El método minimalista japonés para comprar bien (y cuidar el bienestar)
En mi afán por llevar una vida más minimalista –a la hora de pensar, de actuar, de vestir o de decorar mi casa, por ejemplo– me he topado con una tradición japonesa que muchos expertos consideran un método efectivo de ahorro: el kakebo. Pero además de su vertiente más práctica desde el punto de vista financiero, para mí tienen una connotación interesante vinculada con el bienestar y la salud mental, sobre todo por su relación con el minimalismo psicológico, o lo que es lo mismo, con esta tendencia a hacerse la vida más fácil quitando de la mochila residuos que nos cargan (en todos los aspectos). Si nos ceñimos a la teoría, el kakebo fue inventado en 1904 por Hani Motoko (la primera mujer periodista en Japón) para gestionar la economía doméstica. Tal y como explica la escritora nipona Fumiko Chiba en el libro Kakebo: el arte japonés de ahorrar dinero (Ed. Planeta) “muchos japoneses usan este método para asignar de manera reflexiva su dinero en distintas categorías de gasto y luego reparten el dinero real en pequeños sobres que les ayudan a no rebasar sus límites”. Aunque hay varias declinaciones, la idea básica consiste en apuntar en una libreta los gastos semanales para hacer reflexiones sobre ellos a posteriori y, sobre todo, para interiorizar el hábito del ahorro en la vida cotidiana. Al fin y al cabo, escribir es una forma de tomar conciencia de las cosas, y precisamente reflejar ingresos y gastos de forma escrita permite aprender a gastar de una forma consciente.
La importancia de tomar conciencia de en qué se gasta el dinero
Sin entrar en más detalles numéricos del método, la esencia de tomar conciencia de en qué se gasta el dinero tiene también un claro componente emocional para encontrar formas de ahorro material y focalizarse en otros asuntos importantes que no son tangibles. De hecho, uno de los puntos del kakebo consiste en diferenciar los gastos necesarios de los opcionales para poder identificar los ámbitos en los que se malgasta el dinero. Y todo esto tiene que ver con aprender a gastar bien. Tal y como se explica en el libro, se trata no tanto en pensar en el ahorro como una tarea rutinaria sino en pensar en invertir bien el dinero para que exista esa modificación de actitud. Porque más que un método financiero, el kakebo tiene una connotación interesante en cuanto al cambio de hábitos. “Nosotros somos los únicos responsables de nuestros malos hábitos. Si aún no has encontrado un patrón de gasto y ahorro sensato, debes buscar en tu interior la motivación y la voluntad de cambiar”, afirma la autora en el citado libro, recordando un proverbio japonés: “Incluso la arena acumulada acaba formando una montaña”. Es un refrán que aplica tanto al gasto como al ahorro. “Piensa en las pequeñas cosas a las cuales podrías renunciar o para las cuales podrías encontrar alternativas más baratas e imagina la montaña de ahorros que podrías acumular a finales de año”, señala Chiba.
El consumismo en el punto de mira
Es un buen momento para tener en cuenta esta teoría. Y más cuando el debate sobre las compras excesivas está sobre la mesa. Un ejemplo es el documental de Netflix Compra ahora: la conspiración consumista, en el que, tal y como dicen sus protagonistas, “hay una ciencia pulida para que compres más cosas de las que necesitas”. En los 84 minutos de este documental estrenado en la plataforma en plena temporada de compras (nada es casual) se vierten otros datos rotundos: desde que se producen 100.0000 millones de prendas al año –“¿A cuántas prendas tocamos por persona? No necesitamos tanta ropa”, dice el fabricante Roger Lee– a la reflexión sobre dónde va a parar todo eso que adquirimos y acabamos tirando. “Lo que compras y tiras no se esfuma, acaba en alguna parte de planeta”, se dice en otro momento del documental en el que ex miembros de la industria del comercio y autores de libros relacionados con el tema insisten en que “cada vez compramos más y eso tiene un lado malo que nadie quiere que veas”. De hecho, Maren Costa, diseñadora de experiencia de usuario, recala precisamente en que la inmediatez con la que podemos comprar en plataformas online reduce precisamente ese periodo de reflexión que deberían anteceder a la compra.
En Instagram también hay muchas corrientes activas al respecto y muchas de ellas vinculadas con encontrar el bienestar. Por ejemplo, la experta en orden y minimalismo Shira Gill, proponía a su comunidad hacer otras cosas estos días además de comprar como, por ejemplo, focalizarse en las relaciones sociales u organizar una swap party (una fiesta de intercambio de ropa).
Las bondades del minimalismo material
Por cerrar el círculo –no se trata de no comprar sino de hacerlo de forma consciente, invirtiendo en básicos que perduren en el tiempo, por ejemplo, y con cierta reflexión antes de invertir– todo esto entronca con los principios del minimalismo psicológico y material. Una tendencia que vincula la reducción de posesiones y liberación de espacio físico con el bienestar emocional, precisamente porque las posesiones también suman carga mental. Además, si nos ceñimos a la connotación psicológica que tiene comprar sin reflexión previa, la psicóloga Pilar Guerra reflexiona. “Si la intención de comprar es la de ser felices, ese tipo de felicidad ha sido cuestionada por cientos de estudios psicológicos que demuestran que las compras impulsivas se convierten en compulsivas. La base de esa conducta está relacionada con las creencias limitantes de que poseer más es tener más estatus social, de que tener más nos provee de mayor seguridad y autoestima, de que comprar mucho nos hace sentirnos más completos. Si paramos el pensamiento y reestructuramos estas ideas irracionales llegamos al cambio profundo de observador y vemos con esto que empezaremos a dejar de ser esclavos de tendencias sociales”. Nunca viene mal recordarlo.