Moreno nos invita a corroborar cualquier dato que resulte extraño, a utilizar herramientas de verificación que ayuden a detectar noticias falsas. “Protegernos ante la desinformación es responsabilidad de los medios, pero también de los ciudadanos, que debemos ser críticos con la información que compartimos”.
El problema de la vivienda
La vivienda atraviesa un momento crítico. Con la oferta muy por debajo de la demanda y los costes de construcción en máximos, el acceso a una casa digna se ha convertido en uno de los mayores focos de malestar para buena parte de la población. Comprar resulta inasumible para muchos —el precio de la vivienda libre creció un 12,2 % interanual en el primer trimestre de 2025, la mayor subida en casi dos décadas— y alquilar tampoco es una alternativa asequible.
Pero también hay quienes, en plena crisis, buscan en la vivienda algo más que una operación financiera. “Hoy se valora más que nunca un hogar que aporte calma, salud y equilibrio: luz natural, eficiencia energética y conexión con la naturaleza”, afirma Silvia Hengstenberg, fundadora de The Sibarist, inmobiliaria especializada en viviendas singulares. “Buscamos espacios que nos representen, que nos sostengan en lo cotidiano y nos ofrezcan un entorno armónico, no solo por fuera, sino también por dentro. La vivienda ha dejado de ser un bien puramente funcional o financiero, para convertirse en una extensión de nuestro estilo de vida, de nuestros valores y prioridades. Por eso, cada vez más personas apuestan por lugares que les conecten con lo esencial”.
Esta tendencia se refleja en el creciente interés por casas en entornos naturales, bien conectadas con las grandes ciudades, y por residencias en el norte de España —especialmente en Cantabria, Asturias y Galicia— donde los precios siguen siendo más asequibles y la calidad de vida es uno de los grandes atractivos. Al mismo tiempo, las propiedades singulares ubicadas en zonas prime —viviendas con historia, arquitectura de autor o carácter único— mantienen su atractivo tanto para vivir como para invertir. “En un entorno tan inestable como el actual, vemos una clara búsqueda de refugio en activos sólidos, bien ubicados y con valor consolidado”, explica Hengstenberg. “Hablamos de viviendas que no solo resisten mejor los ciclos del mercado, sino que ofrecen una idea de legado. Invertir con sentido implica apostar por la calidad, la autenticidad y la sostenibilidad como pilares del valor futuro.”
Una salud mental debilitada
Como hemos visto, la sobreexposición a noticias, la presión económica y la inestabilidad global no solo afectan nuestra cuenta corriente o nuestras decisiones de consumo, también impactan directamente en nuestras emociones, energía vital, en nuestra forma de estar en el mundo. “Estamos hiperconectados. Recibimos información constante a través de redes, televisión, radio… lo que puede sobreestimular nuestro sistema nervioso y tener la sensación de estar agotados”, explica la psicóloga Rebeca Cáceres, psicóloga directora de Tribeca Psicólogos. Afirma que vivimos en un estado de fatiga emocional constante, una mezcla de miedo, abatimiento y exigencia por seguir rindiendo, mientras otras optan por desconectarse del todo. Entre ambos extremos, también hay quienes buscan el equilibrio: estar informados sin dejarse arrastrar por el caos.
¿Qué podemos hacer para protegernos emocionalmente en este entorno? Estas son algunas de las claves que propone Cáceres:
Reconocer lo que vivimos y sentimos, sin minimizarlo ni forzarnos a estar bien todo el tiempo.
Elegir nuestras ventanas de conexión con el mundo: informarnos en momentos concretos del día, en lugar de estar disponibles 24/7.
Crear pequeñas certezas: anclarnos en lo cotidiano, en el café de media tarde, en una conversación o en un paseo por la naturaleza.
Cuidar necesidades básicas: priorizar el descanso, la respiración, la calma.
Poner límites a lo que nos altera, detectando qué personas, entornos o estímulos nos desestabilizan.