Cómo plantear conversaciones complicadas con tu pareja
Los seres humanos somos complejos y una pareja no es otra cosa que la convergencia de la historia, el universo, las expectativas y los traumas de ambas personas. Si nos aferramos a este concepto como tal, el milagro es encajar. Y no solo eso, sino sobrevivir a todas las diferencias y deseos distintos. Cuando hay amor, ¿se puede conseguir todo lo demás? Hay diferentes teorías al respecto. Los más románticos dirán que, si existe esa base, el resto es lucha y se puede superar. Otros dirán que no, que el amor no todo lo puede. Que, por encima de él, está la vida que quiere vivir cada uno, como ser humano y más allá de la pareja.
Los hijos, la proyección laboral, el lugar… A día de hoy, pesa más el deseo individual y renunciar a todo lo que uno sacrifica estando con la persona amada, no suele ser una opción igual de clara que hace años atrás. En general, somos más libres y también tenemos derecho a dudar y a cambiar de opinión, por mucho que nos duela y nos hagamos daño. Pero, ¿qué ocurre si no estás alineado en las bases principales? ¿Qué conversaciones tenemos que tener con nuestra pareja si de repente no estamos convencidos de algunos pasos a dar? ¿Cuándo hay que tenerlas?
El momento perfecto para abrir melones
El psicólogo sanitario Carlos Velo apuesta por tenerlas cuando surge el malestar y se explica “Hay personas que están más entrenadas en analizarse a sí mismas y personas que menos, pero todos en algún momento podemos llegar a un lapso de tranquilidad en el que planteamos la vida con un poco más de perspectiva, fuera del corto plazo en el que nos movemos a diario. Tanto si me doy cuenta por mí mismo, como si es mi pareja quien me lo hace notar: hay que ponerse a ello. Aplazar u ocultar los problemas no hace que se vayan, ni mucho menos. Si hay una señal de que algo va mal, probablemente es que algo vaya mal”, concluye.
La visión de Velo apuesta por la teoría de que “mejor tarde que nunca”. Algo interesante y que es real es que hay personas que están muy trabajadas, se conocen mucho, profundizan y tienen parte de reflexión. Pero hay otras que son todo lo contrario. Incluso, como no han hecho ese análisis de sí mismos, pueden pensar que quieren unas cosas –porque, sobre todo– las ven lejanas, pero cuando se acerca el momento, no lo tienen claro. La opción más destructiva de todas no es exponer que has cambiado de idea y que no quieres tener hijos, por ejemplo. La peor es meterse en una paternidad solo porque no quieres perder a esa persona y hace tiempo dijiste que sí. Por tanto: más vale tarde que nunca.
Todos los psicólogos consultados no hablan de que la mejor opción es hablar de estas expectativas sobre la paternidad o cuestiones éticas desde el principio. Y no es que no sea una buena idea, solo que hay algo que tenemos que tener claro: “Cuando empezamos estos procesos, hay que hablar de todos los escenarios posibles y dejar claro cómo nos sentimos y qué queremos respecto a ellos, sabiendo y dejando claro que son postulados a priori, pero que con la experiencia tenemos derecho a cambiar de parecer”, comenta Buenaventura del Charco, director del centro de psicología online Estar Contigo Terapia.
Somos seres humanos y, según vamos escribiendo nuestra historia, podemos cambiar también nuestros deseos en la vida, porque la relación con nosotros mismos está viva.“Lo que sí está claro es que, como decía John Gottman, que destacó por sus estudios sobre las parejas, es que la habilidad para resolver conflictos es la mayor predicción del éxito de la pareja, es decir, cómo gestionan los desacuerdos cotidianos”, comenta el psicólogo sanitario Fernando Lobato Martínez.
¿Qué preguntas complicadas debemos hacernos además de la paternidad?
Hay algo que recalca Fernando Lobato que es importante no sólo preguntar a tu pareja sino también a ti mismo: ¿Cuál es tu propósito de vida? Para muchos, es crear su propia familia, su núcleo duro. Un lugar en el mundo que consiste en fabricar un ancla a la tierra, una tabla flotante en caso de tsunami, su motivo de seguir celebrando pese a las pérdidas que se sufren por el camino. Y no hablamos de hijos, una familia puede ser tu pareja y tu perro, por ejemplo. Por otro lado, hay propósitos vitales que no están asociados a un proyecto, sino a filosofías más presentes, que no quieren responsabilizarse de otros. Que son, quizás, más individualistas y buscan la satisfacción en el estímulo, la inmediatez, la sorpresa de la vida, pero sin vincularse en exceso en un “para siempre”, como son los hijos.
Respecto a estas dos posibilidades, nadie es mejor que nadie: porque es una decisión personal y respetable. Y el derecho a vivir la vida como uno quiere, es de todos. Pero, hay básicos esenciales que forman parte del ser humano y esta pregunta cuenta mucha información. Se puede cambiar de opinión, pero el propósito de vida, es algo bastante sólido y enraizado en uno mismo.