Conciliación: si estás pensando en dejar tu carrera por cuidar de tu familia, antes deberías tener esto en cuenta

Para Natalia Ruíz está claro: “Necesitamos trabajar”, recalca que son muchas las que, además, disfrutan trabajando más allá de la remuneración económica, sólo por la satisfacción personal que aporta. “Esta realización profesional se da al sentirnos válidas, necesarias, importantes, al desarrollar nuestras competencias, superar retos y contribuir a nuestro entorno con nuestro talento y experiencia”.

Por otro lado, reconoce que el cuidado de la familia y la atención a las tareas del hogar raramente se ven reconocidos o valorados, lo que puede llegar a provocar frustración e insatisfacción en quien ha abandonado su trabajo e independencia económica en pro de un ideal romantizado de cuidados. “Una persona que trabaja cuidando a menores o como empleada doméstica, percibe un salario y un reconocimiento social de su trabajo. Mientras, una madre en casa puede estar ocupada física y mentalmente entre 12 y 14 horas al día, en un bucle de tareas sin retribución, como digo en uno de mis poemas, siendo ‘Gestora de tareas a las que no ve el final, lidiando cada día con la carga mental’”.

Aquí, la gestión del cambio parece una herramienta tan útil como necesaria para aprender a surfear las olas que nos trae la vida, y entender que la renuncia forma parte de la vida adulta, tal y como explica Rocío García, profesora del Grado de Psicología de la Universidad Villanueva, algo con lo que Ruiz coincide, “no hay conciliación sin renuncia, aunque la clave estará en no renunciar siempre las mismas, ni a lo mismo, que suele ser el trabajo, la economía, el tiempo personal o el autocuidado y la salud mental”.

Por su parte, la psicóloga incide en la importancia de que las mujeres formen parte activa del engranaje laboral. “Generamos un ambiente más dinámico porque tenemos el cuerpo calloso en el cerebro de mayor densidad, eso hace que haya una mayor colaboración entre los dos hemisferios y que tengamos una mayor cantidad de materia gris”, algo que, resumiendo, nos da el don de la comunicación verbal. “Para las empresas esto es muy importante, ya que nuestra facilidad a la hora de exteriorizar nuestros sentimientos crea un ambiente de trabajo más abierto”.

Para García, la clave radica en reconocer nuestra realidad de forma madura y adaptarnos a cada situación que vayamos atravesando. De paso, lanza un mensaje a los líderes, a quienes insta a ser solidarios y preguntarse quién de sus equipos necesita ayuda con la conciliación, “es importante que todos los miembros de una empresa o un equipo sientan que tienen a una persona superior en la empresa que les protege y que impulsa su avance desde la comprensión y la protección”.

La fórmula para no renunciar a tu carrera existe

Cada caso tendrás sus particularidades, aunque sí que es cierto que existen ciertas constantes que pueden ser de gran ayuda. Además de intentar negociar flexibilidad horaria, conseguir una jornada continua o solicitar una excedencia en la empresa, Natalia trabaja una serie de pautas con sus clientas que a continuación explica:

Fomentar la corresponsabilidad.

La mujer ha salido al mercado laboral, pero el hombre no ha entrado al hogar en la misma medida. La expectativa de trabajar como si no se tuviera hijos y de tener hijos como si no se trabajara, es tremendamente agotadora. Es fundamental que la pareja se haga cargo en mayor medida de las tareas del hogar, de la crianza y que además asuma parte de las tareas invisibles que suponen la agotadora carga mental en la mujer.

Empoderamiento.

Defiende que no hay conciliación sin igualdad y no hay igualdad sin empoderamiento. Para vencer las barreras, creencias, roles y romper con las expectativas de cuidados y renuncia que se espera de la mujer, es necesario fomentar el poder personal. Trabajar el merecimiento, superar el sentimiento de culpa, creer en las propias capacidades, reconocer la voz propia, detectar lo que se desea en la vida sin los condicionantes de género, hacer a pesar del miedo al juicio y a la confrontación.

Simplificar.

Obtener resultados óptimos con la menor energía, tiempo y recursos posibles, rebajando las autoexigencias y la perfección a la que nos sometemos.

Delegar.

Aquí nos enfrentamos a creencias limitantes del tipo “Nadie lo va a hacer mejor que yo”, “Es mi obligación” o “No puedo permitirme delegar”. Para ello, la experta propone cultivar tres valores: aceptación, flexibilidad y paciencia.

Sugiere que nos hagamos ciertas preguntas, teniendo en cuenta que no hay respuestas válidas para todas y que se trata de tener una reflexión consciente, siendo conocedoras de los pros, los contras y explorando todas las alternativas posibles.

  • ¿Estoy tomando esta decisión porque de verdad quiero, porque es lo que se espera de mí o por necesidad?
  • ¿Qué coste profesional / económico / personal implica esta renuncia?
  • ¿Qué otras alternativas para conciliar puedo encontrar?
  • ¿Hasta qué punto es corresponsable mi pareja? ¿Por qué renuncio yo y no ella?
  • La mujer que quiero ser dentro de 5 años, ¿qué decisión tomaría?

Antes de tomar una decisión de tal calibre, conviene valorarla con calma, de manera informada y, si es posible, buscar la asesoría de expertos en la materia y de un profesional de la salud mental para que acompañe el proceso.

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