y sus coautores, o en los de Noy & Zhang sobre redacción. Pero cuando el trabajo exige pensamiento crítico, improvisación y habilidades sociales complejas el patrón no es evidente que sea el mismo”.
De hecho, el estudio ‘Cuando la IA generativa incrementa la desigualdad: evidencia experimental de una competición de debates universitarios’, de Toni Roldán, muestra que con acceso a ChatGPT, los estudiantes de altas habilidades mejoran un 12% su probabilidad de victoria en los debate frente a sus pares, ampliando la brecha. “La conclusión es clara: la GenAI puede ser palanca de inclusión o de desigualdad según la naturaleza de la tarea y el capital humano previo”, afirma el director del el Centro de Políticas Económicas de Esade.
Para Lucía Cobreros, economista investigadora en EsadeEcPol, una cuestión especialmente relevante es cómo puede ayudarnos a enseñar mejor. “La GenAI tiene el potencial de intervenir en distintas fases del proceso de enseñanza-aprendizaje: preparación de clases, generación de materiales adaptados, diseño de prácticas pedagógicas relevantes para cada estudiante, retroalimentación personalizada y acompañamiento en tiempo real, entre otras”, detalla antes de recordar que por ahora, la evidencia apunta a que cuando el docente utiliza la IA como acompañamiento —y especialmente los docentes más nóveles— mejoran los resultados del alumnado, según el trabajo de Wang y otros autores en 2024.
Así pues, “usada con intención, la IA puede ser una herramienta poderosa para acercarnos a algo que llevamos décadas persiguiendo en educación: una enseñanza más personalizada, que se adapte al ritmo, necesidades y contexto de cada estudiante”, concluye Cobreros.