Tu salud mental sí ve afectada por tu contexto
En nuestro afán por entender el mundo y por dar una explicación más o menos sensata de lo que nos sucede, nos hemos dejado seducir por todo tipo propuestas que nos garantizan el bienestar eterno. Llevar un diario, meditar a primera hora de la mañana, tomar adaptógenos o seguir a rajatabla la última rutina de productividad vista en redes. Todo es poco si alcanzamos bajar el cortisol y, con ello, desinflamarnos, sonreír más, ser más eficientes y tener relaciones saludables. Si bien es cierto que todas estas prácticas son tan efectivas como recomendables, también lo es el hecho de que casi ninguna tiene en cuenta nuestras circunstancias. Si tienes un buen trabajo o no, si puedes pagar tu alquiler, o si cuentas con una red de apoyo lo suficientemente efectiva para que tú puedas desarrollar tu carrera profesional y conciliar sin culpa.
Sarah Belén Olarte es psicóloga, sexóloga, profesora y divulgadora con una perspectiva científica, feminista y política, y en su libro, El cortisol no sube solo, sube con el alquiler (Editorial Grou), nos recuerda que la verdadera psicología lo que hace es entender la conducta como una interacción entre la persona y su contexto. “Nada ocurre en el vacío. Los neurotransmisores no se liberan por sí mismos, y no podemos comprender lo que hacemos, pensamos y sentimos sin analizar cómo nos relacionamos con nuestro entorno”.
Cómo influye nuestro contexto en nuestro bienestar
Olarte sostiene que la situación particular de cada una afecta en gran medida nuestro bienestar, por el simple hecho de que no podemos entender lo que hacemos, pensamos, sentimos y decimos, sin englobarlo como una relación entre nosotras y el entorno. “El contexto individual —es decir, la historia de aprendizaje que hemos ido construyendo— nunca es del todo propio, porque vivimos en una sociedad donde nos atraviesan variables como el género, la clase o la raza. Por eso, no es que el bienestar esté condicionado por el contexto, es que no se puede concebir sin él«.
Debemos tener en cuenta que vivimos en un sistema en el que nuestras necesidades básicas no siempre están cubiertas —al menos no de forma constante ni con la calidad necesaria—. Sarah Belén Olarte menciona la vivienda, la alimentación y el descanso como elementos fundamentales, pero insiste en que el mayor indicador de bienestar psicológico es la sensación de comunidad: contar con vínculos de calidad y una red de apoyo, ya sean amigos, pareja o familia. “Cuando tenemos dificultades para acceder a estas necesidades básicas, y además sufrimos el estrés que esto conlleva, sumado a un entorno laboral cada vez más asfixiante, se nos hace mucho más difícil construir redes de cuidado, donde se requieren presencia, paciencia, tiempo y energía, justo lo que, por todo esto, a menudo nos falta”.
La salud mental como ‘mainstream’
En los últimos años —y especialmente tras la pandemia— la salud mental ha dejado de ser un tabú para convertirse en un tema prioritario y de dominio público. Hemos visto a grandes deportistas reconocer que necesitaban hacer un paréntesis en sus carreras a causa de la presión mental, a actores admitir que sufren ansiedad o a cantantes hablarnos de cómo la música les ayudó con la depresión. Sin embargo, Olarte advierte del peligro de una sociedad en la que las necesidades deben ser cubiertas comprando. “Esto, junto con un mundo cada vez más digital, hace que haya una masificación de la cultura del wellness, o de la idea de que siempre hay que estar bien”.
Hemos pasado de esconder que vamos a terapia a hacerlo un imperativo ante cualquier situación de malestar, cuando no todo necesita —o puede— resolverse en consulta, reflexiona la autora, quien pone el foco en las llamadas “emociones negativas” y en nuestro rechazo a experimentarlas. “Nos dicen que debemos ser nuestra mejor versión y esto, al sistema socioeconómico, le viene muy bien para poder vendernos una pseudosolución que necesitaremos cada vez más porque es un ideal imposible”.
Responsabilidad y búsqueda de bienestar
Otro de los puntos clave de los que habla la autora es el autoconocimiento, una herramienta que puede ayudarnos a entendernos mejor, aunque esto también tiene una cara B. “Muchas veces sitúan las explicaciones y las soluciones a lo que nos preocupa, como cosas que están 100% bajo nuestro control, cuando no siempre es así”, señala Olarte, para quien la hipervigilancia hacia nuestro propio comportamiento puede ser perjudicial. “Poner tanto el foco de nuestro malestar o bienestar en lo individual, nos lleva a perseguir una perfección a la que nunca vamos a llegar, nos invita a consumir (cursos, workshops, webinars y demás productos) con la promesa de llegar a esos ideales”. Responsabilizarse del propio bienestar es importante, pero conviene matizarlo. Como recuerdan los estoicos —explica Sarah Belén Olarte—, lo interesante ante lo que nos ocurre no es tanto lo que pasa, sino cómo respondemos a ello. Qué está bajo nuestro control y qué no.
La psicóloga señala que reconocer nuestro margen de acción, puede ser liberador. “No podemos modificar todo lo que nos pasa, pero sí intervenir sobre cómo nos relacionamos con ello”, explica. La terapia, por ejemplo, puede ayudarnos a desarrollar herramientas para ese tipo de cambios, pero eso no implica que el malestar sea responsabilidad individual. “En este discurso individualista del bienestar psicológico hay un tono culpabilizador muy peligroso”, advierte. Porque cuando creemos que todo depende de nosotras, también asumimos que si algo no va bien es culpa nuestra. Y eso nos lleva a cargar con un malestar que a menudo tiene causas estructurales —económicas, sociales, políticas— y que, por tanto, no se resuelve solo con fuerza de voluntad ni con buenas intenciones.