Ir a pilates: ¿misión imposible?
Son las 6:29 de la tarde y, como cada lunes, suena la alarma de mi móvil para recordarme que, si quiero tener alguna posibilidad de ir a la clase de pilates de las 7:15, a partir de ese momento tengo que quedarme mirando el teléfono con la aplicación del gimnasio abierta hasta que den las 6:30 y se abra la veda para hacer la reserva. En mi caso solo puede hacerse con 45 minutos de antelación y si no sigo este procedimiento, alarma mediante un minuto antes, me puedo ir olvidando de ir a esa sesión que necesito como agua de mayo.
Y con todo y con esas, acumulo demasiados lunes de fracaso en los que no he conseguido el éxito. Sí, la mayoría de las veces suele haber 20 personas más rápidas que yo a la hora de darle al botón de reservar y no consigo plaza. Sigo sin entenderlo, la verdad, debe ser cuestión de nanosegundos o de una técnica aún más depurada que la mía. Ahora bien, cuando leo aquello de ‘su reserva se ha hecho correctamente’ casi lloro de emoción: conseguir ir a pilates en este escenario no es tarea fácil. Cuando vi cómo un grupo de amigas hacía cola virtual con 10.000 personas delante para comprar entradas para el próximo concierto de Bad Bunny –espóiler: no lo consiguieron– pensé que yo experimentaba algo parecido cada arranque de semana.
El fenómeno de los viernes por la tarde
Y aunque este relato podría parecer exagerado o podría resumirse con un ‘tu gimnasio está demasiado lleno’, la realidad es que desarrollar artimañas varias para conseguir hueco en estas sesiones no es solo una leyenda popular, tiene bastante de cierto. Lo sé por amigas que van a otros centros deportivos y lo confirma la experiencia de los que viven desde dentro el colapso. Por ejemplo, Daniel Galindo, director del departamento de Experiencia e Innovación de la cadena VivaGym, corrobora que para sus clientes se ha convertido “en una carrera de fondo: listas de espera, aplicaciones colapsadas los domingos por la tarde y clientes que reservan con una semana de antelación para asegurarse su esterilla. En nuestra parrilla de actividades, es sin duda una de las clases más demandadas –y no solo entre mujeres, aunque siguen siendo mayoría–”, apuntilla.
Y mi sensación de que los viernes por la tarde son los nuevos lunes en materia de fitness (tampoco es fácil bookear una clase a las siete de la tarde de ese día) la confirma David Blázquez, responsable de Calidad de Metropolitan, que ha podido constatar que la mayor disposición de tiempo libre los fines de semana aumenta la afluencia a los gimnasios. “Estos días han dejado de ser sinónimo de sofá y series y cada vez hay más gente que quiere cerrar la semana con una clase de pilates”, añade Galindo.
De hecho, el renacimiento relativamente nuevo de este método también se confirma con el cambio de tercio en cuanto a la demanda del cardio: antes dominaba las salas de fitness pero ahora se está priorizando, sobre todo entre las mujeres, el entrenamiento de fuerza y el control postural con disciplinas como pilates, entrenos híbridos, barre y yoga de fuerza. “Aunque el cardio tradicional sigue teniendo su espacio, hoy en día los socios buscan sesiones que les aporten algo más que sudor y quema de calorías”, dice Blázquez. Y no es solo un asunto estético. “Se trata de salud, de longevidad, de funcionalidad. Las mujeres quieren entrenar para tener un cuerpo fuerte y ágil que las acompañe con energía en cada etapa de su vida. Desde la adolescencia hasta la menopausia, el pilates ofrece herramientas seguras y eficaces para ello”, añade Galindo.
El negocio del wellness, al alza
Este furor se está convirtiendo en ocasión de negocio para muchos –véase la creciente oferta de centros especializados en pocos metros a la rotonda en barrios de las grandes ciudades– y también en una oportunidad laboral, ya que cada vez más personas reinventan su trayectoria hacia este sector. A nivel general, tal y como se recoge en el estudio La cultura del wellness, de OBS Business School, haciéndose eco del informe Global Wellness Economy Monitor 2023 de The Global Wellness Institute, este mercado está valorado en 5,6 billones de dólares y se prevé que alcanzará los 8,5 billones para 2027. Concretamente en 2024 el sector de la actividad física experimentó un crecimiento del 5,8 %. Y lo que es más interesante: uno de cada 20 dólares gastados por los consumidores en todo el mundo se dedica al bienestar.
Pero contexto económico aparte –corren buenos tiempos para el fitness y las plataformas de membresía para acceder a múltiples gimnasios son un caso de éxito que estudian las escuelas de negocio–, la realidad es que la fiebre por este método creado hace 100 años tiene su razón de ser en circunstancias lógicas: desde los males que puede acarrear el teletrabajo (imposibilidad de desconexión y dolores musculares y lumbares) hasta la tendencia real de querer ponernos en forma de una forma holística y consciente que va más allá del simple deseo de tonificación de antaño.
¿Por qué nos gusta tanto el pilates?
“El pilates se ha convertido en una de las actividades más demandadas en nuestros clubes, y no es casualidad. Combina fuerza, control postural, respiración y conciencia corporal, lo que la hace muy atractiva para un público cada vez más diverso. Lo que antes era visto como una clase complementaria, hoy es una prioridad en la agenda de muchos socios. Su accesibilidad –tanto para principiantes como para perfiles más avanzados– y su capacidad para ofrecer resultados visibles sin agresividad física lo han convertido en un imprescindible”, explica el experto de Metropolitan. “Además, es una actividad que se adapta al ritmo de vida moderno: no requiere un nivel físico extremo, pero sí ofrece resultados reales”, añade.